Rumbo a la indefensión total

EN FOCO

La desaparición del mísil en Arana, y la absoluta impericia que está demostrando el gobierno nacional en la investigación para esclarecer lo ocurrido, es una muestra más del absoluto estado de indefensión en que se encuentra nuestro país.

En los últimos días, a partir de la muerte del fiscal Nisman, hemos reflejado la forma infame en la que el gobierno nacional desguazó las fuerzas armadas y de seguridad -que deberían servir para proteger a los ciudadanos y defender la soberanía nacional- para ponerlas al servicio del apriete y del espionaje interno contra críticos y opositores. En otras palabras, politizaron al extremo una institución que nació en los albores de la patria.

En pleno siglo XXI, las fuerzas armadas cumplen una importante labor en la mayoría de los países serios. No sólo forman parte indisoluble de lo que significa la nacionalidad, sino que también buscan modernizarse para cumplir tareas propias de un mundo donde el conocimiento no se detiene y diariamente plantea nuevos desafíos.

En un país como la Argentina, en el que se encuentra todo por ha-cer, las fuerzas armadas podrían cumplir un importante rol de contención social. Eso no es todo: también podrían hacer importantes aportes en el campo del desarrollo científico, utilizando para ello una infraestructura que actualmente se encuentra absolutamente ociosa y que, en algunos casos, está prácticamente abandonada. Por ejemplo, si existiera un verdadero plan estratégico, las fuerzas armadas podrían aportar importantes recursos humanos para la concreción de grandes obras de ingeniería hidráulica en zonas afectadas por las inundaciones, y también estarían en condiciones de poner en marcha otro tipo de obras para las zonas de sequías. Es decir, además de estar preparadas para defender la soberanía nacional ante posibles amenazas externas, cumplirían un rol que en nada se asemeja al sanguinario proyecto que desplegó la última dictadura militar que, inspirada en intereses absolutamente antinacionales, violaron de forma flagrante el mandato sanmartiniano, siendo absolutamente funcional a aquellos sectores que buscaron y siguen buscando que un país plagado de riquezas naturales, como la Argentina, esté absolutamente indefenso.

Asimismo, con la sola presencia de las fuerzas armadas, se reafirmaría la soberanía nacional en la Patagonia y en el continente antártico, un territorio escasamente poblado, pero con riquezas de incalculable valor que son objeto de ambición de las grandes potencias. Lo mismo sucede con el mar: los recursos ictícolas están siendo saqueados y depredados por embarcaciones extranjeras sin ningún tipo de control. Estos recursos marítimos, puestos al servicio del país, posibilitarían desterrar el flagelo de la desnutrición que diariamente se cobra vidas.

No solamente hay que fijarse en el rol que cumplen las fuerzas armadas en los denominados países del primer mundo para definir los pasos a seguir, una vez que este gobierno ya no esté en el poder. Sólo basta con ver lo que sucede en naciones vecinas como Chile y Brasil, cuyo desarrollo militar ha dejado absolutamente postergado a nuestro país. Estamos hablando de gobiernos que tienen raíces en la izquierda, pero que han entendido a la perfección que ningún proyecto nacional, en un mundo globalizado, puede consolidarse sin el acompañamiento de fuerzas armadas comprometidas con la democracia y con el desarrollo económico y productivo.

Todo lo contrario ha sucedido en la Argentina, donde la Marina tiene barcos de guerra que se hunden en los puertos por falta de mantenimiento, mientras que el único rompehielos que hacía expediciones a la Antártida hace 8 años que está fuera de servicio: el Almirante Irizar sufrió un incendio en 2007 y desde ese momento se encuentra en el Astillero Tandanor.  Eso no es todo. En lo que se refiere a la fuerza aérea, solamente el 17% de los aviones se encuentra operativo por la falta de mantenimiento, por los ínfimos niveles de inversión que ya resultan alarmantes y por el escaso adiestramiento de los pilotos. En ese sentido, la aeronave nacional que fue insignia en materia de apoyo de fuego durante la guerra de Malvinas, como son IA-58 Pucará, hoy por hoy apenas cuenta con 34 unidades de las más de 200 que llegaron a fabricarse para la fuerza aérea argentina (ver aparte). La consecuencia es que, en la actualidad, tenemos el espacio aéreo absolutamente desprotegido. Y si a ello se le suma la falta de radarización, el resultado es que hoy los narcotraficantes prácticamente no tienen ninguna complicación a la hora de hacer vuelos clandestinos para ingresar estupefacientes al territorio nacional.

En definitiva, un país sin defensa está condenado al atraso, al subdesarrollo y a la dependencia, características que definen el ciclo político que se está agotando en la Argentina y que, con suma urgencia, requiere el surgimiento de una alternativa superadora.

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