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Del Potro, el chico de los grandes sueños

El tandilense enterró críticas y frustraciones para escribir el capítulo más grandioso de su vida

Con la vestimenta de héroe de comics, el gran tenista de Tandil demostró cómo se vuelve de las malas, cuando todo parece perdido.

Cuando los sueños son fuertes, el día en que comienzan queda grabado para siempre en la memoria. Para llegar hace falta un sacrificio innegociable; el camino se escribe con fuego en la sangre y el alma. 

Un joven de apenas 18 años se integró a un grupo de exitosos el 10 de febrero de 2007. Ese día inició su trayectoria en un torneo esquivo para el país. Sus compañeros le contaban de fracasos, de formas y responsabilidades. Le hablaban de la Zona Americana y de esforzarse para permanecer en el Grupo Mundial.

Tímido, de voz gruesa y cabellera rebelde, Juan Martín del Potro le contestó que sí al capitán del equipo de Copa Davis. Que sí, que jugaría el cuarto punto de la serie ante Austria en la ciudad de Linz. Enfrente estaba el crédito local, el zurdo Jürgen Melzer. Delpo luchó y ganó. Cinco arduos sets y el pasaje a cuartos.

Ese paso tan aplomado fue de alguien que pretende lo máximo. De aquel que no dejaría nunca de intentarlo. Un muchacho que se obsesionaría por la gloria, pero no a cualquier precio. Un año después, Mar del Plata lo recibiría para alcanzarla, pero el contexto lo devoró cuando tenía el triunfo entre las manos.

De los errores se aprende. Intempestivo y algo inmaduro, aquella final con España le significó un puñal al corazón. Pero aquel que se cae debe aprender a levantarse. Del Potro siguió camino. Cuando su sueño personal se hizo realidad un año después en Estados Unidos (US Open), creyó que todo podía ser más sencillo.

No fue así. Aparecieron las lesiones. La muñeca derecha lo sacó en 2010 y lo llevó por primera vez a un quirófano. Chau a esa temporada. A pensar en la siguiente. Asimilado aquel golpe de rigor, volvió fuerte. Llevó a su equipo a otra definición, ante España en Sevilla, en 2011. Hubo errores. Imperdonables ante una “bestia” como Rafael Nadal y ante un estupendo tenista como David Ferrer. Perdería sus dos puntos y se disiparía otra vez el sueño de plata. 

A dar vuelta la página. Entre rumores de mala relación con el equipo, él seguiría. Con la bandera de su país fue a los Juegos Olímpicos de Londres, de donde volvería con la medalla de bronce, tras darle de “comer pasto” a Novak Djokovic. Pero esa satisfacción no evitó nuevas molestias. La otra muñeca rompería todo: en 2014 y 2015 debió ser intervenido en la izquierda en dos ocasiones. 

Ahora sí. Parecía destruido. Pensó en dejar el tenis. Sin embargo, desde las cenizas, volvió despacio y con cautela. Sus ganas y deseos lo encontraron con nuevos compañeros, distintas personas, otro grupo. Con la cicatrización de las heridas más internas, apareció en toda su dimensión y aleccionó a propios y extraños. 

Y lo logró. Lo hizo. Cumplió. Ayer alcanzó esa cumbre soñada, de caminos pedregosos. El sueño de un chico, multiplicado por miles. Ya nada ni nadie podrá quitárselo.

“Gracias a los que no dejaron que me retire. Y acá estoy, con el triunfo más importante de mi vida. Nada mejor que hacerlo acá, en el último partido del año”, soltó entre lágrimas el máximo exponente argentino.

Se fisuró un dedo

El tandilense sufrió una fisura en el dedo meñique de la mano izquierda, luego de que le impactara la pelota tras un saque de Marin Cilic, por lo que se acabó su año deportivo.

Automáticamente, el argentino dio muestras de dolor y continuó con el compromiso que posteriormente terminó ganando en casi cinco horas de partido. En el vestuario fue atendido por su kinesiólogo, Diego Rodríguez, quien constató la lesión. 

Por lo pronto, la Torre deberá tener cuidados especiales para recuperarse y preparar la próxima temporada.

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