“Siempre me gustó la vida, aún en los peores momentos”

Esta noche, la gran actriz argentina se presenta en la ciudad con su unipersonal Sobre el amor y otros cuentos sobre el amor. En la víspera, habló con Hoy de ese espectáculo, su trayectoria, sus proyectos y el desafío de dirigir a Ricardo Darín y Érica Rivas en Escenas de la vida conyugal

Por Jorge Garay

En sus excepcionales tiempos libres, Norma Aleandro lee, pinta o escribe. De hecho, al atender el llamado telefónico de Hoy interrumpe una trascripción de poemas de su autoría. El resto de las horas las dedica a la profesión que le valió el reconocimiento mundial, desde la Argentina a Hollywood: filma proyectos en cine y TV; dirige a Ricardo Darín y Érica Rivas en Escenas de la vida conyugal; y viaja con su unipersonal Sobre el amor y otros cuentos sobre el amor, donde, a través de textos propios y de autores que van desde Lope de Vega a García Márquez, aborda ese sentimiento con humor. Precisamente, hoy, desde las 21, la gran actriz presentará este espectáculo en el teatro Coliseo Podestá (10, entre 46 y 47), ámbito propicio para que ella se exprese en toda su dimensión: como actriz y cantante, acompañada por el guitarrista Oscar Migueles.

 ¿Qué presencia tiene el amor en su vida?

Es mi vida -enfatiza-, como creo que le sucede a la mayoría de la gente. Es el amor hacia los amigos, la familia, mi esposo (de hace 40 años, el psicoanalista Eduardo Le Poole), los hijos, a la naturaleza, al planeta.

¿Suele reírse del amor como lo hace en este unipersonal?

Siempre me he reído del amor, con sus desdichas y maravillas. Y eso es lo que sucede con este espectáculo, basado en el humor que provocan ciertas situaciones de amor. Porque desde el humor se puede hablar de todo: desde la muerte en adelante y para atrás. El humor es algo tan humano como el dolor o como respirar, y nos ayuda muchísimo a transitar esta vida.

Al menos desde 1976, cuando comenzó a recorrer el mundo con esta pieza teatral, Aleandro se ríe del amor. “He ido cambiando los textos, hasta llegar a esta selección tan clásica como contemporánea. Me divierto mucho, porque actúo, canto y, además, amo la literatura desde niña, cuando leía libros en las bibliotecas, hasta que después me los pude comprar yo”, confía a este diario.

¿Eso explica que siga apostando a las giras, a la actuación?

Es que me interesa muchísimo, me divierte. ¿A vos te gusta el periodismo?

Por supuesto, me permite tener charlas como estas, por ejemplo…

Vas a atravesar el paso del tiempo y, si realmente te gusta, no vas a dejarlo. Del mismo modo, ¿por qué yo voy a dejar algo que amo, si encima los demás vienen y se ríen conmigo?

Parir el personaje

Norma Aleandro es, para decirlo de algún modo, otro de los nombres de la actuación. Desde su debut teatral a los 9 años, su carrera creció como una bola de nieve, con hitos como La Historia Oficial (1985), el primer filme argentino en ganar el Oscar a la mejor película extranjera y por el que obtuvo el premio a Mejor actriz en Cannes; o El hijo de la novia (2001); o su participación en cintas hollywoodenses como Gaby: a True Story (1989), que la convirtió en la primera intérprete argentina en ser nominada al Oscar y al Globo de Oro. La enumeración, aunque azarosa, antojadiza e incompleta, sirve como pincelada introductoria a su vasta trayectoria. Pero, lejos de reposar en los laureles, Aleandro sigue: sobre las tablas y debajo de ellas, por ejemplo, dirigiendo a Ricardo Darín y Érica Rivas en Escenas de la vida conyugal, la obra del director sueco Ingmar Bergman que, tras una exitosa temporada en Mar del Plata, regresó al porteño teatro Maipo. 

Hace 20 años protagonizó Escenas de la vida conyugal junto a Alfredo Alcón. ¿Qué la llevó a volver a la obra, ahora como directora?

Es una obra muy buena de Bergman: él hizo una película primero, muy oscura, profundamente dramática. Después la transformó en una serie televisiva; y luego se fue a vivir a Alemania enojado con su país por un problema de impuestos. Cuando estaba en Berlín le pidieron que transformara esa película en obra de teatro y lo hizo, pero le dio una connotación más liviana: convirtió un gran drama en una comedia. A mí me interesó muchísimo cómo encara el problema de dos personas de sexo opuesto, que deciden casarse y tener hijos, odiando y amándose, viviendo juntos pero no de acuerdo. Describe muy bien a cualquier persona de este planeta en cualquier época, está fuera del tiempo: el amor, el dolor, el espíritu de aventura, el pánico, son cosas que nos pasan desde que estamos sobre la Tierra. Y la tragedia de la vida, vista desde afuera, resulta cómica.

