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19/03/2017 - 04:00hs
Expertos analizan los efectos de un fenómeno global que se potencia, principalmente, por la actividad humana. Cómo es su impacto en La Plata y qué acciones se pueden tomar desde hoy para mitigar las consecuencias futuras
A lo largo de sus 4.543 millones de años, la Tierra ha experimentado innumerables cambios climáticos, pero el actual encierra una incómoda paradoja: la de ser ocasionado, en mayor medida, por sus habitantes.
“Se trata de un fenómeno muy particular porque está asociado a la actividad del ser humano que, al deteriorar su hábitat, pone en riesgo su presencia en el planeta”, advirtió a diario Hoy el ecólogo y doctor en Ciencias Naturales de la UNLP, Ramiro Sarandón.
Por eso, para los especialistas, el desafío es medioambiental, pero también moral y debe motorizar la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de la quema de combustibles fósiles, el agro, el transporte y la deforestación, entre otras acciones.
“Como lo afirma el 97% de las investigaciones científicas relacionadas con el calentamiento global, son esas actividades humanas las que provocan el aumento de la temperatura”, aseguró a nuestro medio el director de Hidrometeorología de la Municipalidad de La Plata, Mauricio Saldívar, a la vez que alertó sobre los agravantes de continuar con una economía basada en el uso de carbón, petróleo o gas, “que liberan dióxido de carbono elevando la temperatura media y cuyo efecto más serio es el blanqueamiento de los corales”, indicó.
Las consecuencias en la región
El vendaval que azotó La Plata el pasado 5 de febrero puede entenderse en el marco de este cambio climático, pero no como un hecho aislado, sino como parte de un proceso que se explica, por ejemplo, “por el aumento en la frecuencia e intensidad de eventos meteorológicos, con vientos superiores a los 90 km/h”, según apuntó Saldívar.
En el mismo sentido, la licenciada en Ciencias Meteorológicas y directora del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la UBA, Matilde Rusticucci, precisó que se trata de un fenómeno “estadístico que se evidencia en la mayor frecuencia de eventos extremos, más concentrados en tiempo y espacio”. Por ejemplo, en “la cantidad de olas de calor intensas que tenemos por cada verano, que se ha cuadruplicado con respecto a la década de 1960, o en los días de lluvia por encima de los 100 mm, que en la región pampeana casi se han duplicado”, señaló la especialista.
Por su parte, Saldívar destacó que “febrero de 2017 fue el más caluroso de los últimos 135 años y eso sí es algo que no habría ocurrido si no hubiese cambiado el clima”. Frente a un escenario en el que año a año se baten récords de GEI, “los extremos se exacerbarán. Hoy sabemos que, producto de las lluvias, el Río de La Plata seguirá creciendo y producirá más inundaciones en un futuro no muy lejano, dentro de 10 o 15 años”, sostuvo la experta de la UBA.
En nuestra región, las consecuencias se descargarán sobre “las zonas más vulnerables, como Berisso, Ensenada, la zona de av. Del Libertador en la Ciudad de Buenos Aires, San Fernando o Tigre, que quedarán bajo el agua”, especificó el funcionario comunal.
Por eso, “adaptarse al nuevo tipo de clima” es tan importante como disminuir la emisión de GEI, coincidieron los especialistas. Esto implica “preparar el campo y las ciudades para a los nuevos fenómenos, o planificar sistemas de alerta temprana que permitan anticipar la llegada de un fenómeno climático extremo”, sostuvieron.
Una solución al alcance de todos
“¿En qué estarían pensando nuestros padres? ¿Por qué no reaccionaron cuando tuvieron la oportunidad?, podrían preguntarse las futuras generaciones. Lo que hace falta es que nos lo pregunten ahora”, sentencia en el documental Una verdad incómoda (2006) el exvicepresidente de los Estados Unidos y Nobel de la Paz (junto al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), Al Gore.
El debate sobre la problemática llegó a su ápice el año pasado, con la firma del histórico Acuerdo de París, por el cual 195 países se comprometieron a que la temperatura media global no suba en este siglo más de 2° respecto de la era preindustrial.
“Se trata de un compromiso profundo por cambiar los modelos de desarrollo, alentando el uso de las fuentes de energía renovables, pero sin que eso implique una pérdida en la calidad de vida de la población humana”, propuso Ramiro Sarandón.
Para Matilde Rusticucci, de la menor emisión de GEI dependerá el futuro y eso es algo que está en manos de todos, “porque este es un fenómeno global y ni los países más desarrollados son invulnerables”, sostuvo.
Justamente, Estados Unidos (que con Katrina sufrió el paso de uno de los huracanes más mortíferos de la historia) y China “emiten el 50% de los GEI mundiales y tienen que hacer un cambio profundo en su estrategia industrial”, subrayó Sarandón, sin dejar de mencionar que la situación también compromete a la Argentina, que aunque emite el 1% de los GEI a nivel global, está en el puesto 25º, por sobre 175 países que liberan menos gases.
En este escenario, el hecho de que Donald Trump, reacio a mitigar los efectos que atentan contra el clima global, haya asumido la presidencia estadounidense “puede ser bastante negativo”, consideró Rusticucci.
Por último, los expertos coincidieron en que, si hoy se redujeran “drásticamente las emisiones de GEI, solo se ayudaría a evitar que el daño sea menos grave, pero los efectos continuarían por una década”.
No obstante, concluyó Sarandón, “hay que entender que esto no quiere decir que el planeta vaya a desaparecer, sino que lo que está en riesgo es la presencia del hombre en él y eso depende de nuestra decisión de salvarlo o destruirlo”.