El origen del coronavirus es cada vez más incierto

El hallazgo de rastros de SARS-CoV-2 en aguas residuales de cuatro países aumenta el misterio sobre su surgimiento.

Una semana atrás era noticia el hallazgo de partículas de SARS-CoV-2 en muestras de aguas residuales del 27 de noviembre en Florianópolis, Brasil. Esta investigación dio muestras de la prueba más antigua del coronavirus encontrada en América hasta la fecha.

Pocos días antes, hacia finales de junio, investigadores de la Universidad de Barcelona (UB) habían detectado la presencia del coronavirus SARS-CoV-2 en muestras de aguas residuales recogidas el 12 de marzo de 2019.

Estos dos hechos se suman a los casos de China e Italia, donde se produjeron hallazgos similares. Estas circunstancias, lejos de echar luz sobre el origen del virus, oscurecen el panorama.

Los estudios demuestran la presencia del nuevo coronavirus en muestras de aguas residuales tomadas semanas o meses antes del primer caso registrado oficialmente en la ciudad china de Wuhan, donde se habría originado la pandemia.
Si bien la Covid-19 es una enfermedad respiratoria, estudios científicos ya probaron que hay grandes cantidades de genoma del coronavirus en las heces humanas, que posteriormente llegan a las aguas residuales.

Frente a esto, la pregunta cae de madura. ¿Cómo un virus con potencial pandémico circuló sin llamar la atención o crear una explosión de casos como sucedió en Wuhan?

Los expertos creen que los pacientes pueden haber recibido diagnósticos incorrectos o incompletos de enfermedades respiratorias, lo que habría propagado inicialmente la enfermedad. También, cabe la posibilidad de que el virus no tenía la suficiente fuerza como para causar un brote.

En cualquier caso, cabe la posibilidad de análisis defectuosos: muestras contaminadas o falsos positivos, debido a la similitud genética con otros virus respiratorios o a fallas en el kit de prueba.

Desde la ciencia, los más cautelosos aseguran que es necesario esperar por más estudios. Otros, los más osados, sostienen que hay suficiente evidencia de que el SARS-CoV-2 estaba muy extendido antes de que “explotara” en Asia. Entonces el virus habría estado latente y solo necesitaba ser activado por las condiciones ambientales.

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