La obsesión K de querer manipular la realidad

El lunes pasado el diario Hoy dio a conocer, en exclusiva, una de las principales noticias del año de la Provincia: el cambio del régimen académico en las escuelas primarias bonaerenses, que implica profundas modificaciones en los sistemas de evaluación, acreditación de saberes y promoción de alumnos.

El hecho de eliminar el uso de las calificaciones con los  números “1, 2 y 3”, que históricamente estuvieron ligados a los aplazos; el otorgamiento de amplias facilidades para que los educandos puedan pasar de año llevándose “una previa”, y la posibilidad de que los estudiantes con sobre-edad escolar sean reubicados en los años correspondientes a su edad biológica, generaron un rechazo social generalizado y un debate nacional de amplias dimensiones. No hubo candidato a presidente que no opinara al respecto, poniendo al gobierno de Daniel Scioli en una posición muy incómoda, al tener que defender lo indefendible.

El gobierno bonaerense pretendía que el nuevo régimen educativo no trascendiera a la opinión pública. La resolución 1057, que instauró las modificaciones, fue firmada el 7 de julio de este año, y lleva las firmas de la titular de la Dirección General de Escuelas, Nora de Lucía, y del vicepresidente del Consejo General de Educación, Claudio Crissio.

Es decir, se decidió aplicar uno de los cambios más importantes de la década en materia educativa y ni siquiera se emitió un comunicado de prensa en los últimos dos meses. La resolución fue enviada directamente a las escuelas a través de los inspectores, que fueron los encargados de convocar a los docentes y ponerlos al tanto. Obviamente, no hubo ni hay posibilidad de discusión alguna: los educadores tienen que acatar lo dispuesto por la Dirección de Escuelas y, en caso de no hacerlo, corren riesgo de ser sancionados. 

 ¿Cuál fue el motivo de semejante secretismo? Según pudo saber Hoy, la gestión sciolista seguía órdenes “de arriba”, es decir, lineamientos dispuestos por el gobierno nacional para intentar esconder la realidad educativa del país, que muestra un claro retroceso de la matrícula de la educación pública, altos índices de repitencia y un derrumbe de la calidad en la enseñanza, haciendo que nuestro país, que hasta hace algunas décadas era el principal faro de la cultura y de los conocimiento de América Latina, haya quedado rezagado con respecto al nivel que muestran los alumnos de Chile, Uruguay y Brasil.

Exhibir estadísticas positivas –claramente dibujadas- sobre el sistema educativo le permite al kirchnerismo mostrar un panorama en las escuelas, en el último año de su gestión, que nada tiene que ver con la realidad. En ese contexto, no llamó la atención que el ministro de Educación nacional, Alberto Sileoni, saliera rápidamente a defender el nuevo sistema académico en la Provincia. Eso no fue todo: fue más allá y hasta pidió flexibilizar el régimen de exámenes que hoy implica una instancia "de vida o muerte, porque no todos los chicos tienen la misma entereza para afrontar esa etapa. Necesitamos una evaluación más integral, con más chances", dijo. Lamentablemente, no se le cayó la cara de vergüenza.

Existen muchos interrogantes acerca de por qué se instrumentan este tipo de modificaciones. Quizás, una de las mejores explicaciones, la dio Juan José Campanella, el director de la película “El Secreto de sus Ojos”, ganadora del Premio Oscar en 2010: “Cuanto menos exigente la escuela, más burro el alumno. Cuanto más dócil, más fácil de dominar. Ese es plan”.

En definitiva, los sectores que se oponen al cambio en la Argentina le tienen terror a la educación y a la cultura del trabajo, que son los instrumentos más eficaces para la movilidad social y para la construcción de un espíritu crítico que evite aceptar como una verdad revelada lo que quiere imponer el gobierno.

Inflación y dólar
Son tan burdos los intentos de manipular la realidad que el gobierno insiste en querer hacer creer que la inflación no es un problema en la Argentina, haciendo que el INDEC informe índices irrisorios del incremento del costo de vida.

Según las estadísticas oficiales, la suba del costo de vida se ubicó en el 1,3% y se desaceleró en agosto. Cualquier ciudadano con dos dedos de frente, que el mes pasado pagó boletas de gas con incrementos superiores al 300% y está afrontando aumentos en la nafta del 44% en lo que va del año, se da cuenta que los datos oficiales no resisten ningún análisis.

No es una casualidad que la presidenta Cristina Kirchner recurra a estas maniobras de manipulación. Ya perdió todo poder de persuasión sobre la opinión pública que, tal como lo decía Perón, es uno de los mayores atributos que debe tener un gobernante para mantenerse en el poder. “El conductor militar es un hombre que manda. El conductor político es un predicador que persuade, que indica caminos y que muestra ejemplos y entonces la gente lo sigue”, reza una de máximas que incluyó el fundador del Partido Justicialista en el manual “Conducción Política”.

Ya nadie le cree a la primera mandataria y una muestra de ello ocurrió el último viernes cuando, un día después de que Cristina recomendara no adquirir dólares porque supuestamente “se desvalorizan”, los ahorristas salieron masivamente a comprar divisas extranjeras en el mercado informal, llevando a que el dólar blue batiera todos los récords. 

En ese escenario, es muy probable que casi todas las iniciativas oficiales caigan en saco roto. Por ejemplo, el plan para que vuelvan los planes de pagos en 12 cuotas sin interés, que también fue anunciado por Cristina en la semana que pasó, tiene muy pocas chances de reactivar el consumo por una sencilla razón: parte de un severo error de diagnóstico.

Muy pocas personas saldrán a endeudarse en un esquema de profunda recesión económica, con temor a perder su trabajo y con una inflación que lleva a que sea cada vez más difícil llegar a fin de mes. A su vez, el plan incurre en peligrosas contradicciones ya que podría entrar en conflicto con las políticas que intentan contener la salida de dólares. Hay una parte muy importante de los componentes de los bienes promocionados que es importada, aunque el gobierno insista en decir que son de fabricación nacional.
 
El problema se ve agravado por la caída en el precio de la soja, por lo que intentar reactivar el consumo por esta vía podría generar más presión sobre las reservas internacionales, que vienen en caída libre.  Como si todo esto fuera poco, lo más probable es que las personas que adquieran los productos tengan que afrontar un precio de venta que contendrá una parte del costo de financiación, generando aún más inflación.
En definitiva, la mentira siempre tiene patas cortas.

Juan Gossen
[email protected]