Cuando las aguas fluían claras

Antes de que exista el sistema subterráneo de extracción, la ciudad contaba con tanques “para aguas corrientes”. Los vecinos del Parque San Martín recordaron junto a diario Hoy un pedazo de historia del siglo anterior: la de un gigante de hierro de casi 30 metros de alto

Se construyó en 1910 y lo retiraron en 1970. Un tanque de agua, que el paso del tiempo se quiere encargar de recordarlo como uno de los “monumentos” de la ciudad, se imponía con respeto en un pedazo del Parque San Martín. 

Hoy, en tiempos de tanta problemática en torno al recurso natural  -que nos recuerda su importancia tanto en los cortes reiterados como cuando llega con  la elevada concentración de algún químico-  es bueno darse una vuelta por el pasado. En los expedientes de la Legislatura provincial está el registro del 14 de enero de 1910 cuando se sancionó la ley que autorizó a levantar “un tanque para aguas corrientes elevado de 3700 metros cuadrados de capacidad, y 26,70 metros de altura sobre el nivel del suelo”. La construcción contó además con 7 pozos, y el sistema en general proveyó de 26.500 litros de agua por día, casi el doble de lo que se consumía.

Los vecinos reconstruyeron parte de la historia del “monstruo del San Martín” junto a nuestro diario. A los 68 años, Ricardo D’Angelo no necesitó esforzarse para dar detalles de su juventud de pelota de trapo y de aventuras ¡en el tanque!. “Cuando lo conocí ya no se usaba para el fin que tenía, que era darle presión a las cañerías. Tenía un cerco perimetral y entrábamos por una parte de su alambrado roto”.

El texto del poder legislativo indicaba como lugar de construcción “la Plaza de Armas”, el actual Parque San Martín, que también supo denominarse Juan Vucetich. Para D’Angelo, hace cinco décadas atrás “más que parque, era un pajonal”.

“Un platillo volador”

“Estaba aquí, exactamente donde ahora se juega a la paleta”, indicó “Manzana” Pieroni, un popular personaje del básquet del Club Platense. “Pertenecía a Obras Sanitarias… Vaya a saber por qué motivo hicieron el negocio, pero según se dice, todo ese hierro se lo dieron a los militares”. Oscar Fregossi, a sus 66 abriles, contó que “cuando jugaba en Everton se veía desde la cancha como un platillo volador”.  Rubén, de 65, admitió que “conformaba un paisaje hermoso, en una época de casas bajas y a veces lo rodeaban carpas del Regimiento 7 de Infantería, porque venían a acampar y a entrenar”. 

El “Colo”, arribado a la zona en 1959, tiene fresco el momento en que lo desmontaron. “Cuando le sacaron las patas (parafraseó) quedó un pozo inmenso y la tierra removida hizo un barrial, que duró hasta que lo asfaltaron”. Justamente la capa asfáltica les vino como anillo al dedo a los deportistas de ley que, brocha en mano, marcaron los límites para una cancha de paleta que hoy reúne a los veteranos los fines de semana. Sin embargo, otros aseguran que la pavimentación fue idea del Municipio ante la queja de no pocos habitantes que no querían a la Feria sobre la Avenida 51: “los llevaron adonde estaba el tanque, pero nunca quisieron aceptarlo y siguen sobre la rambla”.

“Yo vi cómo le sacaron remache por remache, ¡era una obra de arte!”, sumó otro lugareño, que fue más al grano: “No sólo que fue un símbolo, sino que suministraba el agua al barrio en una época donde salía clara y no venía con los químicos que viene hoy”.

Tres tanques maestros

Las primeras usinas de agua corriente en la historia de nuestra ciudad, según consta en el libro “Crónicas de un siglo”, de Carlos Antonio Moncaut, estaban en tres lugares estratégicos: la primera de ellas, en 13, 14, 65 y 66, parque Saavedra; la segunda, en 1, 115, Diagonal 80 y 44, y la tercera en 23, 24, 51 y 53. Al decir de los veteranos vecinos consultados por Hoy, “eran similares entre sí, sobre todo la de los dos parques”.

La foto 

Una de las pocas imagenes del tanque hoy está en las paredes del quincho ubicado en el corazón del parque, perteneciente al CF San Martín que lo alquila para eventos especiales. La misma fue donada por el vecino Raúl Gardinetti, entrañable persona que vivió en la cuadra de 54 entre 23 y 24. Su casa también pasó de moda, ya que allí hoy existe uno de los tantos edificios que se replican en la ciudad moderna.

Una copia de esa fotografía engalanó muchos años el kiosco de 54 y 25, que con el devenir de los años fue cambiando de dueño. El comercio, hasta principios de los ’90, llevó como nombre “El Tanque”, en claro homenaje al artefacto del que hoy no quedan ni las bases, aunque sólo algunos de esos hierros de su esquelética conformación, pasaron a ser sostenes del quincho.