Nuevo aniversario del nacimiento del gran escritor argentino

La íntima relación de Borges con La Plata

En un nuevo aniversario del nacimiento del gran escritor argentino, recorremos su paso por la ciudad, en el que abundan las amistades, el amor y sus legendarias conferencias literarias

Jorge Luis Borges nació un 24 de agosto de 1899 y es un hombre del siglo XIX por apenas un año. Ese leve hiato temporal quizás sea el preámbulo a su obra, que conectó de manera extraordinaria la tradición gauchesca con la alienación de la vida en las grandes urbes, creando de este modo una representación universal e imperecedera de la experiencia humana. 

En reconocimiento a su grandeza, la fecha de su nacimiento fue declarada Día del Lector. Por eso hoy, desde el 27 de junio de 2012, se aprovecha la jornada para promover, además, la diversas actividades de divulgación relacionadas con la lectura.

Visitante eterno

Viajero incansable desde la infancia pero porteño por su ya famoso Fervor de Buenos Aires, Borges miraba al sur de la gran ciudad como un lugar “más antiguo y firme”, según sus propias palabras. Por supuesto, La Plata es parte de ese sur borgeano. 

El escritor visitó nuestra ciudad innumerables veces desde la década del 20 hasta su vejez. Llegaba en tren desde Constitución, en ocasiones con amigos célebres como Ricardo Güiraldes, Oliverio Girondo, Leopoldo Marechal, Francisco Luis Bernárdez o Brandán Caraffa. Borges siempre repitió que La Plata era “una ciudad de llanura, acogedora, de gente muy amable y culta".

En la UNLP dio la primera de sus legendarias conferencias a fines de la década del 40. Según cuentan, aquél día estaba aterrado y para hablar tuvo que superar su legendaria timidez escuchando los consejos de su amigo Macedonio Fernández. Aquel día de su debut fue ampliamente aplaudido.

Un amor platense

Elsa Astete fue su primera novia. Se conocieron en el Museo de nuestra ciudad en 1931, cuando ella tenía 20 años y él era un joven pensador anarquista que desconocía su destino de bronce. El hombre que los presentó fue Pedro Henríquez Ureña, historiador dominicano que había tenido que abandonar Santo Domingo porque el dictador Rafael Leónidas Trujillo se había enamorado de su mujer. Según relata Astete, “después de que Henríquez Ureña nos presentó, me fui con Borges a tomar el té al Jockey Club. En esa primera cita me juró amor eterno”. Elsa vivía en la Plaza Alsina de 1 y 38 y pasaba muchas tardes conversando con el escritor en uno de sus bancos, bajo las palmeras, viendo pasar el tren. Cuando la relación se terminó ella, menos feliz e ingenua,tuvo un matrimonio que duró 3 años.  

Su amistad con “Panchito”

Francisco López Merino es uno de los grandes poetas de nuestra ciudad. Nació un 6 de junio de 1904 en el seno de una familia acomodada y desde joven formó parte del grupo de escritores de Florida, del que Borges era uno de sus más destacados integrantes. También compartió con el autor múltiples veladas en el “Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes”, asociación dispersa que apoyaba al caudillo radical y que presidía el autor de El Aleph. Esas horas juntos fueron creando una estrecha amistad, unida por una afinidad en la que se destacaban el afecto y la admiración mutua. 

El 22 de mayo de 1928 López Merino, que en ese momento tenía 23 años, decidió poner fin a su vida suicidándose con un arma de fuego en el Jockey Club de nuestra ciudad. Esta noticia afectó profundamente a Borges, que escribió primero el texto Mayo 20, 1928 y luego la hermosa elegía A Francisco López Merino, publicada 5 meses después del fallecimiento del poeta. 

Las líneas borgeanas en homenaje a su amigo aún resultan conmovedoras: “Camina por la calle 49; piensa que nunca atravesará tal o cual zaguán lateral.//Sin que lo sospecharan, se ha despedido ya de muchos amigos.// Piensa lo que nunca sabrá, si el día siguiente será un día de lluvia.// Se cruza con un conocido y le hace una broma. Sabe que este episodio será, durante algún tiempo, una anécdota.// Ahora es invulnerable, como los muertos.// En la hora fijada, subirá por unos escalones de mármol. (Esto perdurará en la memoria de otros.) //Bajará al lavatorio; en el piso ajedrezado el agua borrará muy pronto la sangre. El espejo lo aguarda (...)”. 

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