El color de la ciudad en un sábado a pedir del corazón argentino


Allende Los Andes (de la parte de allá) el cielo tuvo toda la jornada de hoy un particular tono celeste… y blanco, con el brillo metálico de la vieja Copa América. Pero también se jugó a su manera en las calles de nuestra ciudad, donde un reportero de Hoy tomó imagenes frescas y coloridas para compartir.

El juego que inventaron los ingleses locos invadió el inconsciente colectivo y la atmósfera se hizo suave como una camiseta, mientras los ojos del continente posaban en un estadio, en una sola ciudad: Santiago de Chile.

Adentro, entre los once, un pibe de La Plata que ayer nomás corría con los mocos colgando los sábados por la tarde en los torneos de LIFIPA para su equipo bautismal, Las Malvinas. El otro pibe, más mimado, es el que saca lustre al balón en cada uno de sus arranques, el que lleva las cargas de un mundo demandante que se antoja en decirle “Mesías”, cuando es un simple ser humano.

El invierno sudamericano, el frío que caló desde temprano en las diagonales, empezó a cambiar por el sol asomado en la previa a una final donde los pincharratas levantan su mano por el embajador Faustino Marcos Alberto Rojo, que ya ganó la Libertadores de América (el 15 de julio se cumplirán 6 años) y que este 4 de julio iba por otra Copa América.

Hay personas no tan famosas, como “Cacho” Massa, berissense de cuna, hoy al frente de un puestito de antigüedades en la Feria del Parque Saavedra, que ostenta una medalla de Chile ’91 cuando fue como asesor de Alfio Basile en el cuerpo técnico. Hace 24 años era parte de la intimidad del plantel con el goleador Batistuta, el capitán Simeone y el metedor Leo Astrada que fue el único que jugaba los 7 partidos.

Es el fútbol, ungüento del pueblo, el juego que generosamente permite entrar a los corruptos dirigentes salpicados en escándalos como los de FIFA, en mayo pasado, y que bajan las gradas para entregar los premios, en un campo donde hace décadas la dictadura enterraba cuerpos.

Pero todavía anda viva la auténtica alegría. La de un hincha como la que un vecino ilustre del deporte, el ex jockey Luis Triviño (ganador de finales por un pescuezo) que nos informa que detrás de esa cordillera tiene a un sobrino jugando al fútbol profesionalmente y que también es platense, Lucas Triviño.

Las estadísticas son hermosas, como las ansias de campeonato: “el último título de Argentina en la Mayor fue un día como hoy, pero en 1993”, tuitea un periodista. Menos ágil que internet, igualmente una revista vieja nos zuzurra que “cuando ganamos en Chile ’91 habían pasado 32 años de la anterior Copa América albiceleste”. Datos que disfrutará tomando su café en la esquina de 8 y 47 “Tito” Benros, el ensenadense que era utilero de Bilardo en la época más gloriosa.

No pudo ser, pero siempre es bueno rescatar todo lo positivo que se hizo para llegar hasta esta instancia.

Pasó un sábado con el sentimiento futbolero que, a Dios gracias, no cae en el patrioterismo barato que algunos compatriotas le quieren dar. Esto es fútbol, no es la patria. Es la pelota, el potrero argentino y esa histórica potencia que siempre nos tiene expectantes para algún festejo entre tantas pálidas.

Noticias Relacionadas