Cuenta regresiva: ¿es posible un default?

EN FOCO

La estrategia del gobierno nacional de obtener una medida judicial que le permita pagarle a los acreedores que entraron al canje, sin tener que cumplir con los fondos buitres, ayer recibió un nuevo revés judicial (ver Revés judicial: los K no paran de sumar fracasos). Pero aún no está dicha la última palabra.

El sentido común indica que los grandes intereses no deberían dejar que la Argentina entre en un nuevo default ya que ello significaría generar un cimbronazo en el patio trasero de Estados Unidos, en momentos en que tanto Rusia como China, que les disputan liderazgo a los norteamericanos en el escenario geopolítico mundial, están intentando hacer pié en América Latina. Más precisamente, buscan manejar recursos estratégicos, como gas, petróleo y distintos tipos de energía. 

En ese contexto, seguramente, aparecerá alguna fórmula para que, más temprano que tarde, todos los acreedores cobren a costa de la sangre, el sudor y las lágrimas de los argentinos.

Ahora bien, el tembladeral que se vive en la Argentina, desde el 15 de junio pasado, cuando la Corte de Estados Unidos decidió no tratar la apelación contra el fallo que ordena pagarle el 100% a los fondos buitres, no es un castigo divino. Es la consecuencia de una serie de errores garrafales y de una política que avaló, y profundizó al extremo, los negociados oscuros con la deuda externa en nuestro país.

Desde que los Kirchner llegaron a la Casa Rosada, el gobierno pagó, utilizando los recursos que aportamos todos los argentinos con nuestros impuestos, la friolera suma de 173 mil millones de dólares a acreedores externos, cifra que multiplica por seis las reservas actualmente disponibles en el Banco Central. Les firmó a todos ellos un cheque en blanco, sin realizar la más mínima auditoría, cuando está comprobado que se cometieron infinidad de tropelías en cada una de las renegociaciones de la deuda que se concretaron desde 1976 a esta parte. 

El gobierno K actuó como si fuese un empresario con serios problemas de compresión, cuya pyme entra en un proceso de convocatoria de acreedores y decide pagarles ciegamente a todos sus deudores sin siquiera realizar el más mínimo control de la validez de lo que le está reclamando.  

Estos 173 mil millones de dólares, que podrían haber cambiado la historia de nuestro país en caso de haberse destinado al desarrollo interno, con planes estratégicos, terminaron –en su gran mayoría- en los bolsillos de los buitres que sí tranzaron con los K al entrar en los dos canjes de deuda. Ellos obtuvieron una enorme rentabilidad, facilitada por las mentiras estadísticas del INDEC que sobreestimaron el PBI, inflando así los precios de los títulos de la deuda.   

¿Qué obtuvo la Argentina a cambio? Nada. Durante la era K, el acceso al mercado de capitales estuvo absolutamente cerrado. Las inversiones estratégicas brillaron por su ausencia y para poder seguir pagando deuda, ante la situación de colapso económico que llevó a que escasearan los dólares, el gobierno no tuvo más remedio que devaluar y restringir al máximo las importaciones. Peor aún, impulsó un control de cambios, mediante el cepo para la compra de divisas extranjeras, que derivó en una profunda recesión, combinada con uno de los índices de inflación más elevados del planeta.   

Otro sector de los buitres, los que prefirieron litigar en los Estados Unidos, aprovechando que el gobierno rifó la soberanía al aceptar la jurisdicción de la Justicia norteamericana, se encontraron con una endeble oposición. El ministro de Economía Axel Kicillof y el resto de los imberbes camporistas que lo acompañan no tienen la más mínima capacidad como para dar este tipo de pelea. Sin contactos en los centros financieros internacionales, y sin el conocimiento necesario de cómo se mueven los hilos del sistema capitalista, intentaron hacer frente a los buitres con clases de historia económica que aprendieron en la facultad.

Los resultados están a la vista. Mientras los acreedores que entraron al canje se llevaron gran parte de los recursos de los argentinos, los que se quedaron afuera ahora vienen por lo que poco queda.  Por eso, cuando Cristina abandone el poder en diciembre de 2015, quedará un país vaciado. 

En este contexto, es indispensable un cambio de paradigma. Y para ello, es necesario, que quienes tomen las riendas del país no sean unos improvisados. Se requerirán ideas claras y acciones concretas. Que así sea.  

El pecado original de los K

“Para entender porqué llegamos a esta situación hay un pecado de origen que es responsabilidad  Néstor Kirchner y Roberto Lavagna, cuando decidieron reestructurar la deuda sin auditarla. Cometieron una gran insensatez,  pensando que rápidamente la Argentina iba a poder volver rápidamente a los mercados, y  ello un fue así. Peor aún, dejaron un tendal de juicio por todos lados”, le dijo a Hoy, el ingeniero y exdiputado nacional Mario Cafiero, quien desde hace años viene estudiando los negociados que se realizaron en torno a la deuda externa.

“La Argentina pagó 173 mil millones de dólares y nunca recuperó su crédito público. Fue una de la peores inversiones de la historia económica mundial”, apuntó Cafiero.

El diputado también afirmó que con el litigio con los buitres se cometieron “todos tipo de errores judiciales. El gobierno intentó politizar la pelea y luego buscó acercarse a los Estados Unidos, arreglando con Repsol, aceptando los juicios del CIADI, pactando con el Club de París y entregando Vaca Muerta. El fracaso fue total”.

Cafiero presentó un recursos de amparo, que recayó en el  Juzgado Nacional en lo Contencioso Administrativo Federal N° 10, a cargo Liliana Heilland, con el objetivo de que se le impida al gobierno K cumplir con un fallo de un tribunal extranjero. El objetivo de fondo es que se declare “la nulidad absoluta e insanable” de la prórroga de jurisdicción que actualmente permite a juez Thomas Griesa puedan entender en temas que hacer a la deuda de la Argentina

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