Luisa Escarria fue una fotógrafa tímida y misteriosa. Pero con su gran lente supo retratar la era de oro de la revista porteña. Susana Giménez y Moria Casán, dos de las vedettes que hoy la recuerdan. Un documental realizado por Sol Miraglia y una muestra en el Malba ponen en valor su archivo.
Hace unos días Susana Giménez publicó una foto retro, en la que se la ve muy joven usando un body de encaje y un collar. Sobre el fondo blanco, se dejan entrever unas cortinas típicas de casa de abuela. “¡Me morí cuando vi esta foto! Cómo me gustaría haber guardado ese corset”, exclamó Susana en sus redes sociales.
La autora de la foto es Luisa Escarria, una fotógrafa colombiana que fue la gran retratista de las vedettes de la calle Corrientes en la etapa de auge de la revista porteña. No solo la diva de los teléfonos pasó por la lente de foto estudio Luisita. También una incipiente Moria Casán, Zulma Fayad, Amelita Vargas, Nélida Lobato, las hermanas Pons, Tita Merello, María Elena Walsh, Olmedo y Porcel, entre tantas otras figuras que marcaron la historia del espectáculo argentino.
Sol Miraglia, directora de cine, forjó una relación de amistad con Luisita y su hermana Chela, fotógrafas colombianas que emigraron de su país natal para buscar un futuro en Buenos Aires, en donde se encontraron con una escena teatral en su esplendor.
Miraglia rescató este archivo del olvido. Con tanto material logró realizar un largometraje que pone en valor el trabajo de las décadas en las que funcionó este estudio, que además ahora llegó al Malba con Temporada Fulgor, una muestra de gran parte del acervo de Luisita.
En esta entrevista exclusiva con diario Hoy la directora nos cuenta sobre la historia de esta fotógrafa tan talentosa que se refugió en el misterio y, ahora, salió del olvido.
—¿Cómo te sentiste cuando encontraste el archivo inédito de Luisita?
—Esto pasó hace 12 años atrás, en un cambio de paradigma de la imagen y la comunicación. Yo todavía tenía un celular Nokia 1100, recién terminaba el colegio y me interesaba mucho la fotografía. Había algo ahí que siempre me interesó y empecé a trabajar de eso. Fueron cosas de la vida que me fueron llevando a encontrar este archivo.
En Libertad y Corrientes estaba un poco la meca del fotógrafo, donde siempre íbamos por insumos. Es en este contexto que yo me encuentro con Luisita, no fue de la nada. La avenida Corrientes tiene como una cosa fantasmagórica, entonces un día aparece ella y ahí empezamos el vínculo. En ese momento no se hablaba mucho del archivo en sí, la fotografía se trabajaba desde el propio virtuosismo, el archivo era algo casi mal visto. De repente yo me encontré en esa casa de dos hermanas (Luisita y Chela), en donde tomábamos unos cafés increíbles. Ellas me mostraban álbumes de fotos de artistas autografiadas por los mismos artistas.
Por ejemplo, una foto de Nélida Lobato autografiada por Nélida Lobato, eso es muy del foto estudio, me parece maravilloso. Tampoco se hablaba mucho de los negativos, pero fuimos armando una especie de rompecabezas.
—¿Pensás que lo de Luisita resurgió en este momento histórico en donde el trabajo de mujeres está siendo visibilizado y rescatado del olvido?
—Yo creo que hay un montón de factores, viste que todo vuelve cada 20 años. Hoy además hay muchos medios, muchas posibilidades. En los ‘60 era otra historia. Luisita viene de Colombia, de un matriarcado muy enorme. Su padre era un bon vivant que murió cuando ella tenía 14 años, entonces la situación era una mujer, su madre, que con sus hijas se vienen para acá. Es un caso único, porque estamos acostumbrados a familias que vienen de Europa y ella tenía más una influencia de haberse formado con revistas de Cuba o de Estados Unidos, no tanto de Europa. Entonces cuando vienen acá, ya tenía el oficio desde la madre y el padre, y siguió el legado. Ella hacía su trabajo desde su casa con su madre, con sus perras, con Chela, entonces siempre vivió como en un refugio.
