¿Esta es la patria que queremos?

"La droga avanza y no se detiene. Hay países que ya son esclavos de la droga y nos preocupa. Lo que más me preocupa es el triunfalismo de los traficantes. Esta gente ya canta victoria, han vencido, han triunfado. Y eso es una realidad. Con respecto a la Argentina, puedo decir que hace 25 años sólo era un lugar de paso de la droga. Ahora se consume y se fabrica” 

 Papa Francisco 

Las fotos que ilustran la tapa del diario Hoy lamentablemente valen más que mil palabras para describir lo que está sucediendo en la Argentina, donde el avance narco no da tregua. Este es el legado que no está dejando el kirchnerismo, luego de 12 años en el poder, período en que el narcotráfico creció en la Argentina como nunca antes, a partir de una decisión gubernamental de mantener absolutamente desprotegidas las fronteras y los puertos (los radares y los escáneres para detectar los vuelos clandestinos y los cargamentos con drogas brillan por su ausencia), algo que se combina con una política económica que ha generado niveles de pobreza y de marginalidad extrema que constituyen un caldo de cultivo ideal para que se desarrolle la actividad de los mercaderes de la muerte. 

Se sospecha que las mencionadas imágenes, que ayer se difundieron en las redes sociales, serían de los cuatro jóvenes de entre 19 y 25 años (tres hombres y una mujer) que fueron hallados asesinados a tiros en la cabeza en la villa 1-11-14, en el barrio porteño del Bajo Flores, a pocos metros del estadio de San Lorenzo de Almagro, el club del que es hincha el Papa Francisco. Desde la fiscalía que interviene en el caso determinaron que fue un presunto ajuste de cuentas por drogas y detallaron que las víctimas, encontradas en un auto Mercedes Benz 190, recibieron 34 disparos.

Más allá de que las fotos sean o no de las víctimas, decidimos publicarlas no solamente porque guardan mucha similitud con lo ocurrido, sino también porque retratan la triste y sangrienta realidad que se vive a pocos kilómetros del Obelisco, en la capital del país, donde existe un Estado absolutamente ausente y el vacío de poder fue ocupado por los narcos. En ese sentido, al ser un diario gratuito, nadie puede alegar que tengamos un interés comercial. Por el contrario, lo que intentamos es impactar a la ciudadanía y hacer que salgan de su letargo aquellos que tienen que tomar las decisiones para ponerle freno a un flagelo que está condenando a toda una generación de argentinos. 

Lo ocurrido en el Bajo Flores no se trata de un hecho aislado. Semanas atrás, el Papa Francisco, en una carta enviada a su amigo Gustavo Vera, titular de la Fundación La Alameda, había alertado que la Argentina está inmersa en un proceso de mexicanización. ¿Qué significa esto? Tal como ocurrió en México, los carteles que controlan este negocio oscuro ya no tienen a la Argentina, como un territorio de paso. Se han instalado, han conformado redes con cientos de empresas fantasmas para lavar dinero y han estrechado relaciones con importantes sectores de la clase política y de las fuerzas de seguridad.

Hay algunos números que meten miedo: sólo en el período 2006-2012, se estima que han muerto alrededor de 60.000 personas en el país azteca mediante ejecuciones, enfrentamientos entre bandas rivales y agresiones a la autoridad. Este número de víctimas engloba a narcotraficantes, efectivos de los cuerpos de seguridad y civiles. Entre los civiles se encuentran periodistas, defensores de los derechos humanos y personas sin identidad o no identificadas que fueron ejecutadas por los carteles. Otras estimaciones llegan a contabilizar hasta 150 mil muertos. En tanto, solamente en la ciudad santafesina de Rosario, que junto con la villa 1-11-14 de Capital Federal es considerada como una meca del negocio narco de Sudamérica, en ese mismo período se produjeron más de 1000 muertos.  

Los últimos asesinatos en la Villa 1-11-14 se produjeron después que el pasado 20 de marzo Jorge Rodríguez, un ex funcionario del Ministerio de Seguridad, junto a la ONG La Alameda, denunciaran públicamente que el peruano Marco Antonio Estrada González, ex líder de la guerrilla Sendero Luminoso, instaló quince laboratorios de cocaína de máxima pureza en ese territorio, donde rige un Estado paralelo, con sus reglas, su justicia y sus fuerzas armadas.

“Todos los días se producen hechos de este tipo. Lamentablemente, no se está haciendo nada porque hay muchos sectores de la política que se financian con el dinero narco y hay jueces que son impresentables. Por ejemplo, yo denuncié en el juzgado de Sebastián Ramos todas estas situaciones hace un año y medio, y ni siquiera me citaron a declarar”, dijo Rodríguez. Cabe destacar que el juez Ramos fue designado magistrado luego de haber sido secretario de los controvertidos jueces Daniel Rafecas y Norberto Oyarbide. Mientras Rafecas fue el encargado de desestimar en tiempo récord la denuncia del fallecido fiscal Alberto Nisman contra la presidenta por el pacto con Irán, Oyarbide se hizo tristemente célebre por cerrar en tiempo récord una investigación por enriquecimiento ilícito contra el matrimonio Kirchner. Eso no es todo: también fue denunciado reiteradas veces por sus presuntas alianzas con proxenetas, policías, políticos y espías para amasar dinero, contactos y poder. 

En los últimos años, Rodríguez presentó 235 informes sobre narcotráfico y denunció la inacción de sus jefes en la Justicia. ¿Cuál fue la respuesta? Tanto el gobierno nacional que conduce Cristina Kirchner, como la jefatura del gobierno porteño que encabeza Mauricio Macri, quien a su vez se postula para suceder a CFK en la Casa Rosada, mantuvieron un misterioso silencio.

Con el nivel de soberbia que tiene la primera mandataria, y con la corrupción enquistada en distintos niveles gubernamentales, es imposible que Cristina adopte algún tipo de decisión política para empezar a revertir el panorama. Ahora bien, lo que más llama la atención es la pasividad del jefe de gobierno porteño, en cuyo territorio se levanta uno de los centros de producción de cocaína más importantes del Cono Sur. Es cierto que la Policía Metropolitana no tiene la estructura ni la logística necesaria para hacer frente al narcotráfico, que debería ser combatido –principalmente- por las fuerzas federales. Lo cuestionable, en todo caso, es que el jefe de gobierno no denuncie lo que está ocurriendo y pida ayuda para remediarlo. 

En definitiva, la etapa que se abre en el país no es apta para cómplices o timoratos.