Trabajando por un sueño

Con la venta de bijouterie y anteojos, el senegalés Massaer se gana la vida peleando por su gran objetivo: ser jugador de básquet. El africano, de 2,04 metros, dialogó en exclusiva con diario Hoy ante la posibilidad de sumarse a Estudiantes o Unión Vecinal para jugar el Torneo Federal

Los senegaleses que llegan a la Argentina lo hacen en un solitario hermetismo, ingresando desde Brasil. En Senegal no hay embajada ni consulado argentino, pero sí brasileño, por lo cual pueden pedir (y conseguir) visa para ingresar a dicho país.

¿El trayecto más frecuente? Desde Dakar (Senegal) suelen abordar un avión a Fortaleza (Brasil), aunque a veces hay una parada previa en Cabo Verde. Una vez en tierra brasileña, se trasladan en colectivo hacia San Pablo y desde allí emprenden camino hacia Buenos Aires, cruzando la frontera por Uruguay. 

Los primeros que llegaron a La Plata lo hicieron en 2006. Se trata de tres compañeros que alquilan un departamento en el barrio de Once y que todavía hoy viajan a vender a nuestra ciudad. De a poco se fue difundiendo  que La Plata “es un lugar tranquilo, donde se vende bien”. Además, Capital Federal “está llena de africanos que venden en la calle”, según las palabras de Massaer Mbaye, un joven senegalés que arribó a las diagonales hace dos años y que actualmente se encuentra en la Costa Atlántica, precisamente en Santa Teresita, aprovechando el turismo.

En lo que respecta al arribo a los diferentes puntos de la región, la mayoría realiza el viaje Buenos Aires-La Plata en colectivo, ya que lo consideran el medio más seguro. 

Por un lado están aquellos que trabajan en la ciudad de lunes a viernes. Otros, en tanto, concurren los sábados y domingos a las ferias de artesanos locales, principalmente de Parque Saavedra y Plaza Italia. Hay también unos pocos que trabajan durante la semana en otras zonas, como lo hace Massaer, en la esquina de diagonal 80 y 44. En ese sentido, el joven africano de 24 años, que vive con su tía en la zona del Policlínico, dialogó en exclusiva con este medio, tras un alto de su arduo trabajo en la Costa. Con una vestimenta acorde a la temperatura, deslizó sus sensaciones sobre su presente y futuro en el básquet de la ciudad, donde quiere cumplir su gran meta.

—¿Cuándo llegaste a la Argentina?

—Llegué en junio de 2015 y directamente me dirigí a La Plata porque mi tía vive allí hace muchos años. Me gusta mucho la ciudad y se trabaja muy bien.

—¿Por qué viniste al país?

—Buscaba nuevas oportunidades laborales. En mi país, si se busca, se encuentra trabajo, pero también hay mucha pobreza. La realidad es que en la Argentina nosotros trabajamos muy bien durante el año. Somos muchos africanos repartidos en diferentes puntos de La Plata y por suerte la gente nos compra.

—¿Extrañás a tu familia?

—Sí, la verdad que se extraña; pero mi familia sabe que viajamos para nuestro crecimiento y nuestro futuro. Hace casi dos años que estoy en la Argentina, pero mi idea es volver, quién sabe cuándo, a visitar mis raíces. 

—¿Cómo te está yendo en la Costa Atlántica?

—Me va muy bien en Santa Teresita; nos levantamos a las 9 y terminamos a las 19. Son días muy duros pero gratificantes; la gente compra muchas cosas, y las playas argentinas son muy lindas. Somos siete compañeros y entre todos alquilamos un departamento. 

—¿Qué vendés?

—Anteojos, cadenitas, anillos, aros, algunas pulseras, y a veces palos de selfie, que es lo que más se llevan (risas).

—¿Siempre te gustó el básquet?

—En realidad jugaba más al fútbol en mi país, practicaba poco el básquet. Sin embargo, cuando llegué a la Argentina empecé a practicar en Estudiantes porque un vecino de mi tía conocía a un entrenador del club. Cuando vuelva en marzo a la ciudad, existe la posibilidad de ir a Unión Vecinal, así que veré cuáles son los pasos a seguir.

—¿Cuál es tu sueño?

—Ser jugador de básquet y crecer en el país o en otro lugar. Me apasiona el deporte y poder jugar sería lo mejor. Si surge la chance en el fútbol, no me molestaría, aunque con mi altura se complica (risas).