De la cancha de La Curva, a jugar al lado de Beckham

Un pibe que hizo de la pelota su trabajo. Criado en Punta Lara, gritó sus primeros goles en el equipo ensenadense junto al tío Mario. Se “mostró” en Camba y llegó alto

Su apellido es demasiado común: López. Pero en la ciudad de Ensenada, anteponer el nombre Miguel y decir fútbol es despertar una leyenda, de alguien que aún no se retiró y que sigue con sus sueños de gol. Uno de los tantos de la categoría 1988 que disfrutaban en la década de los 90 pateando en los torneos de APLAFI. El Clasiquito lo tuvo en sus páginas cuando era niño.

—¿Quién fue el que te enseñó?

—Vivía en Punta Lara y tenía dos amigos del barrio que fueron los que me llevaron a La Curva. En ese club tenía a mis primos, Sebastián y Germán, y a mi tío, Mario Acuña, que tenía la categoría 1987 donde yo empecé siendo 1988. Este fin de semana tuvimos la desgracia de que falleciera Mario, y por este medio me estoy despidiendo de él y agradeciéndole por lo vivido en el fútbol infantil.

—El “Gordo” fue un símbolo de La Curva, ¿a cuántos les marcó el camino

—Por mi posición, yo asistía, en vez de patear al arco, y él me regañaba: “Vos tenés que hacer goles porque es lo que ve la gente”. De grande, cuando jugaba en Quilmes y me veía por TV, me daba indicaciones si me cruzaba.

—¿Qué significó vestir la tricolor?

—En ese entonces, La Curva era muy familiar, la gente iba del primer partido al último, mi mamá estaba todo el día con la madre de Juan Speranza, no sé como será ahora. También tení- amos en el equipo a Damián Soria, que se dedicó al fútbol y recién volvió de Italia. Salimos los tres en una foto en El Clasiquito: Soria, Speranza y yo. Fuimos tres años seguidos campeones, con Cacho Zerpa de entrenador, hasta que en 1998 nos fuimos a Gimnasia. Pero volvimos para jugar el último año, cuando nos dirigió Leandro Gatelli.

—¿Por dónde seguiste después?

—En Gimnasia quedé libre en Sexta. Nunca pensé que más tarde me iba a pasar lo que me pasó, tener al lado a jugadores increíbles.

—Entre ellos David Beckham...

—Sí, un crack. Nos cruzamos en Los Ángeles Galaxy. Venía muy tranquilo, nunca rezongó por nada, aplaudía, entrenaba al máximo. También jugué con Juan Pablo Ángel, conviví con él y su familia. Yo tenía 22 años y ganamos la MLS, un torneo muy duro en el fútbol de Estados Unidos, que prioriza mucho el físico, a diferencia del argentino que es más pausado.

—¿Cómo ves a los clubes de barrio?

—Las ligas infantiles funcionan gracias a los parientes de los chicos, que se encargan del bufet, de la entrada. Pero creo que hay clubes como Cambaceres que buscan progresar y que necesitan más apoyo. Yo soy hincha del Rojo, además es el club que me “mostró” y de allí fui a Quilmes, donde ascendimos a la A. Después, jugando un partido de Reserva contra Boca me vio un técnico de Los Ángeles Galaxy.

Miguelito recordó aquel partidazo con Villa San Carlos, cuando metió el gol del 1 a 1, que resultó para él uno de los mejores de su vida, junto a otro que le convirtió a New England.

Fueron dos goles tan festejados como el reciente nacimiento de su primer sobrino, Ludovico, que tiene 3 años y podría tener fichaje en el equipo del barrio donde viven Pedro y Rita (los padres), el Club La Curva de Ensenada, donde él dio sus primeros pasos.