Era un crack en el Lobo y llegó a un seleccionado Sub16 de AFA cuando un choque en moto le hizo perder masa encefálica y tener quince operaciones en la cabeza. En menos de un año tenía animó y volvió pero el club ya no lo fichó. Terminó en la Liga. Hoy da clases de padel en España
17/08/2018 - 07:51hs
Alcides Valdez Cardozo dio a luz verdaderamente el 11 de octubre de 1972 en el hospital de Melchor Romero, aunque quienes estaban en el fútbol amateur de Gimnasia, la madre Lina y el hombre “de la película” saben que hay otro nacimiento, el 17 de julio de 1988, la madrugada en la que volviendo de un malón fue arrollado en un accidente en el Camino Belgrano. Nunca supo qué pasó. Tenía 15 años, compartía la dupla central con Héctor "Coco" San Esteban (el jugador con más partidos oficiales en la historia de Gimnasia).
A los 15 años, con el dios aparte que lo levantó del cemento con la cabeza explotada, Alcides era titular indiscutible en el Lobo y ya era convocado a la Selección Juvenil. “Cuando se hacían pruebas de jugadores, me pedían que juegue para medir realmente a los delanteros”, dice sin dejar de ocultar que le da pudor hablar de sí mismo. El “Negro” era bueno y no es invento.
Desde hace 10 años está en España, donde es profesor de padel. Evoca a los mellizos Barros Schelotto, con los que tenía que lidiar en las prácticas durante aquellos años donde eran más pícaros que de grandes. La trama de la existencia tiene ciertos ingredientes que hacen más extraño todo: cuando diario Hoy lo contactó en una solicitud por Facebook para contar su historia, justo dos días antes se había reencontrado en Madrid con el doctor que lo salvó.
“Jugador en moto, no va”
Cuando Alcides era jugador de la sexta ya viajaba con un Sub16 de Carlos Pachamé. El recuerdo que sigue es cruel, premonitorio, del que cada pibe debería tomar nota: “el ayudante de esa Selección era Daniel Romeo, quien personalmente me había llevado una carta a mi casa de 1 y 32 para poder ausentarme del colegio. Me vio en moto y me dijo clarito: 'un jugador de fútbol no puede conducir eso, jamás. Eso fue un miércoles. Pero al otro día le pedí a mi mamá que me compre una más grande. Y el sábado me accidenté”.
Todas en contra
Del casi trágico episodio tiene la mente en blanco: “Se me cortó la cinta de la película. Solo sé que fue pasando el puente de hierro por el Camino Belgrano”. Pero con 15 años esa Honda 400 resultó el peor negocio. Al volver de un malón (baile juvenil), tuvo como resultado 9 días en coma, otros 4 en estado vegetativo; 15 operaciones, unos 280 puntos en la cabeza. “Mi cabeza llegó a estar abierta desde las 3 de la madruagada del choque hasta las 13.30 de la primera operación”.
Ya desde los 8 años sufría los gritos de su papá que le exigía más de la cuenta. “Medio pesado y doloroso para mí. Papá nos dejó antes de cumplir los diez y me dejó solo con mi madre, y pese a eso todo fue mucho mejor”, reconoció con valentía.
Volvió en Quinta
Pero Valdez volvió al segundo año del accidente. Con historia clínica en mano fue a buscar su escaparate, su libertad en una gramilla y con los colores del Lobo. Con edad de Quinta (y con parálisis en el parietal izquierdo, trabajado con cemento quirúrgico) se metió en entreveros duros contra la reserva, llegó a hacer dupla con Pablo Morant. “Solo habían pasado 8 meses y supuestamente iba a estar toda la vida en una cama… como si fuera una hoja seca”.
La fuerza de este guerrero no tuvo rivales imposibles. Ni aquel médico que iba a operarlo y le dijo a Lina que que vaya a verificar el cuerpo de su hijo que había fallecido en accidente. “Claro, mi mamá en la locura de escuchar mi muerte, gritaba desesperada que no podía ser, y en eso sale de una guardia el doctor Gustavo Ottaviano -recién recibido- y le pide que lo esperara que se ducharía, que tenía que empezar a practicar, que la iba a ayudar, aunque también le dijo que no pasaría esa primera noche. Pero la pasé, y así hasta el noveno día que moví un dedo”, relató.
“Escuché decir a los médicos que gracias a que estaba bien entrenado, por eso pude aguantar tanto. Pero por mucho tiempo no me podía comunicar con la gente. Además, por mi edad, no pudieron ponerme una prótesis de platino porque no estaba desarrollado”, cuenta como si fuera el cuento de otro desde el pueblo madrileño Arganda del Rey.
“Salí adelante por mi madre y por mis amigos de Gimnasia. Al final, estoy agradecido a todo lo que pasó, porque no hubiera tenido la familia que pude armar y que me hace tan feliz”, juró.