“Hay una nota nostálgica en cada músico”

Con 25 años de carrera y casi una década separados, Embajada Boliviana volvió para quedarse. Editó un disco doble que fue reconocido como lo mejor del año. Una de las bandas más influyentes de la historia de la ciudad recibió a este diario en Parque Sicardi y contó su historia

Hace veinte años, Embajada Boliviana era la banda que “había que ir a ver” en La Plata. Los recitales míticos en El Cafetal eran una excusa perfecta para ver a uno de los grupos más influyentes. Es probable que muchas de las personas que asistían a esos shows en vivo hayan tomado un instrumento y formado una o varias bandas. 

En el año 2000, luego de editar un discazo llamado Soñando locuras, se separaron en silencio. Luego de un retorno fugaz en 2010 y un duro golpe sufrido en el interior de la banda (Julián Ibarrolaza, el cantante, sufrió un trastorno auditivo por el cual no puede someterse a volúmenes altos), volvieron a separarse. Pero como lo que no mata, fortalece, tuvieron un “re-reencuentro”. Julián (voz y guitarras), Kuntacu (guitarra), Cabeza  (bajo), Matu (batería) y Toto volvieron al ruedo, crecieron en número, y se reinventaron en un formato inédito para el género. De todo esto hablaron con este medio en una tarde hermosa en Parque Sicardi.

—Veintinco años desde que arrancaron, ¿qué se les viene a la cabeza?

Julián:—Lo primero es una marcada y matemática manera de ver el paso del tiempo. Genera una sensación de vejez en nosotros, pero también de juventud cuando vemos que las generaciones se renuevan. Nos hace sentir jóvenes. Así que es un sentimiento, filosóficamente hablando, ambiguo y dual. Es un ida y vuelta proporcional.

Cabeza:—El otro día hablaba con un pibe en un recital. Nació en el año 2000. A mí me hizo ruido. Ya había hecho una etapa muy grande de mi vida. Se había separado Embajada ese año.

Kuntacu:—Es una manera de subsistir para la banda. Si no nos escuchara la gente que tiene 15 años, tal vez no estaríamos acá. Es muy importante.

J:—Es una forma de retroalimentarnos también. Es como nuestro combustible. Saber que todavía estamos en batalla. Nos da ánimos para seguir tocando.

—Grabar un disco, ¿era una asignatura pendiente?

J:—Sí. Sigue siendo un desafío muy parecido a lo que fue Soñando locuras. Estoy medio cabulero, pero hay muchas cuestiones que se parecen. Cuando salió el disco era atípico para la época. Transgresor. No era lo que esperaban, era muy lento. Se hizo un disco de culto y estamos agradecidos. Ahora salimos con Las mejores canciones del mundo, que tiene el movimiento acústico. Siempre rompemos, estamos a contramano.

K:—No son discos convencionales.

J:—Es la característica de la banda, de buscar una manera original mas allá de los resultados. Tiene un desconcepto dentro de un mismo concepto. Dos frentes que son opuestos, pero pretendiendo que sean una sola cosa y una sola banda. 

T:—Un contraste de intensidad y dinámica.

 

—Del trabajo de grabar, ¿qué cambió? 

Todos:—Usamos metrómonos, afinadores... (risas)

C:—En mi caso, no me acuerdo como grabamos Soñando locuras.

J:—En ese momento, el equipo de bajo en el baño y el de guitarra en la cocina. Esos son secretos que no tendríamos que contar (risas).

T:—Hay más gente desde la producción, más instrumentos, y el doble de las canciones. 

Matu:—La madurez. Los años te llevan a una madurez que en el 2000 no buscábamos.

—La independencia es complicada, ¿fue difícil el proceso?

M:— Como todos sabemos, los rockeros somos millonarios (risas).

K:—Lo principal fue marcar el objetivo: grabar un disco, y en el proceso tardamos más de dos años.

C:—Son dos discos. No teníamos ni método de ensayo. Nos juntamos en mayo (2014) a tocar, para salir a este “re reencuentro”. No ensayábamos en forma eléctrica. Lo que menos teníamos eran los recursos. Si bien somos independientes, nos costó ser prolijos. Antes, en un cassette de 90 minutos cortábamos la cinta, estábamos más en esas cosas que en hacer la diferencia económica. ¿Cuanto nos quedó de este recital? Nunca nos preguntábamos eso.

