El regreso de los barras vivos

Por Garganta Profunda

Me levanté bien temprano con la idea de aprovechar el feriado y disfrutar la temperatura primaveral. Desde mi última visita a Estancia Chica, cuando comprobé el austero menú de dos empanadas para los jugadores, no había regresado al predio para evitar las represalias...

Cargué el equipo de mate y con una vianda especialmente preparada, emprendí el largo viaje rumbo a Abasto.

No pudo evitar detenerme al momento de cruzar la vieja tranquera: mientras el plantel de Primera entrenaba  después del empate ante Newell`s, dos pibes lo ha­cían en soledad, casi discriminados del resto.  Cuando me acerqué a preguntar quiénes eran y por qué estaban apartados como si tuviesen ébola,un viejo amigo del lugar me reconoció: “Garganta,  no se meta ahí... Algo raro pasó con esos chicos porque firmaron sin la anuencia del Yagui ni de Troglio. Ninguno de los dos los tienen en cuenta”.

Y con eso basta... Se me despertó la curiosidad y el olfato periodístico me indicaba que algo importante estaba por descubrirse.

Mientras pedía en el buffet un poco de agua caliente, le saqué data a los empleados; me chamuyé a la bufetera y hasta me gané la confianza de otros chicos que están cerca de firmar sus primeros contratos.  Así confirmé que los dos protagonistas de esta historia tenían padrinos de peso.   Emmanuel Oscar Olivera (marcador central, 1.85 mts., de La Plata) y Marcelo Milone (enganche, de 1.69 mts. también oriundo de la región),  están involucrados en episodios de amenazas, extorsiones o aprietes de la barra con la dirigencia del club.

Estos dos futbolistas  jugaron poco y nada la temporada pasada y el Yagui Fernández no los había incluido en la lista de los jugadores que tenían que firmar el primer contrato con el club.  Sin embargo, para sorpresa de todos, tanto el marcador central como el volante se convirtieron en profesionales y, sin ponerse colorados, se apersonaron en la pretemporada desafiando al coordinador quien, azorado, no entendía que estaba pasando.

Según escuché escondido detrás de la caballeriza donde se hace equinoterapia, Milone firmó contrato porque lo representa el jefe de la barra brava conocida como La 22,  quién al enterarse que al enganche lo dejaban libre, le realizó una sutil sugerencia a los dirigentes, de los mismos kilates de la conversación en la Casona en 2006, en la previa al partido contra Boca...

 “¡Viejo, si el pibe no firma acá se pudre todo!”, se escuchó del otro lado del teléfono de un vicepresidente, que, pálido, intentaba calmar a las fieras.

Esta no es la primera vez que la “barra” utiliza este mecanismo. Cabe recordar que en el mercado de pases previo al ascenso, La 22 aconsejó a punta de pistola a Bernardo Supera para que contrate al por aquel entonces desconocido Facundo Pereyra, que llegó de la mano de otro referente de la hinchada (pero de Estudiantes) Patricio Arizaga.

El caso de Olivera es parecido pero a la vez diferente. Emmanuel es hijo del Perro, aquel lateral de la Primera en la década del 80. Actualmente desempeña funciones en infantiles bajo el ala de Marcelo Ramos, quien en su momento llegó al club con la clara intención de sacarse de encima al Yagui.

Al enterarse de la decisión de Fernández, el Perro mostró los dientes y, junto al integrante del cuerpo técnico de Sabella, presionaron a la CD para que revea la medida.
Evidentemente, el sistema de “apriete” está funcionando bien en el Lobo. Pedro, por las dudas, tomá nota.