Dignos representantes de nuestra bandera

El conflicto de Malvinas no es una efeméride de una sola jornada del almanaque. “El 25 de mayo estábamos muertos de frío y hambre, y después de una guerra nos hicieron volver por la puerta de atrás”, dijeron exsoldados

Sus voces en el éter ya no son las de esos pibes, aún en desarrollo de cuerdas vocales y con el intelecto inocente. Sus voces son la de veteranos que ya no se confunden con “una fecha”, porque el terror y la frialdad de tantas muertes empezaría el 2 de abril y terminó el 14 de junio. “Es interesante que nos llamen en vísperas del 25 de mayo. Un día como hoy nosotros estábamos en guerra, sufríamos bajas, heridos, pero pasan los años y nos unen en un recuerdo de feriado puente”, dicen en su visita a “Gol” (101.3), la radio del diario Hoy.

Donde el Estado no está, ellos van, a concientizar, a compartir con las generaciones que no había nacido siquiera cuando ellos tomaban un fusil. “Es importante recalcar que Malvinas no era solamente una cuestión castrence, sino que la responsabilidad fue de todos. Fuimos a la guerra y volvimos por la puerta de atrás”, pone énfasis Eduardo Grau. 

“Me acuerdo que un 25 de mayo me morí de frío, nos hicieron hacer una fila para festejar el día Patrio, dos horas en el monte esperando que los militares nos den una galletita Express, un queso y un dulce. Eramos el último coletazo de la dictadura”, evoca el hombre que primero tomó la palabra en el programa “Motor Social”, espacio del secretario de producción de Berisso, Pablo Swar, quien lleva adelante la audición los martes y jueves a las 14 horas.

“Fui el único carnicero del Regimiento 7, no me daban la baja ni loco, era intocable. Antes de ir a las islas, de la que no teníamos idea, cortaba 7500 porciones de carne por día para la Brigada del 7 que estaba en Ezeiza. Trabajaba de 4 a 18, sin parar, 3 mil kilos de carne, una locura y estaba yo solo ¿eh?”, narró Gustavo Di Luca. Con un poco de humor, trata de llevar el hilo de una anécdota desopilante. “Faltando dos días para la toma, me llama el jefe del Regimiento y me dice ‘Di Luca, ya le dio mucho al regimiento, ya se va a ir de baja”. Por fin, dije. Pero llegó una orden porque decían que había un revuelo, algo pasaba en Malvinas. Y entonces, cuando pensaba que iba a volver a mi casa de Berisso, desde el 7 me dicen ¡andá a la Compañía a buscar las cosas! Casco, fusil, y de ahí directo a un regimiento en Río Gallegos. Era todo raro. En un Boening, sin asientos, viajamos a Malvinas, sin poder comunicarme siquiera con mi familia”. El relato de Eduardo tiene más detalles increíbles. “Estabamos por aterrizar, cuando tuvimos que volver porque había un avión fuera de pista. Pero al bajar, ya en el aeropuerto, nos dimos cuenta de entrada dónde y cómo ibamos a pasar ese conflicto… caminamos hasta el pueblo unos 30 kilometros, con todo el equipo a cuestas, y a mitad de camino nos agarró un temporal, que nos obligó a meternos en el tanque donde durmen las obejas”. 

Juan Mancowski, en tanto, evocó momentos de silencio, las miradas de incertidumbre. “Llevaba dos meses de instrucción, siendo clase ’63. Todos los días la orden era ‘matemos a los chilenos, vamos a combatir con ellos’. Nos trenemos que preparar porque se viene el conflicto. El 2 de abril nos comunican que se habia tomado y recuperado Malvinas. Con 18 años me fui a ofrecer de voluntario, por la emoción de la juventud, por no saber nada. Nos sacaron a boleos. Pidieron una compañía de ingenieros pàra hacer campos minados, perop no tenía ni idea. El lugar en la escuela de ingenieros es grande, y usamos la cancha de fútbol para ensayar cómo se usaban los campos minados. Fuimos los últimos en volver, porque al terminar el conflicto los ingleses querían que levantemos. Nunca sentí miedo, pero lo tuve cuando volví a casa, al barrio”.