06/04/2015 - 06:55hs
Dos mujeres especialistas del CONICET de nuestra ciudad encabezan el estudio. Evalúan a la mosca de la fruta para hallar respuestas a insuficiencias cardíacas
Un grupo de científicos, encabezados por Paola Ferrero, investigadora asistente del CONICET en el Centro de Investigaciones Cardiovasculares (CIC, CONICET – UNLP), lleva adelante un proyecto denominado “Drosophila melanogaster como modelo para el estudio de enfermedades cardiovasculares humanas”. Drosophila melanogaster es el nombre científico de la comúnmente llamada mosca de la fruta. Más allá de las diferencias morfológicas evidentes que tiene respecto del ser humano, ambos presentan características genéticas que los asemejan. Es por ello que el insecto ha sido usado tradicionalmente como modelo de estudio en enfermedades que afectan a las personas.
“Estas moscas miden unos 4 milímetros. Pese a las diferencias, el corazón y los genes que lo hacen funcionar trabajan de la misma manera en ellas que en nosotros”, cuenta Ferrero. “Son más chiquitas y tienen un genoma menos complejo que el del humano, pero sus genes son similares y producen las mismas proteínas”, agrega. Desde principios del siglo XX, D. melanogaster ha sido muy utilizada como modelo de estudio genético para otras enfermedades que afectan a los humanos, como diabetes, Parkinson, Alzheimer, trastornos neuronales o de desarrollo.
“Nosotros estudiamos el efecto del envejecimiento en la mosca y después lo extrapolamos para ver cómo repercute en el corazón del humano. Podemos observar si un gen está aumentado o disminuido y qué impacto tiene sobre una enfermedad cardiovascular de origen genético. Esto en el país no existía como línea de investigación”, afirma la experta.
Gran avance para estudiar en el hombre
En efecto, hasta el momento sólo dos equipos de investigación de Estados Unidos venían experimentando con este insecto para el estudio de enfermedades cardiovasculares.
Además de Ferrero, el proyecto cuenta con la participación de Manuela Santalla, licenciada en Genética y becaria doctoral de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CICPBA) en el CIC; Carlos Valverde, investigador asistente del CONICET en el CIC; Alicia Mattiazzi, investigadora superior del CONICET; y Ezequiel Lacunza, investigador asistente del CONICET en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
“Nuestra línea surge de la confluencia de tres disciplinas: fisiología, genética y biología molecular”, detalla Ferrero, y añade: “A partir de ellas comenzamos a trabajar el tema del envejecimiento y a analizar determinados genes de los que no se sabía que en el humano tuvieran implicancia sobre el corazón. Descubrimos que en la mosca sí impactan, por lo que ahora son buenos candidatos para ser estudiados en el hombre”.