Marcelo Melingo, de Jugate conmigo al teatro

Comenzó en la actuación junto con la troupe televisiva de Cris Morena. Se convirtió en un referente sobre las tablas y es también una de las primeras opciones a la hora de pensar en villanos

En 1994 Cris Morena era la reina indiscutida de las tardes de Telefe gracias a Jugate conmigo, el ciclo de entretenimientos que la exactriz de Amigos son los amigos lanzó en junio de 1991. El germen de Chiquititas y, más adelante, Verano del 98 fue Life College, una novela que se emitía durante el programa y que tuvo 200 capítulos. 

Marcelo Melingo surgió del mismo semillero del que sobresalieron Luciano Castro, la fallecida Romina Yan, y otros como Michel Brown, quien gracias al modelaje y la actuación triunfa en varios mercados en todo el mundo. Melingo debutó allí como Gastón, un villano que maltrataba a su pareja, interpretada por la actriz Felicitas Beccar Varela, hoy concejal de Cambiemos en Pehuajó. 

Dedicado plenamente al teatro, Melingo  actúa, dirige y se dedica a la docencia. También supo brillar como malvado en Entre caníbales, un unitario de Juan José Campanella que protagonizó junto con Natalia Oreiro, Joaquín Furriel y Benjamín Vicuña, entre otros. En una entrevista exclusiva con este medio, habló sobre sus comienzos y sus proyectos actuales.

—¿Cómo fue que te adentraste en la actuación?

—Mi vocación nació en el colegio. Comencé a participar de los actos escolares porque me gustaba y porque mis compañeros tenían vergüenza o eran muy tímidos. En mi caso, me tomaba muy a pecho el juego de la actuación, el hecho de representar y subirme al escenario a divertirme. Esto continuó hasta mi tránsito por el colegio secundario. Luego estuve influenciado por la institucionalidad de las ideas conservadoras que traemos desde hace muchos siglos y que me obligaron a elegir una carrera “de verdad”. Es por ello que estudié un año de Abogacía, luego Marketing y Publicidad, pero siempre intentando encontrar el rumbo. 

Tiempo después, comencé a trabajar como disc-jockey, entonces una noche pasé música en un restaurante y conocí a una actriz, que luego sería mi pareja durante algunos años. Así fue como la acompañé a las obras de las que formaba parte y se despertó en mí esa pasión por la actuación. De esta manera, a mis 22 años, me anoté en la escuela de teatro de Lito Cruz, dos años después hice un casting para un programa de Cris Morena y quedé para un papel de la novela que se hacía en Jugate Conmigo.

—¿Qué mirada tenés sobre la televisión actual?

—En primer lugar, no la veo. Después puedo hablar de una o dos ficciones que están en Canal 13 que son similares, tienen el mismo tenor, la misma luz e iguales títulos, entonces no me interesa. En el caso de Telefe, que es un canal en el que trabajé, que logró contenerme siempre, veo algunos cambios en su programación que no terminan de llegar al público y que tampoco me cierran. Siempre recuerdo que hasta hace 6 o 7 años, había novelas al mediodía, ficciones que eran muy interesantes y actores que daba gusto seguir. 

Ahora, hay una transición hacia las plataformas como Youtube, Netflix, es decir todo lo que se pueda ver mediante un clic, incluyendo los programas de televisión abierta que al otro día están disponibles en la web. Además, el presupuesto de la televisión demuestra claramente que no les interesa hacer una o dos ficciones por año, para después tener programas enlatados, con dos tipos hablando y una escenografía compuesta por un cartón pintado. La televisión en este momento tiene un vacío enorme.

—¿Podés vivir del arte?

—Creo que sí porque es fundamental ser feliz con lo que uno hace. En mi caso, siempre trabajé como intérprete y no soy un tipo que explotó masivamente. Sí considero que soy un actor que se sostuvo tanto en su labor como en la vida también. Puedo hacer lo que me gusta, percibir dinero y además aportar mi granito de arena a la cultura. Nunca me faltó un plato de comida y, citando a Ricardo Darín en una entrevista: “Siempre pude bañarme una vez por día”. Lo importante es que uno como actor tiene un rol social que va mucho más allá de la mera función de entretener o figurar en el chimenterío de turno.

—¿Qué proyectos tenés para este año?

—Ninguno para televisión. Tengo dos proyectos teatrales que ya están encaminados. Dirigiré Telerañas, la obra de Tato Pavlovsky que le costó el exilio, y otra que se llama El hombre con gafas de pasta, que hice el año pasado y continuará en el corriente. 

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