CFK en el Congreso: la soberbia en su máxima expresión

En su último discurso en el Congreso Nacional, la presidenta Cristina Kirchner ayer mostró que no está dispuesta a corregir el más mínimo error de su gobierno en lo que le queda de mandato. Por el contrario, puso de manifiesto que profundizará aún más las medidas tendientes  al saqueo y al vaciamiento, dejándole un auténtico terreno minado a quien tome las riendas de la Argentina el próximo 10 de diciembre.

En las casi cuatro horas de discurso, en ningún momento la primera mandataria mencionó los dos problemas principales que hoy por hoy afectan a los argentinos: la inflación y la inseguridad. Tampoco hizo referencia al narcotráfico, en momentos en que hace pocos días el Papa Francisco alertó por “la mejicanización” de la Argentina, es decir, la posibilidad cierta de que en el corto plazo se incremente el poder de los cárteles que manejan el oscuro negocio de la droga, que ha penetrado en todo el país.

De esta manera, si el kirchnerismo ni siquiera se preocupa por tener un diagnóstico de los principales flagelos que aquejan a la Argentina, es imposible que se le pueda encontrar un freno a la recesión y a la pérdida progresiva del poder adquisitivo. Con los problemas relacionados con el empleo sucede lo mismo: lejos de reconocer que en el último año más de medio millón de personas perdió su trabajo, Cristina intentó pintar un país con pleno empleo y prácticamente sin conflicto social. En ese sentido, el relato de CFK parece mucho más acorde a la realidad de países nórdicos como Noruega o Suecia, donde la miseria brilla por su ausencia, que a lo que ocurre con la Argentina donde tenemos a más de 10 millones de personas se encuentran bajo la línea de la pobreza. A pocos kilómetros del Congreso, en las barriadas más humildes de Capital Federal y del Conurbano bonaerense, miles y miles de familias viven -en pleno siglo XXI- como si fuesen ciudadanos de las naciones más empobrecidas de áfrica, sin acceso a elementales servicios como agua potable, cloacas y gas natural.

Peor aún, en el norte argentino, la desnutrición y las enfermedades vinculadas con la indigencia causan estragos. Diariamente hay niños que mueren por causas evitables y las vinchucas, que proliferan en las casas ranchos, siguen condenando a miles y miles de familias a convivir con el Mal de Chagas, como si estuviésemos en el siglo XIX.  En definitiva, todo dato numérico difundido por la presidenta o sus aplaudidores carece de validez desde el mismo momento en que el sistema estadístico nacional ha sido manipulado como nunca antes en la historia, al punto que las últimas mediciones del INDEC informan que en provincias como Chaco, donde campea la marginalidad, no existe la desocupación.

Como si todo fuera poco, Cristina hasta se tomó tiempo para defender lo más grave que ha hecho su gestión en los últimos meses: haber entregado en bandeja una parte importante de nuestra soberanía a los chinos, que tendrán territorio liberado para instalar bases militares, quedarse con importantes yacimientos hidrocarburíferos y obras de infraestructura sin licitación. "¿Saben que la canciller alemana va prácticamente una vez por mes a China? Y no porque piense hacerse una cirugía estética y convertirse en china o en traer chinos para Alemania sino porque, advierten los alemanes, que son inteligentes, la necesidad de ampliar sus mercados", disparó Cristina en su discurso. Lo que no dijo Cristina es que los viajes de Angela Merkel al gigante asiático son para vender tecnología, productos de alto valor agregado que le permiten a Alemania ser la economía más importante de Europa. En cambio, con los convenios que firmó CFK en China, la Argentina tendrá un estatus muy similar al de una colonia, condenando al país a vender solamente productos de nulo valor agregado. Peor aún, las futuras generaciones  tendrán que ir a golpear las puertas de Penkin o Shangai para poder disponer de los recursos naturales que encuentran en nuestro territorio.

Las mentiras de Cristina también se pusieron de manifiesto cuando, como si fuese una extraterrestre, comenzó a criticar al poder judicial. Concretamente, afirmó: “Últimamente el Partido Judicial se ha independizado de la Constitución Nacional, de las leyes, de los códigos y de todo el sistema normativo vigente". Estas palabras llegaron sobre el final de su largo discurso ante la Asamblea Legislativa, y fueron escuchadas por el titular de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, miraba con gesto de sorpresa lo que estaba presenciando.

Escuchar estas palabras de CFK es como ver a un muerto riéndose de un degollado. Si hay un gobierno que, desde el retorno a la democracia, ha combatido la independencia del poder judicial, este ha sido el kirchnerismo. Tanto los tribunales federales, como en el poder judicial de cada una de las provincias, están repletos de fiscales, defensores y jueces que no cumplen el más mínimo requisito legal y moral para cumplir esa función. Solamente se encargan de cumplir órdenes, como si fuesen autómatas, de sus padrinos políticos que, en su gran mayoría, reportan a la Casa Rosada. Por eso, mientras en los últimos diez años proliferaron las causas de corrupción, superando incluso a lo que fue la segunda década infame representada por el menemismo, hoy gozan de plena libertad todos los funcionarios, ex funcionarios y amigos del poder que se han enriquecido a costa del subdesarrollo y el atraso de los argentinos.

Una vez más quedó demostrado, mal que le pese al gobierno nacional, que las mentiras tienen patas cortas…

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