La pelea por la gobernación: Macri y el fraude que no será

El precandidato presidencial del PRO alertó sobre una “posible trampa” por parte de los aspirantes K, Aníbal Fernández y Julián Domínguez, en las PASO del 9 de agosto. Pero a esa teoría conspirativa la anula el hecho de que ambos candidatos se presumen fraudulentos y, por eso mismo, controlarán sus maniobras. Las incapacidades del armado macrista  

Podría ser una historia de compadritos de fines del siglo XIX y principios del XX, si no fuera porque les sobra cobardía y les falta coraje. Un relato con potencial cinematográfico, si no fuera por la mediocridad de sus actores.

Lo cierto es que, como en una buena película de suspenso, el destino de la provincia de Buenos Aires se presenta misterioso e incierto, a merced de quienes bogan por sentarse en el sillón de Dardo Rocha.

Porque, si aún no alcanzara con los protagónicos de Aníbal Fernández y Julián Domínguez, rostros oscuros de la interna bonaerense del Frente para la Victoria, en la pelea por la gobernación también se anota María Eugenia Vidal, delfín PRO cuyo jefe político, Mauricio Macri, alertó sobre un posible fraude en las PASO del 9 de agosto e instó a sus seguidores a que “estén atentos y despiertos porque otros pueden hacer trampa”.

Lugar cómodo el de la oposición representada por la alianza Cambiemos que lidera Macri junto a Ernesto Sanz y Elisa Carrió. Porque es cierto que el kirchnerismo se mueve en el terreno de la impunidad, con jueces amigos y comprados, en las antípodas de la ley; pero, por eso mismo, la teoría conspirativa de Macri no aplica en el caso de la interna provincial.

Por la virulencia de la disputa, porque Domínguez y Fernández son hermanos políticos de la era K y cada uno sabe de lo que es capaz el otro, conocen sus artilugios, las imposturas propias y ajenas, y, como tal, estarán a la defensiva, cubriéndose las espaldas y, sobre todo, protegiendo sus urnas.

Domínguez sabe del pasado oscuro de Aníbal cuando fue intendente de Quilmes; sabe que en 1994 estuvo prófugo de la justicia y hasta, dicen, huyó del municipio escondido en el baúl de un auto; ha oído sobre sus presuntos vínculos con el narcotráfico; sabe que si, como jefe de Gabinete K, pudo manejar con discrecionalidad millonarios fondos del programa Fútbol para Todos, más fácil le resultaría desviar votos para la lista que lidera junto a su vice, Martín Sabbatella; y, sobre todo, Domínguez recuerda que a Aníbal se lo acusó por la presunta “compra de votos” durante las elecciones legislativas de 2009.

 Del mismo modo, Fernández (que, en una teoría conspirativa similar a la de Macri, denunció que los intendentes que apoyan la fórmula Julián Domínguez-Fernando Espinoza esconden sus boletas) conoce los artilugios del hombre de Chacabuco que quiere dar el salto desde la presidencia de la Cámara de Diputados a la gobernación; supone que, como él, es diestro en el arte de desviar fondos públicos (lo habría hecho al frente del Ministerio de Agricultura K); y, más aún, es consciente de que la candidatura de su oponente depende del apoyo de los intendentes del PJ, sobre todo de los Barones del Conurbano (donde la oposición teme que haya fraude); de hecho, quien lo acompaña en la fórmula es el intendente de La Matanza, el distrito que constituye el corazón del aparato político que gobierna la provincia desde 1987.

Se sospechan mentirosos, pendencieros, tramposos. Se conocen y desconfían mutuamente. Juran amor eterno a Cristina (como antes se lo juraron a Menem y Duhalde), pero entre ellos se detestan.

El fraude no va a suceder, no porque los candidatos K no se vean tentados a hacerlo. Al contrario, como cada uno es consciente de lo que son capaces, irán a las PASO con todos los sentidos y todos los fiscales dispuestos a coartar las maniobras espurias del adversario. Por esto, si el macrismo no se impone en la lucha por la gobernación provincial no será por obra del fraude, sino por incapacidad propia; por postular a una candidata como Vidal, de nula inserción territorial.