Falleció Justina, la nena que esperaba un trasplante de corazón 

Tras luchar por su vida durante casi tres meses, en la mañana de ayer falleció Justina Lo Cane, la nena de 12 años que encabezaba la lista de Incucai para recibir un trasplante de corazón. El deceso se produjo en la Fundación Favaloro, donde se encontraba internada a la espera del órgano.   

Esta nena, a quien se le detectó una cardiopatía congénita cuando tenía un año y medio de vida, el pasado 7 de septiembre de 2017 había entrado de urgencia a la terapia intensiva de la Fundación Favaloro. Dos días después de la internación, cuando todos sus órganos se descompensaron, la joven tuvo que ser conectada a un ECMO (soporte cardíaco y respiratorio), mientras aguardaba un corazón para el trasplante en Emergencia Nacional .

Ante este cuadro desesperante, y a pedido de Justina, sus padres promovieron una campaña bajo el eslogan “Multiplicate x 7”, que apunta a la capacidad que puede tener un cuerpo de salvar otras vidas. Los videos se viralizaron por distintas redes sociales, al punto de convertirse en un tema de interés y de alcance nacional e internacional. 

De hecho, a partir de esta iniciativa, más personas expresaron su voluntad de ser donantes: el número de inscriptos pasó de 80 a 330 por día en los últimos meses. “Justina hizo que muchos se inscribieran como donantes de órganos en el Incucai”, destacó la mamá de la pequeña, Paola.

“La única manera de trascender la muerte es a través de la donación de órganos. Es, además, una forma amorosa de trascender porque le permite al otro seguir viviendo”, explicó a diario Hoy la directora del servicio provincial de procuración de Cucaiba, Roxana Barragán.

Al mismo tiempo, destacó la importancia de que las personas “manifiesten a sus familias su opinión sobre la donación de órganos, ya sea que desee ser donante o que no lo desee. Muchas veces nos encontramos con que las familias no saben qué opinión tenía el posible donante sobre el tema”.

También es preciso advertir que no todos pueden donar órganos. “Para que sea factible tiene que haber muerte cerebral y el porcentaje de estos casos, en relación al total, es poco”, apuntó Barragán, quien recordó que aquellos que quieran donar pueden manifestarlo a través de la web de Incucai o Cucaiba. 

Tras el fatídico desenlace de Justina, sus padres la despidieron con un desgarrador mensaje en las redes sociales, donde había nacido su campaña: “No podemos parar de llorar. Se nos fue el sol”, y concluyeron: “Justina se fue sabiendo que su lucha le salvó la vida a muchos que esperaban un trasplante. No llegó su corazón. No lo encontraron. Ninguna muerte es justa. Menos la de un niño. Justina está en el cielo. Desde allá nos está mirando”.

Justina fue una bandera contemporánea de la donación de órganos. Su lucha, afirmó Barragán, nos recordó que un donante puede salvar al menos once vidas en un país en el que, según cifras oficiales, 7.876 personas esperan un trasplante y en el que 3.246 de ellas habitan en la Provincia de Buenos Aires. 

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