“En La Plata está la génesis del teatro nacional”

El actor Rodolfo Ranni dialogó con Hoy sobre Aeroplanos, la obra que estrena el viernes en la ciudad junto a Mario Pasik. Además, entre otras anécdotas, habló de su infancia en Italia, su trayectoria y su relación con la fama, el dinero y las mujeres  

La voz rasposa y fácilmente reconocible de Rodolfo “Tano” Ranni se confunde, de a ratos, con ruidos de copas y motores. Sentado a la ventana de un bar ubicado en la ochava de Bonpland y Soler, en el barrio de Palermo, justo frente al teatro El Túnel, el actor atiende el llamado de Hoy a la hora pautada. Por este compromiso, cinco minutos antes suspendió el ensayo de Aeroplanos, la obra de Carlos Gorostiza, dirigida por Daniel Marcove y protagonizada junto a Mario Pasik, que el viernes, desde las 21.30, estrenará en el teatro Coliseo Podestá (10, entre 46 y 47).

Ésta será la primera vez que Ranni y Pasik subirán juntos a un escenario. “Descubrimos que tenemos una gran conexión y, mientras ensayamos, nos emocionamos mucho, algo que sólo sucede con las obras entrañables”, asegura Ranni.

Aeroplanos es la historia de dos amigos que se conocen desde hace sesenta años y que, a lo largo de sucesivos encuentros, reflexionan acerca del paso del tiempo, la muerte y el valor de la amistad que los une.

¿Cómo se lleva con los temas que se tratan en la obra: la muerte, el paso del tiempo?
Por suerte, mi problema no es el de los personajes y eso es lo lindo de mi profesión. Yo, aún a mis 77 años, pienso que la vida es movimiento y hay que mirar para adelante.

¿Cómo se prepara para el estreno en La Plata?

Estamos muy contentos por empezar la gira en el Coliseo Podestá, porque La Plata tiene una historia cultural fundamental. Ir a La Plata es ir a trabajar arriba de la génesis del teatro nacional.

Usted puede pasar de una obra ligera como Los Grimaldi, a una más reflexiva como Aeroplanos. Eso habla de su versatilidad...

La gente sabe que puedo hacer una cosa liviana como Los Grimaldi y después aparecer con Aeroplanos, que es una obra profundísima. A mí me gusta hacer Gorostiza, Los Grimaldi, Shakespeare. Hago de todo, porque creo que en esta profesión no existen las especializaciones.

“No me voy a morir frustrado”

Mientras apura un cortado, el “Tano” recuerda: “En mi época no había escuelas de teatro, uno aprendía trabajando. Tuve la fortuna de laburar con grandes como [el director y dramaturgo] Armando Discépolo y ensayar con él era una clase de teatro”.

Y si Ranni no se formó académicamente, fue porque la actuación lo encontró a él -y no al revés- desde muy chico. Entonces, se sorprendió como quien recibe debajo de la puerta una correspondencia que no espera: “Tenía 15 años y volvía del cine con unos amigos, cuando de pronto leí un cartel que anunciaba Próximamente Gran Teatro; miré y era un sótano. Cuando salí, estaba anotado en el elenco de lo que iba a ser el Teatro de los Independientes, que ahora es el teatro Payró. Yo venía de perder a mi viejo a los 11 años, así que creo que el destino me mandó al teatro para contenerme”, reflexiona el artista que, además, se ha destacado en cine (No habrá más penas ni olvido; Funes, un gran amor; Comodines o Esa maldita costilla) y televisión (Matrimonios y algo más; Vínculos; Zona de riesgo; Los machos; La nena; Los buscas; El tiempo no para, y la lista sigue)

¿Si no se cruzaba con ese anuncio, no hubiera sido actor?

En realidad, yo quería cantar -y lo logré en 2006 con Tinelli, en Cantando por un sueño-. Pero me pregunté: ‘¿Quién gana más guita? ¿Los actores o los cantantes? Primero me hago actor -dije, como si fuera tan fácil-, y después canto’. También tenía que ver con la fantasía de volver famoso a mi pueblo; después me di cuenta de que los actores no ganaban la guita que yo fantaseaba, pero ya estaba metido en la profesión y seguí (risas).

El “Tano” soñaba con volver “famoso” a su patria en Trieste, un pueblito de Italia donde nació el 31 de octubre de 1937. “En mi DNI yo sigo siendo italiano, pero me siento muy argentino”, asegura este hombre criado en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. “A pesar de todo, tuve una infancia feliz: yo veía de la ventana de mi dormitorio cadáveres flotando en el mar; miraba caer las bombas desde la esquina de mi casa; tuve muertes familiares. Pero hoy puedo intelectualizar todo eso y exorcizar las imágenes torturantes”.
Fue en 1947 que dejó la Vieja Europa para arribar al continente que le tenía reservado su destino como actor: “Cuando me decían América, yo pensaba que íbamos a ir a Estados Unidos, buscaba rascacielos y no los encontraba. Tuve la fortuna de criarme en Charcas y San Martín, donde sí había rascacielos. Eso cumplió con mis fantasías americanas”, suelta con carcajada arenosa.

¿Le queda alguna fantasía por cumplir?

No, soy bastante atípico en ese sentido; me gustaría hacer muchas obras, pero si no las hago no me voy a morir frustrado por nada que no haya hecho.

Mujeres y algo más

Rodolfo Ranni dice que empezó a actuar para ganar “guita” y volverse “famoso”. Pero también, para atraer mujeres. “Aunque a veces se gana más sin ser actor, porque hay prejuicios y alguna te dice ‘¿Te pensás que porque sos famoso me voy a regalar con vos?’”, revela con picardía a este diario.

Y del arcón de sus historias con mujeres, el “Tano” rescata una en particular. Él tenía 20 años y estaba acodado a la barra de un bar en Charcas y San Martín, cuando una muchacha de 12 entró y pidió un teléfono para llamar a su casa. “Ella iba a un colegio que estaba en frente, se había quedado sin plata y quería pedir que la pasaran a buscar.

El cantinero no quería prestarle el teléfono, porque en esa época una llamada era guita, pero yo le pagué el llamado y ella me agradeció, muy colorada”, sonríe. “‘Cuando sea grande, me voy a casar con ella’, dije yo, y así fue. Yo tendría 40 años y ella 33 cuando nos reencontramos y descubrimos que éramos nosotros”.