Historias que celebran la amistad

Inseparables desde la guerra

Tres platenses que compartieron trinchera en Malvinas recuerdan conmovedoras vivencias del conflicto. Salvarle la vida a un amigo, en primera persona

Amigos pueden conseguirse en la escuela, en el barrio o a la vuelta de la esquina. Pero también en los lugares más hostiles: con 19 años, Fernando “Tornillo” Terminiello, Germán Bonanni y Carlos “Cangui” Mercante se conocieron en una trinchera en Malvinas y compartieron mucho más que la guerra. Durante el tiempo que estuvieron en combate, el único consuelo de estos tres pibes fue tenerse mutuamente. Por eso, hoy que son hombres de familia, a 35 años del aquel fatídico episodio, siguen siendo hermanos de la vida. 

Aunque tengan miles de vivencias, hay una que marca un antes y un después en su relación. El 12 de mayo de 1982, en una expedición de avanzada, los ingleses comenzaron a bombardear la zona y una esquirla impactó en la pierna de “Cangui”, que no llegó a guarecerse a tiempo. La herida era tan grave que, de no haber recibido asistencia médica, hubiese muerto ahí mismo. Pero sus amigos Germán y “Tornillo”, débiles y hambrientos, no dudaron ni un instante en improvisar una camilla y trasladarlo por casi tres kilómetros hasta el puesto sanitario, bajo una lluvia de bombas que caían en el terreno.  

“Es una vorágine de adrenalina, miedo y hechos traumáticos que te hacen bloquear o recordar pocos detalles. Aún así, siempre tuve claro lo que tenía que hacer: al que compartió el mate y todo con vos hay que salvarlo”, reconoció Germán a diario Hoy.  

Tras el rescate de “Cangui", los amigos no se volvieron a ver. Ninguno supo más del otro, ni siquiera sabían si los demás seguían con vida. Cinco años después de la guerra, almorzando en la República de los Niños, Germán vio a lo lejos a una persona con cierta dificultad para caminar. “Ese es Cangui”, pensó. No se había equivocado: desde ese reencuentro que acabó con un abrazo interminable, estos dos compinches nunca más dejaron de verse. 

Hoy, los tres se visitan para los cumpleaños, sus esposas también son amigas, y cada martes, religiosamente, se juntan a cenar en el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (Cecim) La Plata. En esas veladas eternas, aún hoy repiten comportamientos adquiridos en Malvinas. Aunque ahora ya no padezcan hambre, cuando llega la comida “nos abalanzamos todos a la fuente, nos servimos de angurrientos, repetimos de más, es como una sensación de que la comida va a faltar”, graficó Germán. 

Recuerdos bajo tierra 

Las extremas bajas temperaturas y el hecho de estar siempre húmedos y mal alimentados provocaba que por las noches prácticamente no pudieran dormir. Por eso, dentro del pozo, los tres amigos dormían abrazados, entrelazando sus piernas y sus cuerpos para poder transmitirse algo de calor humano. “Era la única forma de no morir congelado”, recordó “Cangui”. 

En esas noches en vela, cuando el hambre arreciaba, se lo saciaba con recuerdos. Y eso fue lo que hizo “Tornillo” al rescatar de su memoria las albóndigas con salsa que preparaba su madre. Tan exacta resultó la descripción, que hasta sus compañeros sintieron el gusto de ese bocado en la boca. Así lo evocó Germán, que años más tarde, en la casa de la mamá de “Tornillo”, tuvo la oportunidad de probar el manjar y se dijo: “Esto yo ya lo comí en Malvinas”.  

El regreso

En el año 2007, como una forma de sanar una herida que todavía permanecía abierta, los tres amigos volvieron a las islas. Recorriendo su trinchera, encontraron algunas de sus pertenencias, entre ellas sus borceguíes y algunos retazos de frazadas. “Fui con un miedo tremendo, pero estaba tranquilo porque iba con ellos”, admitió Germán. 

Por su parte, “Cangui”, quien fue rescatado y se siente deudor de su vida, también resumió la amistad con un reconocimiento: “Vivimos cosas muy fuertes, y ellos me salvaron la vida. Para mí son más que hermanos”.

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