Desgarrador relato de la joven secuestrada en Berisso

La víctima dijo que fue abusada por varios hombres y que la obligaron a drogarse. El sospechoso tiene pedido de captura nacional e internacional

Clara Ferrer, la joven de 18 años que estuvo secuestrada 17 días en una casa de Berisso por un presidiario que se encuentra prófugo y tiene orden de captura nacional e internacional, rompió el silencio y se animó a contar el calvario que le tocó vivir. Tal como anticipó este diario en su edición del jueves, la mujer estuvo privada de su libertad desde el 5 de febrero hasta el 23, tiempo durante el cual fue abusada, drogada y golpeada. 

En diálogo con Trama Urbana dijo: “Estoy bien, aunque me duermo a ca­da rato. Todavía no entiendo muy bien lo que pasó, fue muy feo. Haber­me rencontrado con mi familia fue algo maravilloso. Estando secuestrada pensé lo peor, creí que me iban a matar”.

Contó que todo comenzó el 5 del corriente, cuando junto a su hermana y una amiga salieron del boliche Milenio y en Plaza Moreno un hombre que estaba en un auto estacionado, identificado como Pablo Reinoso (38), las invitó a tomar algo. Aceptaron y accedieron ir a la casa de Berisso del individuo, que estaba con otro sujeto. “Como mi hermana había ido al baño y no volvía, nos fuimos sin ella”. 

Allí comenzaría su odisea: “Mi amiga se fue con el otro chico y quedamos solos. Él me obligó a drogarme y abusó de mí, amenazándome con un arma cuando intentaba irme. En un colchón me tiraba agua con un balde estando desnuda y llamaba a otros hombres, que también me violaban, pero recién me daba cuenta al otro día, porque en el momento me drogaban y me dormían. Si me negaba a hacerlo, me daba piñas o patadas”. Agregó: “No me daban de comer ni me permitían bañarme. Vivía en una habitación sucia, con olor feo. Me drogaban con cocaína, alcohol y pastillas. Si no accedía a tomar, me pegaban”.

El final de la historia 

La chica declaró que pudo pedir auxilio a su madre por Facebook porque el acusado salió un rato al patio y dejó abierta una tablet, desde donde le mandó un mensaje de ayuda, 

bo­rrándolo luego para que él no se diera cuenta. “Estaba esperando un descuido suyo para comunicarme con mi mamá. Me costaba entender qué pa­saba. Le dije que venga pero que no responda porque él lo iba a ver y me iba a pegar”, dijo la víctima.

Su progenitora destacó: “Me llegó un mensaje de un hombre que no conozco y que decía ma, no sé dónde estoy. Me di cuenta que era mi hija por cómo escribe”.

Personal de la Jefatura Distrital Norte, comandada por el comisario Germán Rodríguez, fue hasta 14 y 162 junto a la progenitora y efectivos de la comisaría Décima. Golpearon la puerta, los atendió Reinoso y dijo que estaba solo y que no conocía a Ferrer. “Ella nos escuchó, gritó que estaba ahí y bajó por la escalera semidesnuda. Él se asustó, se tiró arriba del oficial ha­ciéndolo caer y se escapó”, agregó.

Sobre los sujetos que también la sometieron al ataque sexual (al menos cinco, todos prófugos), la víctima aseguró no conocerlos ni reconocerlos si los volviera a ver, ya que “estaba dopada”. A ellos les llegó a decir que “no quería estar ahí, pero igual me pegaban y me seguían violando”. 

Según informaron fuentes policiales, lograron capturar en 18 entre 162 norte y 163 a uno de los abusadores ayer, un mecánico de 49 años de iniciales JLR. Con respecto a Reinoso, se supo que estuvo preso en los penales de Magdalena y Florencio Varela y ahora se encontraba con libertad asistida. 

“Pagaban para abusar de mi hija” 

La madre de la chica detalló: “Al recibir el mensaje de mi hija, fui a la DDI pero no me atendieron. Me dijeron que estaban abocados a la búsqueda de un japonés y que mi hija debería estar por ahí”. 

En el examen toxicólogico al que fue sometida la víctima se detectó que fue drogada con varias sustancias, entre ellas cocaína. Actualmente se encuentra medicada y, si bien se desechó la posibilidad de un embarazo, ahora será sometida a controles para descartar cualquier tipo de infección debido a que sufrió abuso sexual con acceso carnal de manera reiterada.

Por último, tanto la señora como su hija creen que a esta última “la prostituyeron. Los hombres que la abusaron le pagaban (a Reinoso) para hacerlo”, y calcularon que en la casa donde todo sucedió funcionaba “una red de trata” y “venta de droga”. 

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