Sobresueldos en el organismo que falseaba estadísticas

Los millonarios gastos de la patota de Moreno en el Indec

El exsecretario de Comercio Interior K manejaba un fondo mensual de dos millones de pesos, que se usaba para pagar sobresueldos a quienes falseaban las estadísticas oficiales durante años. La labor jugada por el gremio UPCN en las turbias maniobras

La intervención del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), dictada por el expresidente Néstor Kirchner allá por comienzos del 2007, tuvo al exsecretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, como su cara visible. Se trató de la implementación de un sistema patoteril que incurrió en la falsificación de los registros oficiales para consolidar un relato alejado de la realidad nacional.

La llegada de Cambiemos al poder significó la normalización de un organismo que por muchos años se manejó con el miedo y la violencia como estandartes, logrando que el país perdiera los números reales de las cifras de crecimiento, lo cual terminó siendo un búmeran muy negativo para los intereses de la Argentina en su conjunto.

Entre los pasos que viene llevando adelante el nuevo director del Indec, Jorge Todesca, está el de desempolvar todos los convenios firmados por las autoridades K en más de ocho años de gestión. Uno de los datos más destacados es que la gente que ingresó Moreno al organismo, conocida por sus empleados como “la patota”, le costaba a los ciudadanos más de dos millones de pesos mensuales, superando los 200 millones de pesos en el lapso de tiempo que duró la intervención .

La distribución del dinero, que desde el kirchnerismo advertían que llegaba a todos los empleados del Indec cuando en realidad únicamente accedían a él quienes compartían el método del exsecretario de Comercio Interior, se hacía a través de la Dirección de Personal que estaba a cargo de Roberto Martinez, un hombre que reportaba a quienes fueron directores en la gestión K, como Beatriz Paglieri, Norberto Izcovich y Ana María Edwin.

Esta especie de sobresueldo que debía repartirse entre todos los empleados del Indec solo fue distribuida entre los más fieles representantes del kirchnerismo. Entre ellos, a quienes los empleados identificaban como “los 12 apóstoles de Moreno”, estaban Rubén Zampino (exdirector del Estado en Papel Prensa), José Luis Blanco, Hernán Brahim, Pablo Cerioli, Sergio Bello, Julio César Benítez, Néstor 

Fabián Coronel, Guillermo Cosentino, Miguel Lissi, Francisco Marasco, Rodrigo Rabanaque y Fernando Scigliano.

Manejos oscuros

Según consta en la denuncia presentada por la conducción del Indec, en estos acuerdos para introducir gente para “amedrentar” a los empleados a seguir los dictados K, tuvo una clara participación el gremio Unión Personal de la Nación (UPCN), que a través de su titular, Andrés Rodríguez, llegó a un acuerdo con Guillermo Moreno para colocar en la planta fija del organismo a más 100 personas que respondían directamente al líder sindical.

Rodríguez, a través de turbios convenios con el cuestionado exfuncionario K, logró componer una fuerza de choque dentro del Indec que mantuvo el miedo al interior del organismo, no permitiendo que profesionales de carrera pudieran realizar sus trabajos con tranquilidad. Esto llevó a que funcionarios con amplia trayectoria en el manejo de las cifras dieran un paso al costado por no soportar el nivel de patoterismo oficial.

Moreno habría tomado a UPCN como la punta de lanza para lograr romper con la independencia política que históricamente había tenido el Indec, metiendo a su interior a personajes que respondían ciegamente a las órdenes emanadas desde la Casa Rosada por Cristina Kirchner y supervisadas por el controvertido funcionario nacional.

De acuerdo con lo que pudo investigar la actual conducción del organismo, el fondo extra era digitado directamente por Rodríguez en alianza con Moreno, que decían a quién había que darle el beneficio y a quién no, generando una prebenda política que jugó por años con las cifras oficiales, llevando a la Argentina al descalabro estadístico más grande de su historia.

Poder perdido

Una de las primeras acciones llevadas adelante por la actual conducción del Indec que comanda Jorge Todesca fue la de acabar con estos sobresueldos, que en realidad eran un mecanismo que se usaba desde el propio poder K para falsear las estadísticas públicas.

Ni bien se enteraron de esta situación anómala, desde el organismo público se puso punto final a estos millones de pesos mensuales que se destinaban a la patota identificada con Moreno. A su vez, se relevó de sus funciones a muchos de los hombres que reportaban directamente al exsecretario de Comercio Interior y al gremio UPCN.

Según aducen los propios trabajadores del organismo, sufrieron presiones y persecuciones por años. Esto llevó a que desde el sector que todavía coincide con el proceder del kirchnerismo, se intentara hablar de un supuesto “acoso laboral” por parte de las autoridades, para así poder mantener un puesto que jamás llevaron adelante con profesionalismo y en base a las mínimas reglas de la estadística.

Reprobación al máximo

Andrés Rodríguez, secretario general de UPCN a nivel nacional, es un viejo conocido del sindicalismo argentino. Se mantiene en el poder desde el año 1990, cuando asumió el mando en unidad de acción con el menemismo y apoyando el proceso de desguace del Estado que se llevó adelante durante aquel gobierno.

Su defensa acérrima del menemismo y luego la cerrada aprobación que hizo de los gobiernos kirchneristas, llevaron a que el gremio perdiera el poder interno que alguna vez supo tener dentro del universo de los trabajadores estatales, y que hoy sea uno de los dirigentes sindicales con mayor desaprobación por parte de la sociedad.

Vale recordar que en el mes de mayo se hicieron muy famosas unas imágenes filmadas al interior del Ministerio de Trabajo de la Nación, donde los afiliados de UPCN identificaron a Rodríguez en una reunión, siendo escrachado por los trabajadores al grito de “traidor”, “delincuente”, “nos vendiste con el turco y después con los Kirchner”, y “todo lo que hiciste te va a volver”. Una muestra de que hasta sus propios afiliados reniegan de su presencia y reprueban su gestión al frente del sindicato.