El diario Hoy y la Red 92 en la Costa Atlántica

Ingenio y humor: las ventas en la playa

Una batería de comerciantes hace lo imposible para captar la atención de los turistas en la Costa Atlántica. Entre el canto y el rebusque, caminan más de diez horas por día para ganarse el pan   

Además del ruido del mar, el trino de las aves y la música de los paradores, en la Argentina la postal sonora de las playas se completa con un fenómeno característico: los cánticos de los vendedores ambulantes. Al son de melodías sobre churros, pirulines y gaseosas, llegan a caminar más de diez horas por día por la arena caliente, en busca de ganarse su dinero. 

En un contexto de recesión en la economía nacional en el que los que tuvieron la oportunidad de salir de vacaciones bajan a la playa con su heladera portátil provista de todo tipo de alimentos y bebidas, los trabajadores informales, que viven con lo recaudado en el día, tienen que redoblar los esfuerzos. 

Alejandro, un vendedor de tejidos al crochet, explicó a este medio: “La playa está muy pobre y las jornadas ventosas nos perjudicaron un poco. Estamos esperando que esta segunda quincena nos salve a todos. La gente gasta lo justo”. 

Por su parte, Marcos se las rebusca con la venta de uno de los alimentos estrella de cada verano: el choclo. “El maíz es de mediodía y de tarde. Ahí está nuestro trabajo fuerte. Bajo a la playa a las 10.30 de la mañana y le meto derecho hasta las 7 de la tarde, o hasta que venda todo. La gente compra, pero somos muchos vendedores y nos repartimos la clientela”, explicó. 

Rodrigo, empleado en un bar de jugos, dijo: “Arrancamos a eso de las nueve de la mañana y trabajamos hasta la hora que dé. Hacemos licuados, tragos y jugos. Todo a precios muy accesibles para poder fomentar el consumo”.

En Villa Gesell, con la intención de descomprimir un poco la venta ambulante, el municipio otorgó un espacio exclusivo de comercialización para artesanos frente a la playa. Entre esos puestos está Eduardo, un vendedor de accesorios para el pelo. “No nos podemos quejar de las ventas. El lugar es espectacular, pero la venta ambulante está floja”, concluyó.

Todos coincidieron en que los turistas llegan preparados para una economía “gasolera”. Se quejan, por ejemplo, de que cuando pasa un heladero los niños se quedan obnubilados, pero no piden nada. Ahí es cuando entran en juego sus encantos como vendedores.

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