Ni papá pitufo puede frenar esta ilusión

Por Juan Pablo Ferrari
Enviado Especial a Brasil 2014

Después de 24 años, la Selección argentina se metió entre los cuatro mejores equipos de la Copa del Mundo tras derrotar 1 a 0 a Bélgica con el gol de Gonzalo Higuaín. Una vez más, una escuela de fútbol surgida y formada en la ciudad de La Plata llevó al equipo nacional a jugar los siete partidos de un Mundial. Carnaval de invierno en Brasil

Hanna Barbera, productora de la exitosa serie belga “Los Pitufos”, no hubiese imaginado un libreto para alimentar a semejante ilusión. Hoy, más de 40 millones de argentinos saben que en siete días se define el Mundial y sueñan con que la Copa pueda volver al cono sur del continente americano. 

Entre esos tantos, un grupo selecto que tiene entre 30 y 40 años creció viendo a los dibujos animados de fino toque europeo, que entretenían las tardes en las vacaciones de invierno. 

Allí jugaba un rol preponderante “papá pitufo”, emblema protector de una decena de personajes que fueron animando la infancia de los adultos que hoy esperan ver a la Argentina campeón, como nunca antes pudieron hacerlo por su temprana edad…

Ayer, por lo pronto, ni la más codiciada pitufina Belga (las mujeres de este país se producen muy bien para ir a la cancha) pudo desviar la atención del Pipita Higuaín, que en el partido más complicado del Mundial apareció en plenitud para darle el triunfo a la Selección de Sabella. 

A diferencia de los otros encuentros, Argentina tuvo los espacios que no había tenido con Irán, Nigeria o Suiza. Y, a partir de entonces, se justificó la decisión del entrenador de mantener el mismo sistema táctico, ya que la contundencia ofensiva se transformaba en la principal arma de fuego para aplacar al rival. 

Esta vez, el equipo nacional logró abrir rápido el partido, tal como había ocurrido ante Bosnia y Nigeria. Pero a su vez logró abroquelarse en el fondo para evitar sufrir sobresaltos. 

Sabella apeló al misterio para sacar ventajas deportivas y volvió a justificar la decisión de enderezar el rumbo del la Selección cuando terminó la Copa América del 2011. 

El técnico, que hace cinco años planificaba una final histórica ante Cruzeiro por la Copa Libertadores, sorprendió al rival ensayando tres cambios, de los cuales sólo el de Basanta por Rojo estaba obligado. 

Buscó compensar las falencias defensivas apelando al oficio de Demichelis, y se apoyó en la experiencia de Biglia en el fútbol de Bélgica para ocupar mejor los espacios que se estaban dejando en la mitad de la cancha. El resto era simple: había que dársela a Messi para armar el juego. 

El libreto del Profesor, más aplicado a la patria futbolera que el de Hanna Barbera para entretener a los niños argentinos con Los Pitufos entre 1981 y 1990, arrojó los resultados esperados. Y hasta puede decirse que tuvo un plus con el imprevisto que sufrió Di María, cuya lesión desencadenó en el debut de Enzo Pérez. 

Argentina, al fin de cuentas, intensificó la entrega y la parte final, cuando por inercia el rival se lanzó a buscar el empate. A pesar de los intentos, que en algunos casos comprometieron a Romero, el equipo de Sabella pudo liquidar el pelito en varias ocasiones, cuando reguló energías y especuló con el desgaste del rival en el caluroso mediodía de Brasilia, parte en la que el Pipita sacudió el travesaño en un mano a mano.

Esta vez, los argentinos que en los ’80 se entretenían viendo una seria animada de los belgas, terminaron celebrando el pasaporte a las semifinales después de 24. El capítulo final de esta historia no puede tener otro escenario que Río de janeiro el domingo que viene. ¿Será ante Brasil?

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