Default: al filo de la cornisa

EN FOCO

Fracasaron las negociaciones del gobierno y los buitres en Nueva York. Las gestiones de los banqueros quedaron en el freezer y por ello hoy podría oficializarse la cesación de pagos. El impacto en la economía real: peligro de más inflación, corrida cambiaria, crecimiento del desempleo y profundización de la recesión

Es muy probable que hoy la Argentina entre definitivamente en default, al no haber llegado a un acuerdo con los fondos buitres y no poder cumplir en tiempo y forma con el pago a los bonistas que entraron al canje en los años 2005 y 2010.

El fracaso de las negociaciones se produjo ayer luego de que el gobierno K no consiguiera en Nueva York una medida cautelar (stay, en la jerga jurídica) que permita, al mismo tiempo, seguir negociando con los holdouts y que los bonistas del canje cobren los intereses de sus títulos reestructurados. Según reconoció el propio ministro de Economía, Axel Kicillof, el juez de distrito Thomas Griesa le encomendó a los buitres la decisión de conceder un stay a la Argentina, pero estos no accedieron.

Hasta el cierre de este edición, la única forma en que el país no entre en cesación de pagos era que, finalmente, los banqueros privados puedan arribar a un acuerdo con los fondos buitres para que las entidades financieras desembolsen más de 1600 millones de dólares y compren los títulos de deuda en disputa. Las negociaciones entre ambas partes estaban en el freezer. Luego de escucharlo a Kicillof, muchos banqueros habrían decidido correrse de las negociaciones (ver El Gobierno contra Griesa, los buitres y el reloj).

En un país como la Argentina, que se encuentra hace varios meses en recesión y que tiene una de las inflaciones más elevadas del planeta que supera el 35% anual, el peor escenario es el default. Si la cesación de pagos es inducida o selectiva, producto de la resolución del juez Griesa, a esta altura resulta un detalle absolutamente menor.

Los efectos inmediatos del default, seguramente, no se verán integralmente mañana ni pasado. La incertidumbre se irá incrementando con el correr de las semanas, lo que terminará derrumbando todos los indicadores económicos, que ya están por el suelo. Así, por ejemplo, el Producto Bruto Interno (PBI) que hoy por hoy está registrando una retracción del 1,5% podría llegar al 3% a fin de año, a lo que se podría sumar una nueva disparada del dólar blue que metería nuevas presiones para que se devalúe el peso en el mercado oficial, lo que agudizaría aún más la escalada inflacionaria, carcomiendo el poder adquisitivo de la clase media y de los sectores populares. No se descarta, asimismo, la posibilidad de que se profundice la fuga de capitales y de depósitos bancarios, lo que seguramente hará que se endurezca aún más el cepo cambiario. 

De esta manera, al escasear los dólares, se perderá competitividad: se podrá importar cada vez menos y ello llevaría a que haya un faltante generalizado de insumos básicos. Por ello la cadena de pagos podría cortarse y muchas empresas que aún funcionan a duras penas quedarían paralizadas, con el riesgo cierto de que crezca la ola de despidos y de suspensiones. Si en lo que va del año en la Argentina desaparecieron 300 mil cuentas sueldos, es muy probable que este número se incremente significativamente en los próximos meses. 

De este modo, la Argentina puede ingresar en una espiral descendente que llevará a que, el conjunto de la ciudadanía, termine pagando las consecuencias del fracaso de un gobierno inepto y corrupto.   Lo que estamos padeciendo no es un castigo divino. Es el resultado del pésimo manejo que ha hecho el equipo económico de Cristina Fernández, con el imberbe Kicillof a la cabeza, que ha demostrado no tener la mínima capacidad política e intelectual para afrontar este tipo de negociaciones en el centro financiero del planeta.

Lo más grave es que, ante una situación de este tipo, la Argentina prácticamente se ha quedado sin anticuerpos para hacer frente con recursos propios a situaciones de crisis como la que estamos viviendo.  Concretamente, el aparato productivo está reducido a su mínima expresión, mientras que la caída del precio internacional de la soja está haciendo disminuir de forma muy significativa el ingreso de capitales. Asimismo, en los últimos años, para sostener el gasto público improductivo y el enorme aparato clientelar, el gobierno K saqueó todas las cajas del Estado. 

En el último lustro, el kirchnerismo dilapidó la mitad de las reservas del Banco Central y malgastó los recursos de la Anses poniendo en riesgo las futuras jubilaciones y haciendo que el 70% de la clase pasiva perciba haberes de hambre. Algo similar ocurrió con los recursos del PAMI, mientras que gran parte de las provincias tienen la soga al cuello y es muy probable que presenten serias dificultades para poder cumplir con sus obligaciones salariales, al verse imposibilitadas de acceder a financiamiento externo para equilibrar sus cuentas.

Una vez más, como tantas veces hemos insistido en las páginas de nuestro diario, se hace indispensable que haya un acuerdo de salvación nacional que involucre a la oposición, la Iglesia, al movimiento obrero, al empresariado nacional y a los referentes de la ciencia y de la cultura. Todos ellos deberán descarnarse, pensar en grande y acordar soluciones superadoras. 

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