Los protagonistas de Escenas de la vida conyugal son Juan y Mariana, quienes relatan al público las peripecias de su matrimonio y la relación que mantienen luego de su divorcio. En un ámbito atemporal, alternativamente son actores y personajes, traspasando la cuarta pared y haciendo cómplices a los espectadores.

¿Qué redescubrió al verla como directora?

Fue muy distinta. Primero, al hacerla otras personas, le dieron nuevas características a los personajes. Una vez, Bergman hizo un montaje impresionante de Hedda Gable en Suecia; a los seis meses se la pidieron en Londres y la montó con actores ingleses. En una entrevista le preguntaron cómo podía ser que la misma obra, con el mismo director, fuera tan diferente de un lugar a otro. Y Bergman respondió: ‘Los actores eran otros’. Eso resume toda la aventura de la composición de un personaje. Lo que hicimos Alfredo y yo era una cosa; lo que hizo Darín con [Valeria] Bertuccelli fue otra y lo que hace ahora con Érica Rivas es algo distinto. Él tampoco es él mismo con otra actriz.

¿Cuánto aporta el hecho de ser actriz a la hora de dirigir?

Ayuda muchísimo, lo que no significa que todos los actores podamos ser directores y viceversa. No es imprescindible ser actor para dirigir, pero hay una cosa que nos pasa a los que dirigimos y somos actores: conocemos el mundo interno que se mueve en el que actúa, que se vuelve muy frágil al meterse en el mundo de otra persona, con otra mentalidad, otra forma de ser, otro carácter, otros sentimientos. Entonces hay que saber cuidarlo y ayudarlo a que no se asuste durante el proceso de composición. Yo siempre digo que el director es como un partero.

¿Cómo es eso?

 El director tiene que ayudar al actor para que salga a la luz su personaje. Cuando uno es actor sabe que los momentos de inseguridad vienen inevitablemente, y que cada actor lo vive de una determinada manera: algunos se ponen de mal humor, otros lloran. Ante eso, hay directores que entran en pánico; en cambio, los que somos actores sabemos que eso va a suceder, que hay que protegerlo. 

En una carrera tan extensa como la suya, ¿queda algo por hacer? ¿Pesa su historia a la hora de encarar nuevos proyectos?

La verdad es que no lo sé, yo soy muy mala para mirar hacia el futuro. He vivido siempre en el presente, y con los años me dí cuenta de que es lo mejor que me puede pasar (risas). Creo que el presente es lo único que tenemos; hay gente que vive con la cabeza en el pasado, otros viven con la cabeza en el futuro, yo vivo en el aquí y ahora. No lo digo como un mérito; a algunos budistas, por ejemplo, les cuesta mucho eso de vivir en el suceder, pero a mí me sale naturalmente, siempre fui así: me ordeno para el presente, porque me cuesta muchísimo proyectar.

Entonces, tampoco estará de acuerdo con eso de que todo tiempo pasado fue mejor…

A mí me ha pasado todo lo bueno y todo lo malo que se le pueda ocurrir. He sabido nadar en la tormenta, en medio del tsunami -eso hasta que no me sucedió no lo podía saber-; he atravesado momentos de angustia, y he salido de ellos con la misma alegría de antes. Siempre me gustó la vida, aún en los peores momentos. Creo que eso me ayudó muchísimo.

Más allá del teatro

Además de sus proyectos teatrales, Norma Aleandro tiene pendientes otros estrenos en cine y televisión que adelanta a Hoy. “También estoy filmando la película coral de Marcos Carnevale, El espejo de los otros, con Graciela Borges, Marilina Ross (que vuelve al cine), Pepe Cibrián Campoy (que debuta en la gran pantalla), Leticia Brédice, Oscar Martínez, Mauricio Dayub, Ana María Picchio; voy a rodar un filme de Ana Katz; este año estreno La valija de Benavidez, de Laura Casabé; y me propusieron volver a la televisión [tras su participación en En terapia] con la miniserie Historia de un clan (Telefe), sobre el caso Puccio”.

¿Le alcanza el tiempo para todo?

En realidad, yo no quisiera que las cosas sucedieran de esta manera, pero pasa, las propuestas llegan... No es culpa mía -aclara sonriente-: cuando armo mi vida trato de que no se junten dos proyectos, pero ya le dije que soy muy mala para ordenar el futuro (risas).