La historia del cuidador de la elefanta del Zoológico de La Plata

“Pelusa” y Martín: la amistad menos pensada

A poco tiempo de que la elefanta sea trasladada a un santuario en el exterior por problemas en su salud, su cuidador de toda la vida recordó anécdotas junto a ella

En el año 1971, Martín Davids soñaba con viajar al África para convertirse en cuidador de animales en peligro de extinción, pero un episodio lo hizo cambiar de planes: al ingresar como voluntario al Zoológico de La Plata, se encontró con que muchos de los ejemplares que eran exhibidos allí necesitaban afecto. Entre ellos, “Pelusa”, que por ese entonces apenas tenía 5 años. Desde ese día, además de su cuidador, se convirtió en su amigo incondicional. 

Tan inquebrantable resulta este vínculo que el día en que trasladen a “Pelusa” a un santuario de Brasil (ver aparte) su amigo fiel viajará en un auto particular custodiando el camión que la transportará. “Yo creo que me voy a morir de felicidad cuando la vea llegar a ese sitio, un lugar que es lo más parecido a la India. No puedo imaginarme el momento en el que pueda tocar la trompa de otro de su especie, algo que no hizo nunca en toda su vida”, contó a este medio Davids, visiblemente emocionado. 

“Pelusa nunca estuvo con otro de su especie y los elefantes necesitan vivir en manada. A los dos años la separaron de su madre y desde ese día pasó su vida entera en soledad. Todos los que en algún momento la cuidamos, tratamos de acariciarla y darle los mimos que ella tanto necesitó”, explicó Davids, que desde hace varios años también se encarga de cuidar al chimpancé “Tomy”. 

Este hombre de 63 años, que ya está en edad de jubilarse pero decide no hacerlo porque el animal que está bajo su tutela no puede ser cuidado por otra persona, dedicó toda su vida a esta actividad. “Pude hacerlo con tanta dedicación y perseverancia porque me casé tarde y no necesité hacer otras cosas para mantener una familia. De otra forma hubiese sido imposible”, admitió. 

Esta amistad de tantos años hizo que Davids conociera todo sobre la vida de “Pelusa”. “No la conozco como una hija, pero casi te diría que sí. Le encanta que la bañen y le gusta mucho caminar junto a una persona. Si uno le va tirando maníes, ella acompaña el recorrido y esa actividad física la pone de muy buen humor. Lo que odia es que le saquen sus pertenencias y los que podrían ser considerados sus juguetes”. 

Davids todavía mantiene intacto el recuerdo del día en que “Pelusa” le dio un gran susto. Mientras jugaban a tironear con una cubierta de auto, la elefanta le dio un frentazo que lo hizo volar unos cuantos metros: “Me quedó doliendo todo. Cuando uno tiene amigos grandes hay que tener cuidado”, dijo Davids entre risas y agregó: “En zoológicos y circos, los elefantes son los que más muertes han provocado, pero es por su tamaño”.

En torno a la proximidad de su traslado, Davids explicó que “hasta hace dos años era imposible pensar que un zoológico pudiera desprenderse de su máximo atractivo. Hay que resaltar el trabajo del intendente de la ciudad y del director del Zoo, Diego Brutti. No es común que se priorice el bien y la libertad del animal”. 

Dentro de muy poco tiempo, en el predio donde hoy “Pelusa” pasa sus días, quedará un espacio vacío. Para su cuidador, no hará falta llenarlo con la llegada de otro amigo. “No hay que ser egoísta. Los que más tiempo compartimos con ella somos los que más soñamos con este traslado”, concluyó Davids. 

Nuevo hogar para una gran platense

La elefanta “Pelusa” lucha contra la muerte. El célebre animal, que pasó el último medio siglo muy cerca de los niños platenses en el Zoológico Municipal, padece un mal propio del cautiverio, que constituye la primera causa de muerte para los mamíferos en esa condición: infecciones crónicas en sus patas.

Luego de una cumbre en la que fue evaluada por expertos y autoridades municipales, se decidió que “Pelusa”, ícono de la ciudad, deje el Jardín Zoológico y emprenda una travesía por tierra de tres días al Global Sanctuary for Elephants, un inmenso vergel silvestre en San Pablo, al sur de Brasil, donde intentarán curarla de sus dolencias y mejorar su calidad de vida. “Estimamos que puede mejorar un 50%. Vamos a hacer todo lo posible para que se recupere”, dijo a diario Hoy, cuando visitó la ciudad, Scott Blais, presidente del establecimiento y fundador del Santuario de Elefantes de Tennessee, en Estados Unidos.

—¿Cómo está la salud de “Pelusa”?

—Lo cierto es que no está muy bien. El tema más importante ahora son las infecciones crónicas en sus pies. Desafortunadamente, esta es la causa principal de muerte en elefantes que viven en cautiverio. Eso es lo central. El segundo problema es la pérdida de peso y masa muscular, porque ya no camina como estaba acostumbrada. Todas estas cosas juntas comprometen seriamente su salud. De todas maneras, estimamos que puede mejorar un 50% y haremos todo lo posible para que se recupere.

—¿Hay síntomas de recuperación?

—Sí. Como no tenemos rayos X o tomógrafos, los interpretamos por el humor y los gestos. Cuando entré a verla me puso muy contento ver la expresión en su cara: ella estaba más afable, relajada y casi sacudía la trompa y se golpeteaba a sí misma, como la última vez.

—¿En Brasil tendrá chances de integrarse con los otros elefantes?

—Depende de ella. Son procesos individuales y no sabemos con exactitud cuánto tiempo va a llevar la transición. Estará nerviosa al principio, se acercará con cautela, pero los otros dos elefantes reconocerán esos miedos y será muy positivo para su adaptación.

—¿Confían en que vivirá más tiempo en el santuario que aquí?

—Eso esperamos. No hay que olvidar que el transporte es un factor de riesgo, pero el peligro es aún mayor si se queda. Sabemos que le quedan pocos años de vida, pero exactamente cuántos, es imposible decirlo. Nosotros tuvimos un elefante en el santuario de Tennessee que solo vivió con nosotros por 3 meses, pero fueron tres gloriosos meses: jugaba con los elefantes, socializaba con las demás especies, confiaba de nuevo, se tiraba al piso y dormía, cosa que probablemente no había hecho en años. Entonces, si son solo 3 meses, hagamos que sean los mejores de su vida.

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