La historia de Juan Ibáñez

El último lustrabotas de la ciudad

Desde hace más de 50 años, Juan Ibáñez le saca brillo a los zapatos de los platenses. Los secretos de un oficio en vías de extinción

En tiempos en los que todavía funcionaba el Banco Crédito en 7 y 50, trabajaban en esa esquina seis lustrabotas. Equipados con sus respectivos cajones, pomadas y cepillos, esperaban a sus clientes fijos. Con el paso de los años, los especialistas en sacarle lustre a los zapatos ajenos fueron retirándose o cambiando de rubro y el caudal de clientes mermó. Hoy, el oficio sigue vivo gracias a Juan Ibáñez: un hombre de 72 años que aprendió la tarea a los seis y nunca la abandonó.

“El calzado está carísimo y esto es una forma de cuidarlo”, dijo Ibáñez a diario Hoy, que lo entrevistó en su lugar de trabajo, y explicó: “Si andás con zapatos todo el día y no los protegés, el cuero se cuartea. Para mantenerlos intactos uso tinta, pomada y crema”.

Este hombre, que nació en Tucumán y tuvo que salir a trabajar de niño para ayudar a su madre soltera, se levanta religiosamente a las seis de la mañana. Después de tomar mate, parte de su casa de Los Hornos en colectivo hacia una de las esquinas emblemáticas de la ciudad. Su jornada de trabajo se extiende desde las 9  hasta las 17. En promedio, suele atender a unas quince personas por día. Cada lustre cuesta 35 pesos.

“Hace quince años que estoy yo solo. No aparece nadie que quiera aprender, no les gusta o están en otra. Este es un trabajo como cualquier otro”, reflexionó, sentado en su banquito. Mientras Ibáñez le pasaba el cepillo a unos mocasines negros, su cliente intervino en la conversación: “Andá a ver un pibe de 15 años que quiera aprender el oficio. Nadie quiere trabajar”.

Aunque cree que algunos de sus clientes contratan su servicio para “fanfarronear”, Ibáñez acepta aquel viejo lema de que el cliente siempre tiene la razón. “Si alguno me dice que el lustrado está mal, o que le faltó oscurecer, entonces yo le sigo dando al trapo”, dijo.

Ibáñez llegó a La Plata con 22 años a probar suerte: “Empecé en la construcción. Después de un año de ir todos los días a la obra, el trabajo se terminó y volví a incursionar en este oficio que conozco de pibe”, relató a este medio. Apenas con un cajón y un equipo de pomadas y tintas pudo levantar su propia casa y criar a seis hijos: “Hay que trabajar. No es fácil estar acá”, concluyó el hombre, quien lleva más de 50 años sacándole brillo a los zapatos de los platenses que circulan por el centro comercial.

Un personaje pintoresco

A modo de reconocimiento a su trayectoria, el fotógrafo José Luis Mac Loughlin realizó una intervención artística en la que le lustró los zapatos a este hombre que, a esta altura, es una figura reconocida en el centro platense. “El francés Gustave Flaubert decía que en un zapato chino está toda China y en un coturno griego, toda Grecia. En los tamangos de Juan 

Ibáñez está toda la cultura de La Plata”, escribió Mac Loughlin en su homenaje. “Fue una experiencia muy buena, pero le tuve que dar indicaciones para que lo haga bien”, bromeó Ibáñez. “Mientras el cuerpo me dé, voy a meterle para adelante”, aseguró.  

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