Ricardo Darín: “La falta de educación es la madre de todos los males”

En una charla íntima, el actor reflexionó sobre la actualidad del país y adelantó detalles de La cordillera, el filme de Santiago Mitre en el que encarna a un presidente que comienza su mandato y deberá tomar serias decisiones que afectarán al país

Desde un set armado en un lujoso hotel de Recoleta, Ricardo Darín aguardaba ubicado en una silla que la producción dispuso para él. Minutos antes, el actor había arribado al lugar y se había puesto a acomodar sus pertenencias en un pequeño morral, molesto por la luz de uno de los reflectores que apuntaba en su dirección. “Me está dejando ciego”, dijo el intérprete mientras achinaba sus característicos ojos azules. En este contexto recibió a diario Hoy para hablar sobre La cordillera, el filme de Santiago Mitre que se estrenará el próximo 17 de agosto y lo tiene como protagonista.

La película, que la semana pasada tuvo su estreno para la prensa nacional, ya fue exhibida en el festival de Cannes, donde la calificaron con elogiosas críticas, aunque para el actor eso no es garantía de nada. “Viste que esas cosas son riesgosas, porque de pronto las idiosincrasias, las culturas y los diferentes lugares, a veces, te pueden patear en contra”, confió Ricardo.

En este thriller político, el intérprete encarna a Hernán Blanco, un presidente argentino que viaja a una cumbre en Santiago de Chile, donde no solo deberá tomar decisiones políticas que afectarán al país, sino que además enfrentará una crisis familiar que amenaza con desenmascarar un oscuro secreto.

—¿Qué te pareció la película? 

—Me encantó. Hoy es un día de mucha alegría y felicidad para todo el equipo, porque fue el más contundente en cuanto a las devoluciones de gente que la vio, que se tomó el trabajo y la generosidad de hacérnoslo saber. Entonces, la recarga de energía, en este caso, es tan importante que te instala en un lugar mucho más amable.

—¿Fue un buen augurio que se estrenara en Cannes y que tuviera una excelente repercusión?

—A los franceses les encantó la película, también a los españoles y a los argentinos que estaban allá. No así a los estadounidenses, pero creo que tiene que ver con la construcción del filme.

—¿Eso lo decís por la forma en que es representado el personaje de Christian Slater?

—No por el personaje, porque está bárbaro en la película. Al no haber una aclaración partidaria de su rol, no se sabe si es republicano o demócrata y me parece que eso baña injustamente a todos los norteamericanos. Eso a lo mejor no fue del agrado de algunos.

—Desde que te llegó el guion, ¿cómo pudiste jugar con el personaje?

—Al principio con incertidumbre, porque (Santiago Mitre)  me contó una idea y después apareció el guion, fue por capítulos. Lo tomé muy bien, me pareció fantástico que confiara en mí, había visto sus dos películas anteriores como director (El estudiante y La patota)  y me gustaron mucho. Le tuve mucha confianza como él la tuvo conmigo. Se estableció, desde el comienzo, una especie de alianza en la que me sentí muy cómodo gracias a su generosidad y espero que él se haya sentido igual conmigo.

—Tu personaje es un presidente, ¿qué tiene de vos esta interpretación?

—Nada. Este tipo necesita construir poder, siente que no lo tiene, que no está respaldado por la crítica, asume que su gestión no es sólida. Entonces llega a esta cumbre de presidentes aún sin saber que tiene un objetivo, que no es otro que el de fortificarse, salir más solidificado de ahí. Lo que no sabemos es cómo va a intentar conseguirlo.

—Hablaste de pedirles a los políticos transparencia. Si pudieras decidir sobre algo que modificara la vida de la gente, ¿qué sería?

—Si pudiera intentar tomar una sola medida para modificar la vida de la gente, la diferencia estaría en si hablamos del corto o del largo plazo. A largo plazo hablaría solo de la educación. Creo que la falta de educación es la madre de todos los males. Si fuera una medida a corto plazo, o sea de emergencia, hablaría de alimentación y salud.

“Cuando el cine apuesta a la inteligencia, el público lo agradece”

Desde un primer momento, Santiago Mitre supo que para llevar a cabo su filme necesitaría un equipo que no se limitara solamente al suelo argentino. La historia que decidió escribir junto con Mariano Llinás se desarrolla durante una cumbre de presidentes latinoamericanos en Chile, donde se definen las estrategias y alianzas geopolíticas de la región. 

Al respecto, el director aseguró: “Sabíamos que iba a ser difícil logísticamente porque había que filmar en locaciones complejas de la Argentina y Chile. O sea que era un filme en el que los productores debían estar atentos administrando muy bien el rodaje. Tuvimos la suerte de trabajar con K&S Films (la cinta será distribuida por Warner Bros. y fue producida en conjunto a La Unión de los Ríos, MOD Producciones de España y la francesa Maneki Films), que son los productores de El clan y de Relatos salvajes, tienen muchísima experiencia para abocarse a películas grandes y resolvieron todo a la perfección. Así que para mí fue un placer, porque pude trabajar y concentrarme únicamente en los problemas que se me presentaban a nivel artístico o como director, que no son pocos”.

