ENTREVISTA EXCLUSIVA

“Lo interesante de la música es cuando tenés la suerte de convertirte en un clásico”

Sandra Mihanovich se presentará este viernes en la ciudad en el marco de los festejos por sus 40 años de trayectoria. En diálogo con este medio, habló de su presente artístico y su relación con la profesión

Auténtica, solidaria y comprometida, Sandra Mihanovich  es una de las artistas que hoy por hoy se constituyen como un emblema de nuestra cultura. Con 20 discos lanzados, la cantante tiene una de las carreras más prolíficas y actualmente se encuentra celebrando sus 40 años en el ambiente musical.

En este marco, Sandra visitó la redacción de este diario para adelantar la presentación que realizará este viernes a las 21.30 en el Coliseo Podestá (10 entre 46 y 47). “Este festejo por mis cuarenta años en la música empezó el año pasado. Estamos terminando de editar el recital y calculo que en un mes más va a haber un CD/DVD con un documental y los recitales del Teatro Ópera. Estos años no los cumplo sola, sino con las personas que hemos compartido todo este tiempo. Lo interesante de la música es cuando te quedás al costado, cuando tenés la suerte de convertirte en un clásico y estás más allá de la moda. Eso está muy bueno”.

—Cumplís 40 años con la música, empezaste desde muy chica, con tu familia. ¿Qué recuerdos tenés de esas épocas?

—Tengo el recuerdo del sótano, como un lugar en el que nos encontrábamos. Ahí ensayábamos, era el lugar en donde se podía hacer música sin molestar a nadie. Hasta el día de hoy recuerdo esas reuniones familiares con música. Siempre había algún piano, ya sea en lo de mi abuela o mis tíos, estaba presente. Incluso diría que es una tradición que se mantiene hasta la actualidad. Los Mihanovich amamos la música y evidentemente hay una cuestión de ADN. La pasamos bien.

Profesionalmente primero estuvo el tío Sergio, un gran músico de jazz que murió hace algunos años. Después lo seguimos mi hermano y yo, y ahora mi sobrina Sol Mihanovich. Indudablemente, somos muy intensos respecto a esto.

—¿Sentís que esa influencia fue la que te guió a lo largo de tu carrera y a lanzarte como artista?

—Yo creo que tuve una vocación muy marcada. Para mí fue una bendición y la tuve desde muy chica. Yo era bastante introvertida y me costaba engancharme a nivel social, pero a la hora de tomar la guitarra y cantar era feliz. Esto se manifestó desde mis primeros años, en el colegio, en el club, con mis amigos y por supuesto mi familia. Para mí era obvio que cuando terminara la escuela secundaria iba a cantar. El asunto era cómo concretarlo. Primero estudié música en la UCA, pero me resultó demasiado técnico, muy abstracto, se trataba de una carrera académica de muchos años. Entonces, decidí inscribirme en el conservatorio de arte dramático, que tenía otra onda. Sin embargo, con total seguridad, donde aprendí más fue en los escenarios.

En 1978 hice Aquí no podemos hacerlo, la única comedia musical que realicé de la mano de Pepito Cibrián. Fui armando mi banda, conociendo a los músicos con los que luego canté y haciendo canciones de otros artistas. 

Al principio toqué con mi hermano Vane, mi compañero de toda la vida, que por supuesto estará este viernes en el Coliseo Podestá y que es mi par, mi amigo y mi complemento en el escenario. Después, fui conociendo a Marilina Ross, Celeste Carballo, Alejandro Lerner, el Negro Rada, Horacio Fontova, Facundo Cabral, entre otros. Y fui encontrando un repertorio propio. Yo al principio cantaba en inglés, que es un idioma que te facilita la tarea: por su propia fonética hace que la voz se deslice, cualquier cantante te lo puede decir. Pero tomé la determinación de cantar en castellano cuando dimensioné lo que pasaba al comprenderse la letra. 

Posiblemente, fue el año 1982 el que marcó un antes y un después en mi carrera, luego de mi presentación en el Teatro Obras. Estaba ocurriendo la Guerra de Malvinas y se había prohibido la música en inglés.

—¿El contexto te complicó para subirte a los escenarios? ¿Cómo era hacer música en una época de represión?

—Para mí era todo natural. Cuando estás inmerso en algo, lo vas llevando. Había muchos boliches y éramos varios los que cantábamos. Yo me alquilé mi primer departamento cuando tenía 20 años y vivía de cantar en locales todos los días. Ese clima oscuro, negro, que vivíamos en esa época hacía que saliéramos, que no nos quedáramos en nuestras casas. No había internet, no había 200 canales de televisión, obviamente no existían los celulares. Era una realidad muy distinta, por eso la salida a tomar algo y escuchar música era muy buscada, era necesaria. De hecho los dueños de uno de los primeros lugares en los canté eran chicos de la facultad y se juntaron porque les gustaba la música, aunque probablemente no ganaran nada con el boliche.

Creo que por todo eso los años 80 son de alguna manera mágicos. Esa cosa de añorar la época, la música, los boliches, lo que se hacía está muy presente. Hoy hay un montón de cosas nuevas, pero la onda de los 80 quedó para siempre como algo muy grande. Hasta personas que no vivieron en ese momento lo sienten así.