Son lazos entre mujeres. Cuando empecé a trabajar el archivo de Luisita consulté con algunos maestros de la fotografía y me decían: Acá solo hay un trabajo de una fotógrafa, es decir, se intentó encasillarla por comodidad, o por miedos y prejuicios. De hecho, Luisita me decía que quería tirar negativos, incluso lo hicieron, se perdió mucho material de mujeres de los años ‘60 porque no les entraba, porque no eran nadie, hoy nadie va a llamar a un foto estudio para pedir una copia.
—¿Qué significó foto estudio Luisita para la época y cómo se resignifica hoy?
—En los cuadernos de Luisita figuran 14.000 sesiones, un montón para la época. El estudio, por ocho años, fue conocido por las bandas musicales. Después conoce a Amelita y empieza a incursionar en la revista.
Y ahí se empieza a formar un mito, porque Luisita era cero cholula, no le interesaba formar parte de la noche, no aparecía, entonces se empieza a formar un mito, porque incluso hizo las primeras carteleras a color de la calle Corrientes y la gente se preguntaba quién era Luisita, era un misterio.
En ese momento la revista estaba en auge. Luisita, por ejemplo, fue la única que no tuvo problemas en fotografiar a personas trans. Nunca en la vida habló mal de nadie, era muy pura. Ella quería ser monja, algo muy común de esa época. Y era muy guapa.
—Ella fotografiaba a muchas estrellas como Moria Casán y Susana Giménez. ¿Cómo la recuerdan ellas hoy en día?
—Sé que Moria flashea con Luisita, tiene recuerdos. Luisita me hizo de las mejores fotos que tengo, pero yo era hermosa, dijo. Amelita Vargas la amaba y con la excusa de las fotos siguieron con la amistad. Entrar a su casa era entrar como a un templo. Al estreno de la película fueron varias vedettes que la recuerdan. Hoy es muy fuerte entrar al Malba y ver todas esas fotos, es un archivo muy hermoso y muy rico. Fotográficamente hablando, son fotografías maravillosas y eso es por lo que luché.
Las cumbieras que salieron del olvido
El archivo de Luisa Escarria, además, trajo al recuerdo la actividad de bandas femeninas de cumbia que tuvieron un gran éxito a principios de los ‘60, pero que quedaron en el olvido.
En el documental que Sol Miraglia estrenó en 2017, que realizó junto a Hugo Manso, una de las fotos que aparecen es la de una banda de músicas muy jóvenes, que posan sobre el sinfín de Luisita con sus instrumentos. Se trata de Pina y las de Batunga, cumbieras argentinas pioneras del género en nuestro país.
Sus nietas, entonces, contactaron a la directora de cine para ofrecer más fotos o dar datos sobre la historia de una banda que había quedado en el olvido.
“Lo de las cumbieras es espectacular, yo por Facebook me empecé a contactar con las nietas. Les pasaba como a las vedettes, cuya carrera y dinero manejaban los hombres. Entonces terminaron en la calle porque los tipos se quedaban con todo. Esta banda viajaba por toda Latinoamérica haciendo hits y el mánager por ahí les tiraba dos mangos por toda la gira. Y de esa banda lo único que quedan son los archivos familiares o las copias de Luisita, que no son tantas”, comentó Miraglia.
Foto estudio Luisita
El documental de Sol Miraglia y Hugo Manso se puede ver desde la plataforma play.cine.ar.
Temporada Fulgor
La muestra de fotos con curaduría de Sofía Dourron y colaboración de Sol Miraglia, puede verse hasta el 14 de marzo de 2022 en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA).
Además, se editó un fotolibro con este material que puede obtenerse en la tienda del museo.