Ecos de una época romántica del fútbol que ya no volverá

Pasaron casi 50 años del último certamen de verano disputado en el Club Riachuelo, que llegó a ser una cita obligada para quienes armaban equipos y buscaban desafiar a otros barrios. Todas las noches, de diciembre a marzo, desde 1962 hasta 1968, se disfrutaba con toques y goles

Le daré la nota con todo gusto, tengo buena memoria a pesar de que ya pasé los 80, y de que esos torneos se organizaban hace ya 50 años atrás”, respondió Edgardo Seminara, uno de los propulsores del fútbol y el deporte en general en los barrios, quien estuvo al frente de los torneos nocturnos del Club Riachuelo durante siete ediciones (de 1962 a 1968). El mundo giraba en la cancha ya desaparecida de diagonal 75 entre 63 y 16, que la modernidad ocultó para darle paso a un consultorio del Hospital de Niños.

Jugar aquel certamen del Club Riachuelo fue una diversión y un honor para quienes no partían de vacaciones y decidían armarse en equipos donde prevalecían valores como la amistad, el respeto y la solidaridad. La fiesta duró “hasta que el club tuvo que devolver esa media manzana al dueño. Le decíamos el Maracaná platense”, evocó el organizador con un dedo señalando en dirección al campo de juego que estuvo cerca de su domicilio (el mismo de siempre).

Un poco de números fríos acerca del torneo. No menos de 120 equipos se inscribían en cada edición: siete jugadores por equipo, cinco partidos por noche (20’ por tiempo), fixture de 12 zonas de 10 equipos y después las llaves de “uno contra uno” (para quedar afuera debían perder dos veces) y así hasta la tan esperada final, en la que los dos mejores llegaban a disputar ocho partidos. Contaba con referí y jueces de línea y sorteos dispuestos por los auspiciantes de productos de distintos rubros (vinos, artículos deportivos e incluso una moto). Se recuerda que el público rondaba las 200 personas por noche, que pagaban su entrada. Había copas hasta el quinto puesto y el ganador se adjudicaba una suma de dinero en efectivo. 

Fiesta popular

De diciembre hasta fines de marzo, de lunes a viernes, y de 18 a 22, eran las citas. Era un tiempo lejano, donde “podías dejar la motoneta afuera o el auto abierto sin problemas. Además el torneo no se suspendía casi nunca, no había tantos cambios climáticos”, resaltó Edgardo, que todavía sabe salir a respirar la brisa estival y decirse a sí mismo la mentira piadosa de estar en enero de los años 60, esperando la tarde para ir a abrir la puerta y que empiece el preliminar con la categoría infantil Mosquito, antes de que arranquen a jugar los grandes.

Con una figura internacional

Seminara remontó su mente al pasado para extraer apellidos de glorias que jugaron “su” torneo y el primero que salió fue el de una estrella platense, Pedro Prospitti, quien aún fichado por Inter de Italia, se presentó en varios partidos en Riachuelo. “Si un jugador muy bueno quedaba afuera, otro equipo podía ficharlo y se reintegraba al torneo. También pasaron algunos cracks de Lanús, de aquella delantera conocida como Los Albañiles. El nivel general era muy bueno, y se contaban jugadores de la Liga Platense, un hormiguero de figuras amateur”. 

“No era raro que si algún jugador de un equipo eliminado era pretendido por otro que aún seguía en carrera, se lo pudierareinscribir pagando un derecho de anotación”, finalizó Seminara, en una entrevista en la que lo acompañó su sobrino Gustavo Massolo, otro futbolero de aquella época romántica que ya no volverá. 

La canchita de 19 y 63

Según los memoriosos consultados por este diario, existieron diversos equipos con nombres curiosos. Por citar solo algunos: La Piedra de Goma, Los Intocables, Gomería Crocce (con jugadores de Estrella de Berisso), Montiquín, Tintorería Colón (de los hermanos Pascual), Cantina Alippi, Bodegas Gol, Frenos Ferbus, Panadería Las 3 Espigas (era la barra de Villa Argüello), Gomería Scafati (ícono berissense), y por supuesto aquellos que tenían nombres de los barrios platenses.

Al evocar finales, se menciona al más veces campeón, Joyería Neira, una base de futbolistas de Cambaceres. Una vez, le ganaron a Farmacia San Ponciano (muchachada del Chacarita Platense), y en otra ocasión llegaron a venir los dueños del comercio que tenía base en Capital y sucursal en La Plata. Otros ganadores fueron Mueblería Neveleff (de los hermanos Hugo y Mauricio) y Sastrería Carlitos (Berisso) en 1965.