El abuso intelectual en las escuelas

Por Leonardo Martínez Fragan
Especial para Hoy

En medio del gran debate generado por los supuestos cambios en el sistema educativo de la provincia de Buenos Aires y que confirman la pérdida de brújula total de las autoridades en la materia, no puede perderse de vista la existencia de peligros relevantes para los estudiantes que en la actualidad reciben educación en las escuelas de la ciudad.

Es por demás llamativo que mientras que los casos de abuso sexual en los establecimientos educativos ocupan cada vez más espacio en los medios de comunicación la existencia de otro cuasi delito de tipo doloso que es de difícil tipificación, se hace casi habitual en las escuelas de la Argentina: el abuso intelectual.

El abuso intelectual es la manipulación de la mente de los educandos por parte de los educadores en función de un objetivo de tipo político, de secta o religioso. Y aunque parezca una rareza está mucho más difundido que el abuso sexual entre los mismos protagonistas, por cuanto resulta mucho más difícil de detectar que la otra aberración cuya condena es inmediata y punible cien por cien.

En general se produce cuando el educador de aquellas materias, generalmente  de las áreas sociales, no le advierte a sus educandos cuál es su pertenencia, ya sea ideológica, de secta o de religión y realiza una interpretación amañada al efecto de manipular a sus educandos, quienes obviamente cuentan con menos elementos para el análisis, para que formen sus ideas de acuerdo al pensamiento del docente, cuando debería proveer herramientas para el pensamiento crítico y el ejercicio de la libertad.

Esta impresión de ideas formulada en etapas como la adolescencia, de plena formación, genera un impacto que termina condicionando el prisma ideológico y sus conductas el resto de sus vidas, con lo que queda en claro la importancia del tema en cuestión. En absoluto se trata de censurar el pensamiento de los docentes, pero sí de proteger a los estudiantes y defender su libre albedrío en una relación absolutamente desigual frente a mayores que no sólo cuentan con una formación superior, sino también con la autoridad y la jerarquía que le da su rol de educador.

La enorme difusión de los libros de textos de editoriales afines al kirchnerismo, además de un enorme negocio impulsado por la consabida corrupción, confirman que desde el gobierno se entiende a la perfección este fenómeno que se ejecuta a partir de aquellos que bajan la línea de esos textos explicando que en realidad no fue San Martín sino Néstor el que más hizo para el logro de la liberación americana. Muchos padres han hecho llegar sus quejas a los establecimientos educacionales sin tener ninguna respuesta de sus autoridades.

Algo parecido ocurría en el Colegio Nacional de la UNLP en la anterior gestión que quiso colonizar las mentes de los estudiantes con la propaganda política al punto que casi todo allí tiene el nombre del difunto expresidente.

Pero también hay ejemplos en el sentido opuesto, lo que demuestra que los factores de la anti-democracia educativa no tienen filiación partidaria única, por cuanto hace pocos días un padre se quejaba amargamente que un profesor de filosofía del Liceo Victor Mercante había afiliado a su hija a un partido de izquierda en el que el docente era candidato y reclutaba estudiantes dentro del mismo colegio para integrar a las filas de una organización crítica del sistema democrático.

Garantizar la libertad de pensar y disentir es uno de los pilares de la sociedad democrática. Obviamente no todos los que participan del sistema son realmente democráticos, algunos utilizan sus propias libertades para la misma destrucción del sistema.

Pero si además se utiliza a los niños y a los jóvenes, a partir de lavarles el cerebro y manipular sus ideas, entonces no existe dudas que estamos ante un delito que no es nuevo sino que tuvo sus primeras experiencias de masas en la Alemania de Hitler y en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de Stalin.