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15/11/2017 - 03:00hs
Antes de su presentación en La Plata, la joven chilena habló con diario Hoy sobre su carrera internacional, la admiración que siente por los argentinos, la militancia feminista y la injusticia
Javiera Mena es la reina del pop metafísico. Mientras en nuestro país le cantan al QLO y los reggaetoneros del momento siguen tratando de entender qué es la misoginia, la joven chilena evita escribirle al amor romántico, los chicos lindos y la primavera.
Con estética pop art y sonido electrónico, sus letras hablan de la diversidad sexual, la libertad y el autoconocimiento. En el primer single del disco que editará a comienzos de 2018, llamado Dentro de ti, se cuestiona: “Oye tú que has andado por las islas Baleares, navegando en un yate por el mar Mediterráneo, yo te pregunto si fuiste dentro de ti, si fuiste a tu interior”.
“A veces buscamos cosas fuera de nosotros, pero no estamos mirando hacia adentro, y en el mundo actual eso es urgente”, dijo a diario Hoy la artista desde el otro lado de la cordillera, antes de atravesarla para presentarse en nuestra ciudad mañana a las 21 en 58 entre 10 y 11. Además, habló de su carrera, que la convirtió en ícono de una generación, de su vínculo con los argentinos, unos “desfachatados”, y de la injusticia en el mundo.
Javiera es una artista de culto. Tenía 17 años cuando irrumpió en la escena emergente de Chile, siempre en tensión entre su élite conservadora y los aires bohemios que anclan en el puerto de Valparaíso. Tal vez por eso cree que su patria es “prácticamente una isla”, y entendió que tenía que migrar, volar. Creció artísticamente mirando a nuestro país, junto a cantantes como Rosario Bléfari. De los argentinos le gusta que no tienen “pudor”, que bailan en sus recitales, que la miran y ella los siente cerca, en una relación que mañana puede tener un nuevo impulso en La Plata.
—¿Cómo te preparás para el recital en nuestra ciudad?
—Con alegría de ir a la Argentina, que fue el primer país que me abrió las puertas. Estamos al lado y quiero estar más presente, siempre he estado muy pendiente del arte y la cultura de ahí. Tengo entusiasmo y expectativas, porque el público argentino es muy cálido. La última vez que fui a Buenos Aires veía a la gente, sus caras, y todos estaban tan cerca. Se pararon y bailaron sin importarles nada. En Chile nos da vergüenza, yo siento admiración por ustedes, que son tan desfachatados.
—Sos considerada una referente y un ícono, ¿te gusta o te da miedo?
—Estoy contenta de que se hable de mí, porque quiere decir que voy a poder seguir haciendo mi música. Pero no me voy a creer que soy la súper reina o esas etiquetas que te ponen, que las agradezco. No me molesta ni me gusta, solo es una señal de que existo en el mundo. Tengo una carrera de trece años, con cuatro discos en Chile, que es prácticamente una isla. Por eso desde un principio sentí que tenía que salir. Primero fui a la Argentina, después empecé a moverme más, y he tenido una trayectoria más bien internacional. En mis comienzos en la música tenía la idea de andar volando, y ha sido bonito, pero mi gran revelación de estos últimos tiempos ha sido poner los pies sobre la tierra.
—¿Cómo vivís tu activismo?
—Creo que hoy necesitamos agitar respecto al feminismo, porque las mujeres hemos tenido miles de años sufriendo la injusticia. Tenemos que ser astutas y generar una manera empática de comunicarnos con el resto para lograr nuestros objetivos. Por suerte, la lucha está en boca de todos, se ve el levantamiento de las mujeres. Alzamos la voz para decir basta, queremos un mundo diverso, diferente a como siempre nos dijeron que debía ser. A veces me desanimo, porque sé que el poder está ahí, es el mismo de siempre. Por eso, me preocupo porque, con mi música, la gente tenga una gota de autoconocimiento. Esa es mi cultura. Veo que el mundo es muy injusto y, la verdad, no creo que deje de serlo.