Adriana Salonia: “El camino del éxito es personal, ya que te medís con vos mismo”

La actriz, que estuvo en grandes producciones de la pantalla chica, entre las que se encuentran Chiquititas, Padre Coraje y El marginal, habló de la profesión y de los grandes desafíos que conlleva formar parte del medio artístico

Corría la década de los 80 cuando Adriana Salonia comenzaba a dar sus primeros pasos en la actuación. De casualidad, la intérprete, que desde chica había sentido la pasión por la actuación, fue elegida en un riguroso casting para formar parte del elenco de La noche de los lápices, filme con el que debutó en el cine. Luego le llegaron grandes oportunidades en la TV, como Socorro, quinto año, Alta comedia, Chiquititas, El sodero de mi vida, Tumberos y Padre Coraje, entre otras exitosas tiras diarias.

Actualmente, la actriz viene de hacer un excelente trabajo en El marginal, serie emitida por la TV Pública, protagonizada por Juan Minujín y Nicolás Furtado, y que puede verse en Netflix. Además, protagoniza Heidi, bienvenida a casa, una novela juvenil creada por Marcela Citterio (Patito Feo), que se emite por Nickelodeon.

En diálogo exclusivo con diario Hoy, Adriana habló sobre sus primeros pasos en la actuación, su trabajo con grandes referentes del medio y su presente artístico.

—¿Cómo te iniciaste en la actuación?

—Desde los 3 años yo miraba para arriba a los adultos y decía bien alto: “Cuando sea grande voy a ser artista”. No me gustaba jugar como a los demás nenes. Al contrario, escribía obras de teatro y, obviamente, era la directora y la protagonista, porque mis hermanas no querían jugar más conmigo, ya que apenas las dejaba decir alguna frase. Después, de grande, me olvidé un poco de ese sueño. Siempre fui muy estudiosa y obediente. Me recibí de perito mercantil porque mi mamá decía que tenía salida laboral. Solo que, ni bien terminé quinto año, sin dudar dije: “Ya cumplí, ahora voy a estudiar lo que yo quiero”. Así fue que, mientras trabajaba de moza, me anoté en la Escuela Nacional de Arte 

Dramático (ENAD). La gran sorpresa fue pasar el examen de ingreso sin haber estudiado nunca antes teatro, cuando todos mis compañeros venían de formarse con grandes maestros. Así que me dije: “Esto es una señal”. 

—¿En qué momento llegó la chance de formar parte del elenco de La noche de los lápices?

—Continuando con la cuestión premonitoria, al año de estar en la ENAD, mis compañeros vinieron con un aviso del diario, en el que buscaban actores jóvenes para una película que se llamaría La noche de los lápices, y todos mandamos foto. Hubo 1.500 aspirantes de todo el país y quedamos 300 para el casting, que duró un mes, hasta que seleccionaron a los doce protagonistas. Había muchos jóvenes actores que ya tenían más estudios y experiencia que yo. Pero me dije algo, que siempre me repito en esta profesión: “Lo que es para uno, nadie te lo puede quitar. Y, si no, no era para mí”. Más tarde, comprendí cómo esa rebeldía natural que tenía era perfecta para el personaje de María Clara. Supongo que eso fue lo que vieron Héctor Olivera (director) y Pablo Díaz (único sobreviviente), que participó en la selección de los personajes junto a Eugenia Levin.

—¿Cómo siguió la vida después de la película?

—La posibilidad de elegir qué hacer y contar con el tiempo y el dinero para decidir con total libertad nunca fue mi realidad. La gente salía de ver la película y yo los atendía en el restaurante donde trabajaba como moza. Cuando me preguntaban si era la actriz y qué hacía ahí, les respondía que trabajaba para pagar el alquiler, la luz, el gas y el teléfono. Antes, tener teléfono en casa era un valor agregado y el nuestro era compartido con los vecinos de arriba. Ese mismo que, años más tarde, atendió mi vecino cuando me llamaron porque había quedado en el casting de Socorro, quinto año. 

Luego vinieron otras oportunidades. Cumplí muchos sueños, como pisar el Lola Membrives con Guillermo Francella y Adrián Suar, en la primera puesta de La cena de los tontos. Quizá no tuve la inteligencia ni el tiempo de pensar más en cada elección, pero logré vivir de mi profesión. Todo lo que tengo me lo compré trabajando, haciendo lo que más me gusta. Actualmente estoy en Heidi, bienvenida a casa, de Marcela Citterio, en Nickelodeon. Por otra parte, en Netflix podés verme en El marginal, lo cual me emociona, ya que creo que esta plataforma llegó para revolucionarlo todo. Hoy la gente no espera la novela en su horario específico, como antes. Hoy elige verla cuando quiere, donde quiere y en el dispositivo que tenga a mano. Ya sea el teléfono, la computadora o la TV. Y si no nos adaptáramos a los nuevos formatos seríamos muy poco inteligentes.

—¿Por dónde transita el éxito para un artista? ¿Es por la mirada del otro, el amor del público, el rédito económico o la palabra de la crítica?

—El camino del éxito es personal, ya que te medís con vos mismo. Se sabe cuáles fueron las dificultades que cada uno atravesó, y las necesidades de todas las personas son diferentes. Siempre pienso en mi infancia y en lo que quería ser, en las herramientas que tuve que salir a buscar para aprender. Trato de no perder el objetivo, sin renunciar a mis sueños ni a mi vocación. Me gustan los buenos actores, independientemente de esta moda de los influencers y los youtubers. Pero para poder actuar se necesitan actores que sepan decir un texto, que no siempre esté escrito por ellos mismos. No hay que perder el norte. Las modas pasan, como dice Pinti en su famoso monólogo, y quedan los artistas.

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