Enrique Pinti: “No se puede imaginar un futuro venturoso con los problemas que hay”

El humorista es un señor del teatro y uno de los monologuistas más importantes del país. Este domingo vuelve a la ciudad con su nuevo espectáculo, Otra vez sopa, obra en la cual repasa textos que se refieren a “problemas antiguos que el país no ha podido superar”

A sus 77 años, Enrique Pinti parece que nunca se va a quedar sin palabras ni aliento. Este humorista, que supo escribirle textos a Antonio Gasalla y que nunca tuvo que trabajar de otra cosa que no fuera actuar, se siente un afortunado. 

Sin embargo, Pinti nunca se olvida de la realidad que viven sus compatriotas. Por eso, a través del humor y de la acidez que lo caracteriza, el hombre que conquistó el país con Salsa criolla y El infierno de Pinti volverá a la ciudad para presentarse este domingo a las 20 en el Coliseo Podestá, un lugar que según él es “un teatro histórico. Me encanta”. En el nuevo show, Otra vez sopa, a través de su irónica y divertida mirada sobre la realidad nacional y mundial, presenta su enfoque sobre el comportamiento del pueblo y la dirigencia política a través del tiempo. 

En una entrevista con Hoy, el artista contó detalles de su nuevo espectáculo y habló sobre la realidad del país.

—Festejaste los 30 años de Salsa criolla, obra que tenía muchos artistas en escena, y ahora estás presentando el unipersonal Otra vez sopa, ¿de qué se trata el espectáculo y cómo vivís la temporada?

—Con Salsa criolla festejamos los 30 años desde su estreno, estuvo diez años seguidos en cartel. En enero debuté con el unipersonal Otra vez sopa. Es una serie de revisión de textos, no porque sean viejos, sino porque abordan problemas antiguos que el país no ha podido superar, según mi modesta opinión y visión, a lo largo de tantos años. Son textos que no solo hice en Salsa criolla, sino en otras presentaciones como El infierno de Pinti, Pericón, Pinti canta las 40, y en todos los espectáculos que presenté, desde el año 1982 hasta la actualidad. 

Los problemas se repiten, por eso Otra vez sopa. Es muy despojado, incluso por la cantidad de gente en el escenario, ya que soy yo solo hablando. Quería hacer una especie de resumen acerca de todo lo que he dicho. Y eso es lo que es este espectáculo, una revisión de nuestros problemas a través de algunos textos que han dejado de ser textuales. La obra muestra lo que me significa a mí como argentino que, a pesar de los distintos modelos de gobierno, las ideologías, las diferentes teorías económicas, lleguemos a los mismos problemas: inflación, devaluación, desocupación, bajos salarios. Hay frases que lo demuestran, como la de Perón: Los sueldos suben por la escalera y los precios por el ascensor. Ya se veía venir en 1950, es algo que no se puede manejar directamente. 

—¿Qué paralelismo hacés entre la realidad nacional y la mundial?

—La Argentina tiene una impronta bastante difícil de sostener, porque lo que ocurre a nivel nacional viene de procesos muy traumáticos, aunque no tienen ni punto de comparación con los que vivió Europa: bombardeos, gente huyendo, campos de concentración, una serie de horrores. Entonces el dinero se iba a armamento, y desencadenó en cosas horribles. Acá hubo crisis políticas, dictaduras, pero no guerras declaradas, como en Estados Unidos, que se mete en todos los conflictos bélicos y gasta miles de millones en armas. 

Por eso no me puedo explicar cómo es que nosotros solo tuvimos la guerra con Paraguay en 1864 y nada más, hasta las Malvinas en 1982, que duró tres meses. Lo demás fueron todas crisis políticas, en un país pródigo en cuanto a recursos naturales. No me lo puedo explicar, y no me refiero a mí. Porque si te metés en un negocio que funciona, o tenés un cierto desahogo económico, no la pasás tan mal, pero no hablo de mí, que soy parte de los dos millones que viven bien, ¿qué pasa con los otros 38 millones que viven en la pobreza? Siempre llegamos a lo mismo.

Tengo 77 años, soy diabético, y me puedo atender, pago la obra social. Y para los 10 o 12 años que me quedan voy a poder estar bien, pero el resto de los jubilados están muy mal.

—¿Por qué pensás que nos reímos de las desgracias?

—Porque el sentido del humor no hay que perderlo nunca. En mi caso, no me río de la desgracia, sino de lo ridículo que me parece escuchar un discurso, dos, quince, veinte, y darse cuenta que no llegan a nada. Eso produce una especie de chiste macabro. Si acá tenés un movimiento de izquierda, y querés votarlo, tenes veinticinco candidatos divididos. ¿Dónde está la manija de donde uno se puede agarrar si quiere un cambio? Ves las boletas, y no sabés a quién votar.

—¿Cómo te imaginás el futuro?

—Como una proyección de lo que uno vive. No se puede imaginar un futuro venturoso con los problemas que hay, en materia de inseguridad, salud, educación. Aún accediendo a la educación, la misma está muy deteriorada, los docentes mal pagos, también a los médicos de hospital público se les paga poco. Lo único que podés ver como futuro es la confianza en que lo individual vale. Los médicos hacen milagros, enfermeras y enfermeros lo mismo. Quiere decir que el material humano, la materia prima, funciona. Los que no funcionan son los que tienen que conducir. 

—¿Considerás que se fomenta el arte en la Argentina?

—Acá tenemos un movimiento teatral que es el primero de América Latina y uno de los principales del mundo. Y como este es un país centralista, está metido en Buenos Aires nada más, pero también en el interior se gestan cosas, no solo en teatro, también desde el punto de vista de la música tenemos un material importante. Lo que falla es la gestión cultural, que es sesgada o partidista, y a veces te encontrás con que hay corrupción. Pero el material artístico es invaluable, maravilloso.

—¿Nunca tuviste el impulso de pasar a la acción?

—No, de ninguna manera, uno debe trabajar de lo que sabe. Y una de las cosas que creo que fallan es que hay gente que no está capacitada para gestionar políticamente, puede tener condiciones, pero no tienen idea de lo que significa. No puedo gestionar nada yo. Ni siquiera en el ambiente cultural. Meterse en algo y no saber, es hacerle daño al país. Nunca me llamó un político, saben perfectamente que digo la verdad.

—¿Sufriste censura alguna vez?

—Sí, autocensura, en la época de los militares no podías hablar de un montón de temas. En el 78, año del Mundial, ya escribía para Antonio Gasalla. El tema era el Mundial y nos cuidamos muy bien de no tirar un dardo porque sabíamos que ellos no se andaban con chiquitas. 

—¿Por qué no hacés ficciones televisivas?

—Me hubiera gustado muchísimo hacer personajes de ficción. No en una tira, sino en unitarios como El Puntero, Epitafios. Hubiera querido hacer mil papeles, pero nunca me los ofrecieron. Los pedí, pero me ven como un monologuista, me encasillaron. Sin embargo he tenido muchos papeles en ficción que incluso han sido bien comentados, como el caso de Perdidos por perdidos, con Ricardo Darín, en cine. 

Fui premiado como mejor actor de reparto. También trabajé con Eduardo Mignogna y fui nominado, hice Sentimental de Sergio Renán, y también fui candidato. Hay un montón de pruebas, pero se ve que no han sido suficientes.

—¿En qué cambiaste vos?

Estoy más tranquilo, en cuanto a la perspectiva. No tengo mayores esperanzas, no son las mismas a los 40 que a los 77. Por supuesto me interesa la realidad y lo sigo diciendo.

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