De mal en peor

Cristina Kirchner decidió apartar a Jorge Capitanich de la Jefatura de Gabinete y ubicar en su lugar a Aníbal Fernández. Wado De Pedro es el nuevo Secretario General de la Presidencia. Manzur fuera del Ministerio de Salud. Más poder para los acólitos y La Cámpora

En una decisión que se maduraba desde hacía tiempo, Jorge Capitanich fue apartado de sus funciones como Jefe de Gabinete, siendo reemplazado por Aníbal Fernández. A su vez, el actual presidente del club Quilmes será suplantado en la Secretaría General de la Presidencia por Eduardo “Wado” De Pedro,  referente de la agrupación ultra K, La Cámpora.

A esto se le sumó que Juan Manzur, quien se desempeñara durante más de 6 años como ministro de Salud del kirchnerismo, dejó su cargo para pelear la gobernación de Tucumán, y será suplido por el hasta ahora secretario de Salud Comunitaria, el doctor Daniel Gollan, un médico allegado a la agrupación liderada por Máximo Kirchner.

Esto muestra a las claras la decisión de la Jefa de Estado de rodearse de los acólitos y de los aplaudidores, relegando la experiencia necesaria que se debe tener para puestos de semejante magnitud.

El fin de ciclo K se acerca cada día más, y en vez de de comenzar a replantearse los errores cometidos a lo largo de su gestión y cambiar para que el próximo gobierno no reciba una pesada herencia desde el punto de vista económico, político y social, la presidenta busca lealtad y obsecuencia por sobre todas las cosas.

Obediencia a capacidad

A lo largo de la historia argentina, se ha visto que la soledad del poder ha llevado a que los presidentes se cerquen en los finales de sus mandatos de personas que celebren sus acciones sin preguntarse cuál es el efecto real que tendrán las mismas sobre la vida de los ciudadanos.

En diálogo con Hoy, el profesor de Psicología Política de la Universidad de Buenos Aires, Orlando D’Adamo, afirmó que “lamentablemente los argentinos somos poco republicanos, somos proclives al liderazgo centralizado en una sola persona, que suele terminar en comportamientos altamente autoritarios, no tenemos un sistema de partidos y tenemos un modelo de partido dominante”.

Para el catedrático que también se desempeña como profesor en el Master en Ciencia Política en la Universidad de Salamanca, “lo que no hay en la Argentina es una aceitada cultura democrática de la construcción de consensos a la hora de gobernar, lo que resulta lógico en un esquema de partido dominante como el que vive el país. Cuando se acerca el ocaso, la soledad del poder es muy grande, y puede verse en estas horas en el gobierno nacional”.

Los aduladores del poder, que tanto gustan en la Casa Rosada, son personas que ayer estuvieron con Duhalde, antes con Menem y así sucesivamente, por lo que es dable esperar que si viene otro color político también se acomoden para su propio beneficio.

“El querer posicionar un discurso único, construir poder cercándose con aliados incondicionales sin opinión propia, usar la ‘caja’ del Estado para premiar a los amigos y castigar a los enemigos, hostigamiento a los demás poderes del Estado, con todos esos ingredientes, uno puede entender claramente por qué estamos como estamos”, resaltó D’Adamo.

El gobierno decretó rodearse de gente que le escribe el “Diario de Yrigoyen”, lo que no hace más que adentrarse en la oscuridad, la desazón y la desesperanza. Sombrío panorama el que se le acerca al país, con un gabinete donde gana la sumisión, dejando la lucidez y la autoridad para mejores ocasiones.

Juras con los leales

En un acto realizado en el Salón Blanco de la Casa Rosada, en medio de una fuerte parafernalia oficialista que aplaudía enfervorizada a los hombres de gobierno, la presidenta Cristina Fernández tomó juramento a los nuevos ministros.

Rompiendo con el protocolo que se suele seguir en estas ocasiones, la Jefa de Estado le habló a los presentes, resaltando las gestiones de los salientes Jorge Capitanich y Juan Manzur, al destacar que ambos llegaron al gabinete "en momentos muy difíciles" dado que, advirtió, integrar "un gobierno que recién empieza o que está en su mejor momento es mucho más fácil". Además, la mandataria defendió a La Campora, al recordar que el ministro Axel Kicillof, ya integraba el gabinete y rechazar a quienes buscan "asustar a la gente" con las críticas por el crecimiento de la rama juvenil del oficialismo. "Siempre hay que asustar a la gente", pero "tenemos que estar todos muy tranquilos, muy serenos, muy firmes", señaló la Presidenta. Todo fue muy poco serio.

Rémoras del menemismo

Al igual que lo que sucedió a fines de los años ’90 en el final del mandato menemista, el kirchnerismo prefiere bloquearse sobre los leales para resistir sus últimos meses en el poder.

Menem se cercó de sus personas más cercanas, tales como eran Carlos Corach, Eduardo Bauzá, Jorge Rodríguez, Raúl Granillo Ocampo, Armando Caro Figueroa, entre otros, que le sirvieron para sobrellevar el trago amargo del ocaso de un período político.

Al igual que Corach, Aníbal Fernández suele salir todas las mañanas a defender lo indefendible del gobierno nacional, quedando muchas veces en ridículo al sostener un discurso épico que ni hasta los más radicalizados miembros del kirchnerismo ya creen.

Las explicaciones de Kicillof argumentando que la economía argentina marcha sobre rieles, suelen ser casi calcadas de las que hacía el entonces ministro de Economía menemista, Roque Fernández, cuando aseguraba que había convertibilidad por 20 años más, en momentos en que el 1 a 1 no soportaba más.

Reminiscencias de un pasado cada día más presente, con nombres que se repiten y que dejan a la Argentina al borde del abismo.

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