El peligro del rejunte electoral

 

Sabido es que, desde hace varios años, los partidos políticos están en crisis en nuestro país. El bipartidismo que estuvo estructurado en torno al PJ y a la Unión Cívica Radical estalló en mil pedazos, lo que dio lugar a que el electorado termine votando personas en lugar de programas o ideas.

Estas figuras, para llegar al poder, necesariamente, requieren de alianzas con distintos sectores políticos. Ahora bien, la novedad radica en que los acuerdos que se tejen terminan siendo tan heterogéneos que mezclan agua y aceite, lo que lleva a que sea imposible instrumentar los cambios que requiere el país. 

La experiencia fallida de la Alianza, que terminó con un presidente yéndose en helicóptero a finales de 2001, fue un anticipo de los riesgos que implican estas nuevas formas de hacer política que son pensadas desde lo meramente cuantitativo.

Lejos de aprender de los errores, los principales candidatos que competirán en las elecciones del año que viene parecen incurrir en las mismas prácticas. Un claro ejemplo es la estrategia que viene llevando a cabo el gobernador Daniel Scioli que, en la semana que pasó, intentó –sin sacar los pies del plato del oficialismo- un acercamiento con la dirigencia rural (uno de los sectores más enfrentados con el kirchnerismo desde la pelea por la resolución 125 en el año 2008) al elogiar al titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, y reunirse con el presidente de la Sociedad Rural, Luis María Etchevehere.

Lo llamativo es que, inmediatamente después de esos gestos de apertura, el mandatario provincial partió rumbo a Tucumán para mostrarse con uno de los gobernadores feudales que tiene la Argentina, como es José Alperovich.

Alperovich representa uno de los lados más oscuros que tiene el kirchnerismo, como es mantenerse en el poder mediante aberrantes prácticas de clientelismo político, que sólo pueden instrumentarse haciendo que grandes sectores de la población vivan en la marginalidad extrema. 

Scioli se plantea como “la continuidad con cambios” del gobierno K, en una suerte de equilibrio muy delicado ya que hasta el momento no explicitó cuáles son las modificaciones concretas que, según su criterio, habría que instrumentar en el país. 

Por su parte, Sergio Massa, que en los papeles aparece como uno de los principales contrincantes de Daniel Scioli, también sigue adelante con su estrategia de intentar acumular apoyo político a cualquier precio. De esta manera, dentro de su espacio, al que llamativamente bautizó como Frente Renovador, se encuentran desde intendentes y dirigentes que vienen del radicalismo, hasta jefes comunales del PJ enquistados desde hace más de 20 años en municipios del Gran Buenos Aires. Estos últimos son algunos de los llamados barones del Conurbano, que en no pocos casos también recurren a aberrantes prácticas clientelares, gobernando distritos con enormes bolsones de pobreza e indigencia.

El armado no peronista, bautizado como Faunen (UCR, Partido Socialista, GEN, Coalición Cívica, Libres del Sur, etc.) también está constituido por un enorme conglomerado de fuerzas políticas, con grandes diferencias respecto al diagnóstico que hacen de la situación del país. Por ende, si difieren en el análisis, parece muy difícil que estén en condiciones de definir un plan de gobierno que sea aplicable sin agudizar sus propias contradicciones internas.  

Obviamente, no se trata de ser puritanos en política. Siempre se requiere de un cierto grado de pragmatismo y todo aquel que aspire a conducir un país, o una provincia, necesariamente tiene que establecer acuerdos políticos con otros sectores para ejercer el poder. 

El problema radica en qué es lo que se hace una vez que se cumple con el objetivo de ganar los comicios. Si la construcción radica en elementos meramente electoralistas, sin programas estratégicos que definan acciones claras, el cambio que hace falta instrumentar en la Argentina quedará pendiente. Peor aún, la falta de cohesión interna puede devenir, al poco tiempo, en un estado de anomia que terminará por agudizar los graves problemas económicos y sociales que se registran en el país.

En este escenario, se hace necesario que los principales candidatos digan claramente qué es lo que piensan hacer ante los problemas de la Argentina, tales como la deuda externa, la inflación, la recesión, la crisis de las economías regionales y la inseguridad. No se trata sólo de plantear ideas, sino de definir cómo y cuándo se instrumentarán. 

De esta forma, se le pondrá freno a uno de los grandes males generados por la dirigencia K: la incertidumbre extrema generada por el hecho de que, de un día para el otro, se modifiquen las reglas de juego. En la conducción de la Argentina que viene ya no hay lugar para improvisados. 

Juan Gossen
[email protected]

Noticias Relacionadas