J:—¿Cuanto le debíamos al sonidista? Era así antes de la separación, así fue el último show en La Plata en el 2000. La música te pone a prueba todo el tiempo. Hay que arriesgar. En su momento, eso nos llevó a un desgaste que la economía no gambetea. Tener una banda de rock es un pozo negro donde tirás la plata. A la vez nos lleva a un replanteo: el músico tiene que exigir el cobro de una entrada. Si un músico, después de 20 años de tocar, no vale al menos lo mismo de lo que cobran una cerveza en el lugar, se está asimilando mal todo.

 

—¿Cómo afectó el trastorno auditivo de Julián a la banda?

J:—Tratamos de aprovechar las cosas negativas para transformarlo en algo positivo, también en la vida. Hablo en plural porque  somos como hermanos, nos conocemos hace 25 años. Yo estoy hablando y ellos saben todo lo que voy a decir. Nos confesamos cosas. Fuimos muy pesimistas en algunos momentos de la vida, fui pesimista de gusto, me privé de un montón de cosas lindas. De grandes empezamos a encontrar salidas positivas. Un instinto, una logística a favor. Estamos esperando que pase algo malo para que venga lo bueno.

—Sale el sol aunque llovió demasiado... (parte de la letra del último disco)

J:—Exacto, está en las canciones.

 T:—El problema de Julián también nos hizo empezar a tener en cuenta el sonido, emprolijar aspectos. Particularmente, me hizo tomar conciencia de cuidarnos.

K:—De cuidar a todos, incluso al público. Para no salir lastimados. 

—¿Sigue vigente el sueño de vivir de la música?

C:—Sí, nos da más fuerza ante la mínima adversidad. Más coraje para seguir adelante. No sé cómo habría sido si Embajada hubiera podido vivir de la música, si hubiera durado tanto. Tengo mis dudas, creo que esto nos dio más fuerza,  más ganas de seguir y de seguir unidos.

La Plata, bajo su influencia

—La influencia que tuvieron en gran parte del arte independiente platense, no solo de la música, es muy alta, ¿la notan? ¿Qué les produce?

J:—Lo notamos y nos cuesta un poco, por la humildad. Lo recibimos con muchísimo cariño, afecto y mucho agradecimiento.

C:—Hay una generación de bandas, de chicos que tienen diez años menos que nosotros. Mira a Toto, o mi hermano Juan, que canta en el formato eléctrico y tiene una década menos que yo. De su generación surgieron un montón de bandas.

T:—Yo no empecé tocando con ellos. Sin embargo, la influencia de ellos hizo que armara mi banda. Tengo la suerte de estar en los dos lugares.

J:—Nos fuimos influenciando también nosotros. Se acercó gente más joven, con bandas  nuevas, y terminamos enriqueciéndonos por ellos. Esto no empieza y termina en un lugar. Es un ida y vuelta. 

—La Plata es un lugar propicio para eso...

J:—Está fundamentado por el amor al arte, y porque hay muchos lugares en los que se puede estudiar gratis: el conservatorio, la facultad de cine, los centros culturales. No hay una sola única línea a seguir. Acá hay alternativas. Se cultiva el arte.

C:—Gente con ganas de hacer cosas.

J:—Estamos haciendo un video con la gente de Brazo Armado Cine. Son gente  que sabe un montón. Pensamos que eran dos y son como quince. Tienen un montón de conocimiento, práctica y mucho talento. Nos entusiasma. Es algo nuevo que nos da un motor para seguir con más ganas que antes. 

K:—La ciudad funciona así. Mucha gente viene de afuera y se contagia. Es un nodo, un punto de encuentro donde fluye todo. Algo energético.

—Eso es un legado...

J:—Es que hay un canal de comunicación y una reciprocidad que no se rompieron. Un caminito que está intacto, que es viejo, que tiene baldosas, que tiene un poquito de pasto crecido, y tiene esas casas de La Plata con techos de chapa, esas pinturas golpeadas por el tiempo. Una nota nostálgica que está en todos los músicos y artistas de acá. Es nuestra marca. Ese paisaje que tantas veces caminamos.

M:—Todos estamos locos, no es uno solo (risas).

Las mejores canciones del mundo

Como dice Kuntacu, el guitarrista: “Más punk que hacer un disco acústico no hay”. Embajada Boliviana editó este año Las mejores canciones del mundo, con diez temas de factura acústica y quince eléctricos. La poética sigue vigente como siempre en este álbum que rompe con lo establecido por el género, al igual que su predecesor, Soñando locuras, publicado en el 2000.  

Luego de 16 años de silencio, ya están trabajando en otro proyecto. Julián contó al respecto: “Estamos grabando un disco nuevo. También va a ser distinto, tendrá doce canciones”. Toto agregó: “Bastante mas punk, pero con las licencias que la banda siempre se permite, que no son pocas.”

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