La filmación recorrió locaciones de Buenos Aires, Bariloche, Santiago de Chile y el centro de esquí Valle Nevado, en el país vecino. Además de la presencia de Ricardo Darín, cuenta con un gran elenco de talentos argentinos e internacionales: Dolores Fonzi, Érica Rivas, Gerardo Romano, Elena Anaya, Leonardo Franco, con la participación especial de Paulina García y Christian Slater.

El rodaje, además, fue un desafío por la altura y el clima de la región. Sin embargo, tanto director como actores concuerdan en que fue un equipo inmejorable y que en el set, la camaradería y el amor –Santiago y Dolores Fonzi son pareja desde 2015– fluyeron perfectamente. “Tengo la ansiedad final de que este proyecto tan querido se comparta con todo el mundo”, admitió Fonzi. En diálogo con este medio, la pareja habló del filme, la actuación y el camino recorrido.

—¿Cómo empezó el viaje con La cordillera?

Dolores Fonzi:—Santiago me dijo que tenía una idea sobre unos políticos en una cumbre. Después se fue concretando cuando escribió el guion, eligió los personajes y terminé haciendo de la hija de Darín. 

Santiago Mitre:—Quería hacer una película sobre un presidente de ficción. En el cine argentino nunca se había hecho desde lo ficcional, entonces me pareció que era un buen desafío para mí como director. Imaginé esta cumbre de presidentes en medio de la montaña, en una cordillera y a partir de ahí empecé a escribir, a contar la historia de este hombre en sus primeros meses de gobierno, en plena construcción de su identidad ante los desafíos en términos de política exterior. También tiene un conflicto de orden íntimo en relación con su hija, que abre puertas hacia zonas ocultas y oscuras.

—Es una película que deja abierta la interpretación para el público, ¿pensaste en eso cuando la estabas haciendo?

SM:—Me parece que es parte de la propuesta, porque trabaja sobre la política contemporánea desde una perspectiva ficcional, mediante la cual se pueden hacer muchas relaciones con lo que pasa en la realidad. Cuando el cine apuesta a la inteligencia, el público lo agradece. Creo que va a generar mucho debate y charla de sobremesa. Para mí, era muy importante que el filme tuviera un final fuerte y contundente, como una especie de navajazo al gesto político, y que esta producción lograra instalar un debate.

—¿Cómo fue elaborar el personaje de Marina, la hija del poder?

DF:—Cualquier personaje que Santiago me hubiera propuesto, lo habría hecho. Terminé haciendo de hija porque a él en su cabeza le cerraba. Se dio todo bastante natural, aunque él se decidió bastante tarde, no es que yo ya sabía. Todo fue sorpresivo, acepté, nos fijamos si parecía la hija de Ricardo. Él estaba indignado con la diferencia de edad (risas), pero hicimos la cuenta y podría serlo tranquilamente. A partir de ahí, comenzamos a trabajar el vínculo, y a ver qué pasaba con este padre.

—¿Cuál de todas las escenas fue la más difícil?

DF:—La de la confitería, que es la más coloquial. Mi personaje es muy intenso y se encuentra en un estado de fragilidad y vulnerabilidad muy particular. Entonces salirme para luego hacer una escena más cotidiana me costó muchísimo. La repetimos como veinte veces y no es broma. Era gracioso, porque en las escenas más complejas, como la de la hipnosis o la del final, yo estaba súper concentrada, entregada al estado emocional, pero en la de la confitería no sabía cómo articular la normalidad dentro del personaje de Marina.

—Prácticamente te vimos crecer en la pantalla. Actualmente estás encarando papeles cada vez más complejos, ¿qué buscás como intérprete?

DF:—Estar amparada por amigos, un buen guion, un director o un personaje interesante. Es cierto que trabajo desde hace mucho y me siento como en familia. En la calle, me dicen: Ay, ¿tu hermano, qué tal?, es como que todos son tíos en la vida pública (risas). Lo que más disfruto es trabajar en equipo, con gente con la que ya tengo confianza y hay una intimidad. Eso es lo que busco, estar contenta y contenida en un ámbito familiar, dentro de lo posible.

—La cordillera fue bien recibida en Cannes, ¿pensás que es un buen presagio para la crítica local?

SM:—Creo que es una película argentina que establece un diálogo muy particular con el público, que es imprevisible. Así que deseo que genere todo lo que tenga que generar pero tampoco lo puedo prever ni controlar. No puedo más que sentirme contento por haber hecho un nuevo filme y por la calidad que tiene. Deseo que el público se la apropie de la manera que quiera.

—¿Cómo fue trabajar junto a Dolores, tu pareja?

SM:—Fue muy fácil, porque ella es una actriz increíble, así que es bárbaro, tanto para mí como para cualquier director. Es muy curiosa, muy entregada a los procesos creativos, le gusta explorar los personajes fuertes y complejos, así que en eso le estoy agradecido. Tengo mucha admiración por su trabajo. 

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