Inauguraron un lactario en la UTN
A partir de ahora, y gracias a esta acción, existirá un espacio seguro e higiénico para que las personas que se encuentren transitando el período de lactancia logren reinsertarse en el ámbito universitario.
Julie Christie es una actriz británica que hizo de su vida una parábola de coherencia, lucidez y talento. Hay muchas anécdotas poco conocidas que revelan su personalidad.
06/07/2024 - 00:00hs
Nació en la India, en la época en que ese inmenso país era colonia británica. Su padre manejaba una plantación de té. Cuando sus padres se divorciaron se fue con su madre a Gales. Tenía ocho años y hablaba muy dificultosamente el inglés. Estudió en un convento en Sussex. No duró mucho: las monjas la expulsaron por su afición a los cuentos de contenido sexual. En Londres tomó clases de arte dramático y frecuentó a la bohemia artística. Deambulaba con su bolsa de dormir, de casa en casa. A los 16 años decidió probar suerte en París. En las caves de Saint Germain des Prés dejó los últimos jirones de la moral victoriana impuesta por sus institutrices británicas. A su regreso a Londres, siguió estudiando arte dramático. Su final de curso lo hizo encarnando el papel de Ana Frank. Una revista publicó su rostro en la portada. Fue su pasaporte a la fama. Al día siguiente, un productor importante vio la revista en un kiosco de Victoria Station, y ahí empezó otro capítulo en la vida de Julie Christie.
Tuvo un pequeño papel en Algo de verdad, con Tom Courtenay en el protagónico de una historia en la que el empleado de una funeraria, harta de la grisura de esos días que se suceden unos a otros, sin sentido, alimenta el sueño de una tierra de fantasía donde él es el rey. Julie Christie, durante los ocho minutos que parece, dejan convencido al protagonista que esa tierra de verdad existe. El papelito le valió el premio de la crítica londinense y llovieron sobre ella las ofertas de contrato. Pero ella estaba convencida de que debía madurar como actriz y aceptó trabajar -por un sueldo modestísimo- en el elenco del Royal Shakespeare, para hacer La comedia de los errores, que le permitió recorrer escenarios de Europa occidental, Rusia y Estados Unidos con un éxito tal que, a su regreso, repitieron la obra ante la familia real y sus invitados en el castillo de Windsor.
La BBC la contrató para una serie de ciencia ficción, pero ya Hollywood la tenía apuntada. John Ford la llevó a los Estados Unidos para sumarla al elenco de El soñador rebelde, para hacer pareja con Rod Taylor. Ese mismo año interpretaría el papel que la consagraría, Diana, la heroína de Darling, que le valiera el Oscar a la mejor actriz. Desde entonces, fue una actriz disputada por algunos de los más prestigiosos directores. Bajo las órdenes de David Lean, hizo Doctor Zhivago -una de las películas más taquilleras de esos años-. François Truffaut la quiso para el principal protagónico femenino de Farenheit 451; John Schlesinger volvió a convocarla para Lejos del mundanal ruido, y Richard Lester la dirigió en Petulia.
De joven, la prensa describía a esta rubia de cabello alborotado como una mujer aficionada a coleccionar objetos inútiles, con una marcada predisposición por sentarse en el suelo, integra manifestaciones contra las bombas nucleares, ciclista empedernida, a quien se la veía vestir ropa cosida por sus amigas, molesta con sus piernas a las juzgaba demasiado delgadas, circunstancia que no le impedía exhibirlas generosamente con sus sempiternas minifaldas. Truffaut trazó el siguiente retrato de esa joven: “Boca llena, dos pómulos puestos como por equivocación, dos piernas como para mover el mundo y una cara como para ganarlo”.
Ya de adulta, se caracterizó por la severidad con la que elegía sus participaciones cinematográficas, y la solidez de su compromiso político. En Londres, en los años de la última dictadura padecida por Uruguay, compartió un espectáculo con Daniel Viglietti. Es una de las artistas más activas en la campaña de solidaridad con el pueblo palestino.
En 2004 se la homenajeó con un cameo en Harry Potter y el prisionero de Azkabán, y es que Julie Christie es una actriz que enaltece todos los lugares en los que aparece. Por eso la ONG británica Survival International le pidió que fuera la voz de un cortometraje que cuenta la historia de pueblos que se encuentran al borde de la extinción. Su última aparición cinematográfica fue en el thriller político Pacto de silencio, película en la que tuvo de compañeros a Robert Redford y Sam Elliot.