06/02/2014 - 17:11hs
Rodrigo Salinas, el “9” que traerá Unión de Santa Fe para jugar por primera vez en Berisso, se crió a diez cuadras de la cancha donde en pocos días le tocará “patear” en contra de sus mejores amigos
Ese pibe no va a aguantar, apenas pise la gramilla, se mandará un pique hasta el círculo central y cuando el resto de los jugadores de Unión levanten simbólicamente sus brazos, él quizás tendrá que llevarse las manos a la cara, a esos ojos negros que gozaron de ese aire a campito desde su más tierna infancia.
Serán muchos los hinchas que tratarán de retener la escena, de sacarle una foto con el teléfono celular, o de hacerle por qué no algún obsequio. La comisión directiva estará en los preparativos de alguna plaqueta. No importa, eso es acaso material. Incluso el presidente exitoso Alejandro Colombo le podrá recordar que lo sacó de un cyber café y le pidió por favor que volviera a jugar a la pelota cuando peleaban el promedio para no bajar a la "D".
“¡Rodrigooo, Rodrigooo..!”, bajará la música junto a los bombos y clarinetes que tratarán de suavizar al “Potro”. El Villero cristiano se dirá hacia sí mismo “ten piedad de nosotros”, con el equipo último en las dos tablas, aunque ya se sabe que esta experiencia para los berissenses está más allá de los resultados.
La B Nacional regresa al ruego y este futbolista vuelve a su hogar, donde todavía está la canchita de infantiles “Ramón Rodríguez” en el mismo lugar, cuando se llenaba la boca de goles y golosinas en la categoría 1986, junto a otros dos atorrantes que llegaron a Primera pero hasta la 1º C: Santiago París y Andrés Medina.
Nadie en Santa Fe podrá entender lo que le pasará por dentro. Ni un Unión-Colón podrá tener la emoción que va a correr por el interior de ese lungo que hace poco les llegó de Rosario Central. Hoy, los periodistas de la provincia con forma de “Bota”, le preguntaron acerca de cómo es la cancha de San Carlos. El pibe se habrá mordido los labios para no responderle “es lo más grande que vi en mi vida”. Entonces, se acomodó ante los grabadores y dijo “por lo que vi antes de venir a Santa Fe, no está en las mejores condiciones, pero siempre intentan cuidarla lo mejor posible y en la cancha hay remodelaciones”.
Sí, Rodrigo, ahora parece un estadio, cuando hasta el 2008 era el campito donde sólo había espacio para soñar. Seguramente, a ninguno se le ocurrió preguntarle por la bandera, es que ayudó a comprar y a pintar: “Celeste como el cielo, pero más grande”.
El lunes, a la tarde, no será para este Salinas otro lunes de hace algunos años, cuando quizás se tenía que ir a bañar a la casa que está a no más de una docena de cuadras, en el reducto de monoblocks de Los Talas. Viene al “Genasio Salice” esa camiseta a bastones rojos y blancos que en 1979 a punto estuvo de gritar campeón en Primera División (dos finales con River, 0-0 en Santa Fe y 1-1 en el Monumental, que consagró a las “Gallinas” por el gol de visitante).
La Villa lo espera con hambre, y con la agonía que a veces acompañan a los enfermos, que se entregan a Dios cuando “ya no tienen nada para perder”, tal como pronunció de sus labios el delantero que en el 2009 le metió el gol a Cambaceres, significando no solo un gol en un clásico de barrio, sino el primer título de la vida en Primera C.
“Trataremos de ganar”, dice Salinas, pero desde la redacción de diariohoy.net creemos que no va a aguantar, ya de entrada se le van a caer los mocos, como la tarde en que –siendo un veinteañero que iba al banco convocado por Gorostieta- lloró por un tiro libre formidable del “Negro” Jorge Merlo que fue a besar la red del arco próximo al río de La Plata.
Sí, pero ya no está el arco ahí, desde que VSC entró al profesionalismo, lo acomodaron como pudieron hacia el barrio de la Toma de Agua, ahjá, a unos pasos de donde nació la familia Salinas, con aquel recordado Raúl, que jugó para Estrella y La Villa, su papá, que fue querido por eso que nunca se olvida incluso cuando el cuerpo ya no esté: el amor a un grupo futbolístico, la fidelidad a los compañeros, siempre yendo por la vida con el único poder que puede cambiar al mundo: el de la humildad.
“No, -detuvo el carro a un periodista-, en la cancha somos 11 contra 11 y el campo es de igual manera para los dos, nosotros nos tenemos que acoplar a lo que nos toque”, afirma Salinas, que también va a tener en contra a su hermano Edgardo, quien fue lateral de Gimnasia hasta la reserva y luego terminó en la Liga Amateur Platense.
¿Cuánto falta para el lunes? Seguramente una eternidad para los que van a estar firmes, augurando que llegue algún milagrito como el de Talleres de Córdoba, la última fecha antes del parate.
Tranquilo, Potro, tranquilo...