San Fernando: fuego cruzado entre políticos y el crimen sigue andando



La muerte de Jorge Fernández que resonó la semana pasada, cuando asaltantes disfrazados con uniformes azules y cascos blancos (haciéndose pasar por operarios de una empresa privada) pasaron por arriba  a un anciano que se resistía a darles el auto provocándole la muerte, desató en este distrito del norte del Conurbano una puja política entre massismo y kirchnerismo, que parafraseando con la trama policial, sólo siguen tirándose con munición gruesa… en medio del dolor.

Consumado el hecho, salió a hablar el ex intendente y hoy concejal próximo a cumplir 70 años, Gerardo Osvaldo Amieiro: “las cámaras no funcionan, en San Fernando se han multiplicado los robos, las salideras y todo tipo de delitos”.

Desde la trinchera oficialista, el secretario Juan Francisco Andreotti (31 años, hijo del ex jefe comunal Luis Andreotti, que desplazó a Amieiro de la intendencia) tildó de “inexacta y temeraria la afirmación del concejal" y que la misma "se ve rotundamente desmentida ya que las Cámaras de Seguridad instaladas por el Municipio captaron las imágenes de la fuga de los asesinos en un Ford Ka gris que habían robado. Esas mismas cámaras, incluso, muestran como las dos ambulancias del Sistema Emergencias San Fernando ingresaron a la guardia del Hospital Provincial con la víctima aun con vida. Son fundamentales para la investigación de la Policía para dar con el paradero de los asesinos”.

Amieiro (FpV), que quiere regresar al poder y es precandidato (gobernó sin pausas desde mayo de 1995 a 2007), siguió pegando: “el massismo trabaja sobre lo visual y no sobre lo importante, con una palmera y unas lucecitas no se resuelven los problemas, hay que promover fuertes equilibrios sociales”.

A su vez, Andreotti, le recuerda que “se quedó en el pasado y utiliza políticamente las desgracias” y que cuando era Jefe Comunal no había patrulleros municipales y solamente 50 cámaras y un distrito totalmente oscuro".

Lo cierto es que la ciudad vive con miedo, y que las cámaras siguen sumándose (promedio de una por cada 400 habitantes), pero la gente debe hacer movimientos “entre algodones” para no ser víctimas del hampa.

Una anécdota de las más patéticas es la que manifestó el hijo de la víctima, cuando se apersonó a la dependencia policial. Estaba cerrada con llave y tras golpear la puerta y preguntar por qué estaba cerrada, del otro lado un efectivo le contestó "por seguridad".