—Dijiste que el año 82 fue muy especial…

—Sí, la música en castellano tuvo una difusión inesperada y pasamos de los pubs a los estadios o los teatros que en ese momento se usaban como cines. En ese entonces, las Malvinas dieron lugar a una argentinidad muy expuesta. Queríamos decir: “Somos argentinos, no nos van a llevar por delante, queremos poner el cuerpo”. Eso tuvo su auge cuando recuperamos la democracia, y fue una fiesta total. 

—Tuviste muchos picos y mesetas en tu carrera, y además fuiste mechando la música con la actuación…

—Sí, para mí la actuación siempre fue algo que me gustaba, pero a la vez me daba mucho miedo, me surgían inseguridades. Fui a trabajar como actriz de la mano de Alejandro Doria, a quien conocí paradójicamente en la casa de Andrés Percivale, que acaba de partir en estos días y tengo que agradecerle todo lo que le debo. El primer programa en el que canté fue en La noche de Andrés, donde estaba con un microfonito en la mano rodeada de bailarinas. Estaba parada, petrificada, asustada con todos los que me cantaban alrededor.

Ahí lo conocí a Alejandro, que me llevó a la televisión y después al cine, pero siempre con mis temores. Diría que entendí más lo que significaba ser actriz cuando hice espectáculos infantiles en los años 90. Me cayó la ficha de que actuar era jugar a ser otra persona. Después hice Vulnerables, y ahora cada tanto mi amigo productor Pablo Cullel me suma y me dice que le gustaría que haga algo.

—De tantos recitales que diste, ¿cuál fue el más memorable o emocionante?

—Tengo muchos. Hay lugares que te marcan o te llaman la atención porque son enormes. Otros, simplemente por la magia. En 1982 canté en Obras, en 1986, en el Festival de Viña del Mar, para el que estaba asustada, porque nunca había ido a un teatro. Pensaba que no iban a saber quién era yo, pero la verdad me fue muy bien. Para mí tienen toda la magia del mundo los pubs, hasta el día de hoy me siguen generando una felicidad enorme. 

El primer teatro en el que canté fue acá en La Plata. Estaba en frente del Polideportivo de Gimnasia. Hace cuarenta años de esto, un montón. Cada lugar tiene su magia. Lo que más me gusta es tener la posibilidad de abrir el tablero y jugar en todas partes, en todas las canchas. Me hace feliz, porque si de repente sos tan famosa que solo podes ir a un estadio te perdés el pub, el contacto directo.

En el teatro, más allá de las cuestiones tecnológicas que aparecen, hay algo que tiene que ver con el vivo y el directo, y el contacto de una persona con otra, que es irremplazable. Nada es igual a vibrar con todos los que están con vos en un lugar así.

—¿En algún momento sentiste que te imponían un estilo?

—No, por suerte siempre elegí las canciones que quise cantar y fui grabando los discos que quise grabar. Cada uno de los 20 álbumes lo elegí yo. Sí me arrepiento de no haber hecho algunas cosas, como una película o una presentación. Pero uno va eligiendo y tratando de hacer lo mejor. Soy una agradecida, porque me dedico a lo que me gusta desde hace 40 años.

—Al margen de la música, ¿como te encontrás sentimentalmente?

—Te diría que estoy en un momento muy pleno y lindo, en el que siento todo bastante equilibrado. Una de las cosas que descubrí fue compartir el escenario con mi familia, de pronto sumar a mi hermano y a mi sobrina Sol en el escenario. Haber hecho jazz en el Colón en 2015 me hace sentir que la familia indudablemente es lo más importante que uno tiene en la vida. Y poder acomodar y combinarla con lo que uno hace para ganarse la vida es un premio total.

Este verano estuve en el festival de Cosquín como cronista de radio nacional, y fui a ver, escuchar y charlar. Me tocó presenciar el show de Victor Heredia que festejaba sus 50 años. Estaba con sus hijos y sus yernos que le habían hecho un arreglo para una canción. Lo vi tan pleno, lo reconocí y me reconocí en él. 

“Cuando uno da, recibe más”

En marzo de 2016, tras siete años de relación, Sandra se casó con María “Marita” Paz Novaro. Fue un momento lleno de emoción y a la artista la acompañaron sus más grandes amistadas y su familia. Pero antes de esto, Sandra había sido noticia por un acto de amor más grande.

Cuatro años antes, Mihanovich había decidido donarle un riñón a su ahijada, Sonsoles Rey Obligado, acto que conmovió a toda la opinión pública. 

—¿El público mostró más cariño luego de que decidieras hacer la donación?

—El trasplante y la donación de riñón fueron increíbles. Se trató de una oportunidad que tuve y se generó una cuestión mediática muy fuerte que yo no esperaba. Eso potenció todos los vínculos y lo que puedo dar en el escenario. 

Yo creo que cuando uno da, recibe más. Una palabra que describe lo que siento es “gracias”, por haberle podido dar un riñón a mi ahijada, tener la salud y la compatibilidad. Tengo la sensación de haber participado de un milagro.

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