Sergio Pángaro, el artista platense más inquieto

El músico y actor se movió siempre en el ambiente under. Con su gran ambición estética como motor, erigió una carrera que lo colocó en el estrellato 

Una de las primeras cuestiones que llaman la atención de Sergio Pángaro es que nunca se lo va ver de jean, remera y zapatillas, porque prefiere escaparle al “mal gusto”. El músico y actor supo trabajar para los directores argentinos más premiados de 2016, Mariano Cohn y Gastón Duprat (por El ciudadano ilustre), para los que actuó en El artista y también compuso la música de El hombre de al lado. Para el multifacético artista, se viene un año plagado de proyectos, los cuales contó en una charla íntima con diario Hoy.

—¿Cómo empezaste en la música y la actuación?

—Empecé a aprender con la mandolina, que para un niño de nueve años es adecuada por el tamaño. Pero también aprendí guitarra en un orfanato en el cual vivía: en la década de 1970, por la congestión política, mi mamá decidió escondernos en un hogar eslavo o ucraniano. Las personas que lo dirigían tenían cosas muy lindas, te enseñaban a hacer labores agrícolas y también contaban con una orquesta. Así, me enseñaron canciones ucranianas y rusas, lo que fueron mis primeros pasos en la música.

La actuación llegó un poco más tarde. Cumplí la función de director musical en la obra Osías, el osito, de María Elena Walsh (risas), y después la hice en el teatro de barrio en La Plata, bajo la dirección de Eduardo Caracoche. Yo me inicié como escritor, porque me gustaba escribir. El teatro era muy interesante como género literario. Me gustaba más que los géneros convencionales. Esperando a Godot, por ejemplo, es un texto que me cambió el modo de pensar, a partir de ese texto vi el teatro de otra manera, antes me parecía aburrido. 

Armé un unipersonal a mediados de los 80 y me fui a Mar del Plata con la obra. Nunca me moví del teatro under o alternativo. Es uno de los espacios en los que más se puede investigar y sin presiones de mercado. No hay un “el público quiere esto”, uno puede darse la libertad de pensar que hay un público más interesante que lo que proponen las salas mainstream.

—¿Cómo alternás tus trabajos entre las diferentes artes?

—Siempre alterné las cosas. Cada área merece un lenguaje especial. Si vas a hacer música, es lo mismo que componer un personaje para una película. Según lo siento yo, este exige exclusividad, y lo mismo ocurre con la literatura o la música. En cuanto a esta última, siento la urgencia de plasmar lo que vivo en un mo-mento, como una fotografía. Mas allá de que las canciones puedan haberse escrito antes, pero en la mezcla y la edición del disco, siempre es bueno tener una noción del instante que se está viviendo. Esto le garantiza actualidad al sonido. Esa impronta deviene de estar despierto y metido en un personaje, o cantando y tocando la guitarra.

—Te iniciaste desde muy chico, ¿qué ves como positivo y negativo de eso?

—Malo nada, al revés, yo le diría a los padres que los contenidos educativos  de sus hijos tendrían que incluir las artes: dibujo, música, actuación o canto. Es importante que los nenes tengan un contacto con esas áreas, después verán si quieren vincularse o no. Las disciplinas artísticas hacen funcionar sus mentes de manera diferente. Incluirlas en su formacion resulta esencial, y en esta época más que nunca. Yo no le veo ningún perjuicio, solo provechos. Después, cada chico le dará el uso que quiera. 

Hoy son pocas las veces que el nene se desprende de la televisión, hay que obligarlo un poco. Vemos cosas horribles en la tele, como nenas que usan maquillje. Hay que tratar de reforzar solo lo bueno. Tal es el caso de los musicales, por los que las nenas aprenden a cantar. Cuando hice el casting para el coro en la escuela, me hacía el que cantaba mal, porque me daba verguenza. Ahora los nenes con el fin de parecerse a sus ídolos, cantan y algunos lo hacen muy bien.

—¿Cuáles son tus proyectos para 2017?

—Estoy produciendo a Cocó, mi mujer, que es periodista. Nunca tuvo pretensiones, pero canta muy bien. Sus hermanos le hicieron escuchar Sumo, Peligrosos Gorriones, entre otros, y sin darse cuenta tiene una formación muy rockera. Cuando la descubrí, la empecé a grabar con el celular, y ahora casi la estoy obligando a sacar un álbum. Lo vengo haciendo tranquilo pero estoy muy entusiasmado, como hace tiempo no lo hacía con algo propio.

Por otro lado, estos años estuve con El cisne negro, presentándolo en un club de jazz de San Telmo. Grabamos el disco, y estoy puliendo el trabajo. Es un poco en vivo y otro poco en estudio. Tiene una especie de guión de obra teatral: se trata de un cantante que tuvo mucho éxito internacional pero la decadencia actual de la música le impide al público reconocerlo. Y él sostiene que los rockeros le usurparon el lugar, por causa de la Guerra de Malvinas. 

Por último, estoy terminando una biografía de mi maestra de canto, con la que tuvimos la suerte de ganar una beca del Fondo Nacional de las Artes para un libro. Ella fue cantante de la ópera de Viena en los años 60, cuando lo era todo. Tengo grabaciones de ella, y el libro tiene anécdotas muy jugosas. Asumo que, para este año, encaré un montón de proyectos. 

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