“El primer chiste verde me lo contó mi abuela”

Carlos Sánchez, uno de los históricos contadores de cuentos del país, conversó con este medio sobre su profesión, su pasado musical y los amigos que tiene como referentes

Viviendo el día a día, como la mayoría de aquellos que dedican su vida al humor, un trabajo en el que las contrataciones, aunque no escasean, por lo general son propuestas que surgen de una semana para la otra, Carlos Sánchez asegura que no se puede dar el lujo de re­chazar ofertas laborales, pero que está muy bien “en relación a cómo le está yendo al gremio en general”.

—¿A quiénes les va bien?

—A alguien que quiero mucho, Alejandro Gardinetti. La televisión le está dando un espaldarazo muy gran­de, hace años está peleando por un lugar y se merece lo que está viviendo en El morfi. Le tendría que haber tocado años atrás, pero bueno, todo llega en su momento. 

El otro que tiene un buen presente es Roberto Moldavsky, que también está en el programa de Gerardo Rozin haciendo stand up.

—¿Qué está pasando con los espectáculos de humor?

—Lo que ocurre no es solo con los shows de chistes, los teatros no llenan, la gente no gasta tanta plata para divertirse. Para una salida con tu mujer, con una cena incluida, tenés que gastar dos lucas, y lo que hacemos es evitable. Hoy la gente se cuida muchísimo.

—Por eso son tan importantes los espacios en la televisión

—Programas de humor no hay, sí hay algunos que te invitan a contar cuentos, pero programas puros no hay. El morfi es el único que da el lugar para hacer humor de verdad y gracias a Dios está y le da la oportunidad a gente muy buena. Pero no hay un productor que se anime a armar algo así.

—¿Está la idea?

—Hace tres años hicimos un piloto con Beto César, Belén Francese, Sergio Gonal, Toti Ciliberto y algunos más. Iba a haber una barra, público y un escenario con una banda para hacer humor, música y baile. Canal 9 lo rechazó y después de ofrecerlo a otras señales, le interesó a la gente de Crónica para hacerlo una vez por semana. Nos entusiasmamos pero no se hizo y ahí quedó.

El otro día, en un evento en Maipú alguiense acercó y  me preguntó cuándo volvía Café fashion. Hace 17 años salimos del aire y la gente no se olvida, es un hito de la televisión que nunca más se pudo hacer. Íbamos a las 12 de la noche y me­díamos un montón, la gente nos decía: “Gracias por hacernos dormir con una sonrisa”.

—¿Y Susana?, ¿qué lugar ocupa?

—Soy muy poco objetivo hablando de ella, para mí es un sol angelado, maravillosa, con un carisma y una humildad que muy pocos grandes tienen. Siempre cuento una anécdota de ella: una vez me golpeó el camarín para felicitarnos por el Show del chiste. ¿Carlitos, viste el rating que hicieron ayer?, me dijo, y yo la corregí diciendo: El que hiciste…. Me miró y me dijo que el show éramos nosotros. Ahí la abracé y le dije que se merecía todo lo que tenía y más.

Un comienzo con rebeldía

Carlos, que hace 50 años cuenta chistes, dice que siempre fue el payaso en todos lados, el que siempre animaba las fiestas con amigos. Sin embargo, no siempre fue un humorista, sino que tuvo un pasado relacionado a la música, como cantante. 

Después de cinco años viviendo fuera del país, regresó y decidió que no quería dedicarse más a ese rubro. “Me llevaron engañado a un boliche en San Telmo y aparecí en un escenario, con una guitarra. Ahí, empecé a cantar un tema, y cuando terminó, conté una anécdota; terminé haciendo humor y tocando dos o tres canciones”, relata.

—¿Hay que saber contar anécdotas para ser humorista?

—No, esto pasa en todos los órdenes. Si me pongo a jugar al fútbol no voy a ser como Messi. Se nace con el don, te puede salir bien o mal, y si te sale, podés llegar.

—¿Cuántos amigos hiciste en el camino?

—Muchos. Me ha dejado hermanos que ya no tengo, como Esteban Mellino, Lambetain, y al día de hoy me cuesta mucho hablar de él. El Negro Álvarez, Cacho Garay, Chiqui Abecasis, muchos. Gracias a Dios no tengo enemigos.

—¿A quién admirás de todos ellos?

—Yo contaba siempre un cuento de gangosos, y la gente lloraba de risa. Un día, en el programa de Susana, apareció Chichilo (Viale) con ese chiste. En un momento, estábamos todos tirados en el piso, tentados, y dije que nunca más iba a contar ese cuento porque no me iba a salir como a él. También contaba de tartamudos, hasta que lo vi a Chiqui Abecasis…

—Entonces, ¿cuál es tu rubro?

—Los chistes de borrachos, capaz. Lo cómico es que nunca tomé alochol, siempre me dediqué a estudiar a los borrachos. Los gallegos me salen, y aunque sin ser cordobés, con los de cordobeses también me va bien.

—¿Cómo te cae que 9 de cada 10 que te cruzan te pidan un chiste?

—No es que me joda, pero toda la gente se piensa que uno está todo el día contando chistes. Por ahí salís del banco con una calentura bárbara y ahí si te preguntan te dan ganas de mandarlos a la mierda (risas).

—¿Hay un lugar en el que no se puedan contar chistes?

—No. Yo creo que si lo hacés con respeto, se puede en cualquier lado. El primer chiste verde que aprendí en mi vida me lo contó mi abuela, era un personaje de historieta ella. El día de su velorio, entre los nietos empezamos a contar anécdotas, y en un momento estábamos todos riéndonos. Vinieron nuestros viejos y nos retaron, y ahí le expliqué a mi papá que la estábamos recordando a ella, con su humor.

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