“El Papa dice que hagamos lío, pero nosotros lo hacemos hace 30 años”

Guillermo Coppola habló de su relación con Diego Maradona y del grupo que conforman los Buenos muchachos. Además, contó cómo hizo para empezar a representar futbolistas

Quiso jugar a la pelota, pero se dio cuenta de que tenía más habilidad en el trato con la gente. Supo ganar amigos y perderlos. Conoció los excesos de la noche y acarició la gloria ajena, siendo la sombra de uno de los íconos del siglo XX.

Guillermo Coppola se presenta ocasionalmente en teatro con los Buenos muchachos, el otrora programa de TV de un grupo de amigos que incluye al Coco Basile, Beto Casella, Cacho Castaña y a Héctor “El Bambino” Veira, hoy devenido en un show donde hacen gala de códigos de barrio y amistad. 

La carrera de Guillermo comenzó de la única forma en la que podía empezar: con la pelota.

—¿Por qué se truncó tu carrera de futbolista?

—Yo trabajaba en el banco, estudiaba y jugaba a la pelota. Eran muchas horas en actividad, poco descanso y una alimentación rápida y ocasional, entonces el entrenador me dijo que algo tenía que dejar, y agregó: yo creo que el fútbol. Me dio un buen consejo y yo lo acepté.

—¿Llegaste a jugar en la primera de Boca?

—Sí, como amigo y como representante de la mayoría de los jugadores del equipo, por 1980, en Bragado. El día de mi cumpleaños, los jugadores y el técnico me hicieron el regalo más lindo que recibí: jugar un amistoso con ellos. 

—¿Cómo te convertiste en representante?

—Conocía a algunos jugadores y me di cuenta  de que el futbolista necesitaba de alguien que lo orientara en lo que era una transferencia bancaria, o una cuenta de ahorro. En aquel momento, no tenían quién los pudiera ayudar a ese nivel. Muchos esperaban al fin de semana para llevar el dinero desde el club hasta su casa. Recibían la plata en el lugar donde jugaban, que podía ser en Santa Fe o Córdoba, y lo guardaban en las almohadas o en los colchones. Yo les indiqué que se podía hacer una transferencia, que era muy sencilla y la hacían en el momento que querían. Así me fueron confiando sus contratos, sus compras de inmuebles, y llegué a representar a casi 200 futbolistas. 

—¿Cómo fue estar a cargo del mejor jugador?

—Estos 200 jugadores de los que te hablo hicieron que yo llegue a representar al más grande de todos (Diego Maradona). Cuando digo que soy agradecido y afortunado es porque era una profesión que no existía, aunque hoy hay cientos de representantes, y al número uno lo manejé yo. Al uno del mundo, de la historia, lo manejé yo. Eso queda en tu currículum y en tu memoria.

—¿Cuáles fueron las fortalezas y debilidades de trabajar con Maradona?

—Fortalezas, todas. Yo digo que fui príncipe en un reinado por todas las cosas que viví al lado de Diego. Los viajes, conocer a líderes políticos, grandes artistas, al Papa, algo que hubiese sido imposible vivirlo si no fuese por él. Por eso tengo un gran sentimiento para con él, y jamás me van a escuchar decir una palabra en contra de Diego, soy un agradecido del pedazo de vida que me hizo vivir. 

—¿Tenías una canción propia de la hinchada del Napoli?

—Sí, porque los hinchas del Napoli entendieron que yo era un apéndice de ese jugador que le dio tantas alegrías a ese equipo que no había ganado nunca nada. Me decían capa blanca, por mi cabello, y tenía una canción que me dedicaban todos los partidos de local, cuando me dirigía a mi asiento. Es un gran recuerdo que me quedó de esta vida rodeada de tantos éxitos, de tanto mundo conocido, y por sobre todas las cosas y lo más importante, de tantos amigos adquiridos. 

—Hoy estás alejado del fútbol, ¿cómo fue juntarte con los  Buenos muchachos?

—Es la suerte de tener un grupo de amigos que lleva más de 40 años, con la capacidad de entender las diferencias. Eso nos permite hoy hacer shows  a sala llena, estar juntos en un momento en el que la gente necesita divertirse, y nosotros somos los especialistas. 

—Despilfarraste mucho en fiestas, ¿cuál fue el mejor boliche que visitaste?

—Camp, de Londres; Jimmy’z, de Montecarlo,y Tequila, de Buenos Aires. Siempre hicimos lío. Hoy, el Papa dice que hagamos lío, pero nosotros lo hacemos hace 30 años (risas).

—Tenés cuatro hijas, ¿cómo te llevás con ellas?

—Tengo cuatro hijas con cuatro mujeres diferentes, lo cual es un buen ejercicio, porque nos llevamos bien todos, somos una gran familia. Tomamos unas clases con ellas, donde nos decimos lo que tenemos para reclamarnos. Son unas clases de honestidad brutal entre padre e hijas. Nos llevamos bárbaro, ellas me permiten ser tan amigo de mis amigos y darles tanto cariño a mis amigos como a ellas.

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