Guerra, la novela perdida de Louis-Ferdinand Céline
La novela perdida de Céline sobre sus experiencias en la Primera Guerra Mundial.
culturaEl dúo más famoso de la historia del rock argentino, con el que Charly García demostró su temprana estatura de creador, tuvo un final penoso en la Patagonia.
02/05/2023 - 00:00hs
Charly García tenía 24 años y Nito Mestre, 23 recién cumplidos, cuando llegaron a la cumbre de la popularidad con su primera experiencia musical, un dúo que, con apenas tres discos, había entrado para siempre en la historia grande del rock en nuestro país. Las mieles del éxito empalagaron pronto a Charly García, quien decidió disolver Sui Generis en una despedida en el Luna Park, en dos conciertos celebrados el 5 de septiembre de 1975.
La gente que los había comenzado a escuchar en los trasnochados recitales del teatro ABC sabían que Sui Generis tenía un estilo propio, mucho antes de que se editara Vida su primer long play. Ese estilo se había refinado en Confesiones de Invierno y llegado a su clímax de la experimentación con Pequeñas anécdotas sobre las instituciones.
“Bueno, yo me despido ahora, chau, chau, chau loco…” fueron las últimas palabras que dijo Charly en el concierto final precediendo a los primeros acordes de Rasguña las piedras, lo cual quedó registrado en el álbum doble Adiós Sui Géneris. Cuarenta meses habían bastado a estos jóvenes flaquísimos de pelo largo para saber qué era aquello de la consagración. Lo extraño es que, una vez que llegaron a la cumbre, no se quedaron allí para divisar el paisaje, sino que iniciaron de inmediato el regreso. Resultaba incomprensible para los empresarios y desconcertante para su público.
León Gieco había comenzado su carrera musical en simultáneo con Sui Generis y estuvieron estrechamente unidos desde entonces: “Estaba tan cerca de Charly y Nito, éramos tan amigos que, cuando ellos tuvieron éxito, yo sentí que el éxito también era un poco mío. Los conocí en unos conciertos que se hicieron en el Teatro Luz y Fuerza, en San Telmo, habrá sido a fines del 71 o ya en el 72. Siempre cuento la historia: tocábamos Miguel y Eugenio, Sui Generis y yo. Y, cuando estaba por empezar el concierto, me dijeron que Sui Generis no iba a poder tocar, porque el pianista no estaba, no había llegado. Entonces tuvimos que tocar nosotros primero, y recién ahí fue cuando apareció Charly: en realidad estaba desde antes, pero se había escondido para poder cerrar el show él. Una turrada, pero también una cosa divina. Yo me di cuenta al instante, pero no pensé mal, porque me dije que un tipo que, siendo nadie, era capaz de una movida así, iba a terminar haciendo cosas grandes...”. León soñaba con que Charly fuera alguna vez su tecladista, ese sueño pudo cumplirse parcialmente cuando integraron juntos PorSuiGieco, Charly lo acompañó al piano en El fantasma de Canterville y en los muchos recitales que compartieron desde aquellos años.
La revista Gente, en su número 529, publicó una nota a doble página cubriendo la despedida: “Qué mambo, loco... Qué mambo (reunieron más gente que Gardel)”. Los afiches que empapelaban Buenos Aires decían: “¿Por qué?”. Era la primera vez que un grupo de rock actuaba en el Luna Park, agotando hasta la última entrada en las dos funciones. Bebé Kamin –con la producción de Leopoldo Torre Nilsson– filmó todo, incluyendo el testimonio de público y protagonistas, en un documental de 75 minutos que se estrenaría un año después para mayores de 18 años –por lo cual, buena parte de los que fueron a los recitales no pudieron ver entonces la película–.
Una semana después de las funciones en Luna Park, Sui Generis actuó en el estadio Atenas de Córdoba y, al día siguiente, en Rosario. Luego se fueron a tocar al sur. Primero, Comodoro Rivadavia; luego, Caleta Olivia, donde dieron dos conciertos.
Después, vendría lo peor. Viajando de Caleta Olivia a Comodoro Rivadavia, acompañados por dos mujeres, la camioneta en la que iban volcó. Llevaban consigo los instrumentos musicales que quedaron destruidos. Los teclados de Charly quedaron reducidos a chatarra. El único sintetizador que había sobrevivido, fue robado en el aeropuerto de Comodoro Rivadavia, antes de despachar la carga en el avión de regreso a Buenos Aires.
Los integrantes de Sui Generis, a quienes el éxito de sus últimas presentaciones hacían vacilar acerca de extender el certificado de defunción al dúo, vieron en esa sucesión de desgracias el dictamen del destino ordenándoles acabar de una vez con esa historia.