El trabajo de investigación de un oceanógrafo

El canal de Beagle y su insondable ecosistema

Un oceanógrafo encaró un proyecto titánico para investigar, a bordo de un bote, las aguas y la fauna del paso más austral del mundo

En las agitadas aguas argentinas del canal de Beagle, en la provincia de Tierra del Fuego, conviven diversas especies marinas, como la centolla y el centollón, que son un importante recurso económico y pesquero. Pero más allá de esa actividad, aún se desconoce el medio físico en el que estas especies viven. Actualmente, oceanógrafos estudian el lecho marino para aportar datos a la Biología y también a la pesquería.

Jacobo Martín, investigador independiente del Conicet en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic, Conicet) sale a navegar cada dos semanas, desde 2014, las aguas del canal con el objetivo de registrar los valores de salinidad, temperatura, profundidad y ventilación (es decir, la cantidad de oxígeno disuelto) del agua en diferentes puntos. Su proyecto busca establecer líneas de base sobre las características físicas del agua y su funcionamiento fisicoquímico.

“El desarrollo de los seres vivos se basa necesariamente en determinadas variables físicas de su contexto. Conocerlas en forma más precisa y completa, así como también los procesos de cambio que atraviesan, puede permitir entender mejor el comportamiento de los organismos acuáticos que habitan esas aguas”, afirmó Martín.

A lo largo de su desarrollo vital y en cada ciclo anual, los peces y otras especies marinas buscan diferentes condiciones de temperatura, salinidad y oxígeno, y con ese objetivo se desplazan a través de los distintos niveles de profundidad y zonas dentro de un cuerpo de agua. 

A lo largo de cerca de 100 kilómetros, desde Ushuaia hasta la salida al Atlántico del canal de Beagle, el relieve submarino presenta cambios abruptos que van desde pozos de 200 metros hasta bancos y pasos de escasa profundidad, junto a numerosas islas e islotes. Según las observaciones de Martín, la salinidad y la temperatura del agua presentan significativas variaciones de acuerdo a la estación del año.

“Durante los meses de mayor calor se forma en el canal una capa superior de agua dulce y cálida, y por ello relativamente liviana, por encima de otra más densa, con menor temperatura y mayor concentración de sal. Con la llegada de las estaciones más frías esto se modifica y la columna de agua adquiere un perfil mucho más homogéneo”, explicó el oceanógrafo. 

Esa separación entre “capas” durante los meses más calurosos lleva a que la masa de agua profunda quede aislada de la atmósfera y pueda contener mucho menos oxígeno. “En invierno, las aguas vuelven a mezclarse y el fondo del canal se ventila de nuevo”, comentó Martín.

La importancia del relevamiento de todos estos datos, teniendo en cuenta el contexto de cambio climático y calentamiento global que necesariamente tendrá efectos a nivel ecosistémico, subsiste en la posibilidad de “entender cómo cambian las condiciones del océano a largo plazo y distinguirlas de la variabilidad interanual (habitual)”, concluyó Martín, quien pidió “continuar tomando medidas durante muchos años” porque “una serie temporal de datos plurianual es oro”, tanto para la ciencia como para el desarollo económico de la región.

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