Casi en soledad: la historia del joven Antonio que señalizará con el braille las aulas del Nacional

El tradicional colegio “Rafael Hernández” y el propio sistema educativo no tuvieron la iniciativa de un ex alumno, que apenas ingresó a primer año pidió que lo ayudaran y su sueño se cumplirá hoy, un año después de egresar. “Solo tuve la iniciativa”, le dijo a Hoy

No hay peor ciego que el que no quiere ver. El antigüo eslogan que tantas veces va al dedillo de la clase dirigente argentina, encuentra en nuestra ciudad un caso ejemplificador de la desidia. Es que Antonio, en plena pubertad, ya le hablaba a los del centro de estudiante del Colegio Nacional para que golpeen puertas en la Dirección. Quería que en las aulas haya carteles en braille, el código de lectura de los disminuidos visuales o los ciegos como él. “Lo que hice fue brindar una idea”, arrancó diciendo Antonio Ortíz, muy humildemente, en contacto con Hoy. 

“Mi hijo hizo la gestión desde el primer año. Está educado a pedir lo que necesita. No pudo usufructuarlo él, que cuando llegaba muy temprano o tarde, estando solo, no tenía como identificar el aula por medio del alfabeto”, agregó Angélica Ortíz.

Se puede

Hubo una historia, muy rica. La de estudiantes célebres como el escritor Ernesto Sábato y el doctor René Favaloro, o de personas que fueron trágicamente desaparecidas, muchos de ellos profesores del Nacional. Esos nombres están en las puerta de cada una de las aulas.

Antonio, el ex alumno, fue el segundo caso de un ciego que ingresó a este establecimiento. En 2016, “Nacho” ingresó a primer año, en su caso, como disminuido visual severo y será a partir de hoy el primer adolescente que pueda sentir el beneficio.

“Sólo pedí, hice una parte, alguien debe hacerlo para que se lleve a la práctica, a lo concreto”, añadió quien a las 11.30 de este lunes sentirá en el alma un verdadero regocijo.

-¿Por qué crees que los propios directivos no se percatan de estas faltas?

-Lo voy a explicar con este ejemplo: así como no sé pensar en la discapacidad de otras personas, y sí desde la mía, tuve la iniciativa, pienso que es una desidia natural y la falta de información. Lo que les parece fácil, a los que tiene la discapacidad no le es fácil.

Angelica y el menor de sus cuatro hijos, madre e hijo, hoy residentes de City Bell, llegarán hasta la zona del Bosque y por sus mentes volverá a sucederse una película de tantos días en que las materias y los examenes se sucedían con éxito, pero sin el pedido del adolescente cumplido.

Está anunciado para las 11.30 horas. Ninguno tirará manteca al techo, esta era una necesidad de tantas que aún tiene el sistema educativo. Como dice el ahora deportista becado por el CENARD, “me limité a presentar el proyecto”. Nadie compró nada. Fueron ellos mismos los que consiguieron el material de latitas de gaseosas descartadas, que cortaban, para luego en esa planchuela escribir el nombre del aula. Antonio se llevaba a su casa donde con una guillotina fue dejando los bordes parejos para después escriirle los puntitos en braille, quitando o poniendo, según cada letra. Así terminó la cartelería, él mismo. Así les mostró a las autoridades que era posible.